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La Suecia americana

La actitud pospandemia es volver a confiar en la fuerza de la creatividad, del esfuerzo y del talento


Como siempre se recuerda, Uruguay supo ser llamada la Suiza americana. No es exacto que el apelativo se debiese únicamente a su secreto bancario y fiscal, sino que también tenía que ver con su condición de santuario político y jurídico, refugio de perseguidos por sus ideas y creencias. Mereció también ese mote por sus principios de neutralidad y sus valores democráticos. No es casual que se ganara el odio de Perón y otros totalitarios.

Ese símil nunca fue peyorativo. Al contrario, fue usado como reconocimiento a una conducta y a una actitud de libertades, respeto y derechos. La dialéctica socialista local y la prédica de alguna delirante mandamás vecina hicieron que el elogio implícito se transformara en insulto. Por eso frente a la idea de tentar inversores para radicarse en el país se escuchan berridos que insisten en que se está convocando a ricos evasores y tramposos argentinos para ocultar sus fortunas y sus trampas.

Simplemente falso. Sólo un idiota ocultaría hoy sus fondos negros en Uruguay, que adhiere a todas las prácticas antilavado impuestas por el GAFI y la OCDE, tanto a aquellas lógicas e imprescindibles como a las exageraciones europeas que hasta imponen mínimos en las alícuotas impositivas, un modo de garantizar la impunidad del gasto público y de evitar la competencia de los países fiscalmente más austeros. Hay otros modos y lugares para hacerlo. Recuérdese la desaparición houdiniana de los 700 millones de dólares de la provincia kirchnerista de Santa Cruz, y más acá los viajes con raras y valiosas escalas técnicas de la señora de Kirchner. Consúltela.  

Los emprendedores no tienen lugar en la Argentina de hoy. No sólo por la carga impositiva, sino porque el sistema se ha transformado en anticapitalista, antiproducción, antiahorro y antiempleo. En tales condiciones, ni un quiosco subsistirá. Cuando se analizan los números del agro se aprecia que el sector está virtualmente estatizado. Si se agregan los efectos de una cuarentena fellinesca, es fácil colegir que, si alguien quiere emprender cualquier actividad lícita, no puede hacerlo en el vecino país.

Uruguay es una opción sensata y posible, como lo fue en los otros mandatos de la señora Fernández y lo será en éste. Lo que hace el gobierno de Lacalle Pou es atraer inversores valiosos, que usufructuó el Frente Amplio en sus dos primeros términos. No necesita ofrecer incentivos adicionales. Ya se ha ocupado de eso la mandataria del otro lado del río. Y no se trata solamente de cuestiones económicas. Se trata de la libertad. Por ahora, ni la AFIP ni la OCDE tienen la potestad de suprimirla.

La migración todavía no ha comenzado. Sólo hay lluvia de consultas. Y sobre esto habrá que hacer algunas recomendaciones. Hay un único modo de perder la residencia fiscal argentina que nadie puede atacar ni impedir. Empieza por vivir 183 días en un solo país. Los otros mecanismos que aparecen en los chivos que suelen publicarse como notas periodísticas no son sólidos. De modo que lo saludable es consultar a los pocos expertos cisplatinos. Que le dirán lo mismo: vaya a Uruguay a emprender o a jubilarse, sin que lo roben.  

Y aquí es donde hay que empezar a imaginar. El mercado oriental es pequeño. Pero el mundo es grande. Por caso, alguien que quiera desarrollar una app, o cualquier negocio online, no conseguirá por muchos años inversores ni crédito en Argentina. La combinación default-peronismo-cristinismo hace que la confianza tienda a cero.

La columna ya ha planteado ideas tales como la transformación de Punta del Este en una ciudad de la educación y de la salud, con alcances regionales. Las implicancias y posibilidades son incalculables. El mayor emprendimiento educativo en esa ciudad fue obra de un capricho o un enojo, y es un éxito. No hay que esperar que el gobierno haga más concesiones, o tome una actitud dadivosa tipo UPM2. Al revés. Siguiendo los principios del capitalismo, es tarea del emprendedor empujar los cambios. No ha sido así en este caso. Las inmobiliarias siguen en su pequeño negocito. Y el país se da el lujo de tener una gran ciudad desierta el 80% del año. Es hora de que vengan algunos locos a alterar la paz de los cómodos jerarcas y ediles.

La educación, ya a nivel nacional, es otra oportunidad, aunque requiere el coraje de enfrentarse al trotskismo sindical, como en muchos países. Un sistema de vouchers y de charter schools, como en Suecia, ofrece enormes posibilidades que, además de las oportunidades comerciales, implica algo más importante: un rescate para un amplísimo sector de la población, a la que hoy el sistema público está deseducando alevosamente.

Suecia tiene otros conceptos copiables. Como su reforma jubilatoria, otra oportunidad de inversión y de solución de un problema socioeconómico de fondo. Tras la quiebra del socialismo sueco en 1993, jóvenes políticos plantearon inteligentes reformas, entre ellas la del sistema de retiro. Que no se hizo en una semana, sino con un plan gradual que se implementó en un lapso de 20 años, con reformas previstas y medibles. La dialéctica neomarxista sigue considerando a Suecia un país socialista. Pero el marxismo nunca se ha preocupado ni por la verdad ni por la realidad.

Los datos empíricos muestran irrefutablemente que lo importante para conseguir inversión y crecimiento es el entorno de libertad,  seguridad y previsibilidad. Uruguay tiene esos atributos, hoy como nunca. No necesita hacer mucho más. Sólo tirar la pelota a la cancha e invitar a más jugadores a que arriesguen.

La primera ley, creador: crear. ¡Bufe el eunuco! - Decía Rubén Darío. No es cuestión de evadir. Es cuestión de crear. Eso sólo lo entienden algunos pocos privilegiados. Son los futuros ganadores.