La disección del cadáver del vecino sirve para tener claro lo que no hay que hacer por ninguna razón, más allá de las tendencias inducidas e inventadas
Es fácil describir los problemas de Argentina y predecir su futuro. La columna ha sido pionera en incurrir en tales facilismos. Más importante y aleccionador, en cambio, es reflexionar sobre las causas profundas de la aniquilación de un país que lo tenía todo y que está al borde de su degradación a feudo.
Desde 1943, gradualmente al comienzo, más veloz y profundamente luego, en fatal sinusoide, el país se apegó al proteccionismo empresario y sindical, a la asociación lícita e ilícita del estado y los empresarios, al reparto de dádivas, empleo público, salarios y subsidios populistas, a los controles y restricciones al mercado, que terminaron varias veces en restricciones a la libertad. Los golpes militares de 1955,1966 y 1976, reputados dialécticamente como liberales, no cambiaron la tendencia y a veces la acentuaron.
El alfonsinismo le agregó a ese cuadro cláusulas constitucionales que derogan la soberanía nacional en aras de la supranacionalidad socialista y que deliberada e irresponsablemente crean la figura del DNU sin definir sus reglas, lo que permitió al Congreso pasar una ley inconstitucional que permite que el presidente cree leyes con sólo el apoyo del 34% de los legisladores de una sola de las cámaras, un absolutismo legal.
Las hiperinflaciones primero de Alfonsín y luego de Menem fueron consecuencia de los controles del tipo de cambio, de la emisión para pagar gastos populistas, del endeudamiento como modo de repartir bienestar sin crear antes riqueza. El regalo de las obras sociales a los sindicatos fue obra generosa del feroz Onganía, algo con que ni los comunistas del mundo soñaban. La inflación sistémica, producto del socialismo alegre de redistribución, unida a los controles cambiarios obligó a la negociación permanente del gobierno con las empresas, base de la corrupción y de la huída de la inversión seria, que no puede competir con las mafias.
Martínez de Hoz y Cavallo, acusados de neoliberales por la dialéctica marxista, controlaron férreamente el tipo de cambio, el precio más importante de una economía, difícilmente una práctica liberal. La junta militar obligó al primero a diseñar un plan que asegurara un desempleo no mayor al 2% y el temible Massera lo forzó a poner un control de precios tan fallido como los planes similares del peronismo.
El estallido de 2001 fue la resultante de varios ciclos similares de estas políticas de redistribución vía impuestos, controles, dádivas, subsidios, y de un estatismo creciente en nombre de la protección a los más necesitados, cuyos efectos deletéreos se maquillaron con mecanismos diversos. Elige el camino de la aplaudida estafa a los acreedores, otro paso hacia el desenlace de hoy.
Uruguay, afectado por la ilusión de un dólar barato y accesible que había creado la convertibilidad vecina, sufre un impacto en su sistema financiero y bancario. Gracias a la tozudez y firmeza de Jorge Batlle, se impone el camino correcto, en contra de la posición de la izquierda, cuya solución era obviamente la salida argentina.
De la mano del socialismo de living de Elisa Carrió inventa la AUH, la asignación universal por hijo, que luce justa, hasta que se advierte que se trata de un mecanismo de salario universal estatal sin financiamiento real, que además permite abusos imparables y estimula la procreación irresponsable, utilitaria y cruel.
En la misma línea se garantizan más de 3 millones de jubilaciones sin aportes previos, otra forma de salario universal que pagaron y pagan los jubilados legítimos.
En la misma línea se garantizan más de 3 millones de jubilaciones sin aportes previos, otra forma de salario universal que pagaron y pagan los jubilados legítimos.
En esa línea de otorgar un estipendio mensual a la mayor cantidad de gente posible sin contraprestación alguna, se inventaron un millón de pensiones por invalidez y discapacidad, en su gran mayoría injustificadas. Se agregaron cientos de miles de pagos mensuales a los protegidos de las orgas piqueteras (con la comisión a sus líderes), para desembocar en un país donde 25 millones de personas reciben cheques del estado, y donde menos de ocho millones trabajan de algo. ¿Por qué no iba a haber una crisis terminal?
Macri tampoco resuelve el problema. La columna se explayó en críticas sobre el seudogradualismo de Cambiemos, inspirado también por el socialismo elegante de Alfonso de Prat Gay, que terminó combatiendo el populismo kirchnerperonista con más populismo.
Este nuevo gobierno de Cristina, con la máscara de un presidente que se vuelve transparente a cada minuto, profundiza la línea socialpopulista que ha traído al país hasta acá. Esto ocurrió desde antes y durante la pandemia y empeorará en la pospandemia. El plan que se ha empezado a difundir sutilmente implica más dádivas, más reparto sin creación de , más carga impositiva, menos gente trabajando y más subsidiados. Ese será el pago por la impunidad, la reforma judicial antirrepublicana, el cambio de las leyes electorales, la perpetuidad chavista.
Argentina está en estado terminal por haber aplicado anticipadamente lo que el socialismo del mundo, en una gran pirueta dialéctica, intenta que sea el nuevo capitalismo: salario universal estatal, redistribución de la riqueza vía impuestos, estatismo creciente y proteccionismo laboral y empresario.
Quien quiera oír, que oiga.