Por Dardo Gasparré - Especial para El Observador

Daniel Scioli-Kirchner: el drama del malevo vapuleado

Como bien saben los uruguayos, el peronismo ha sido protagonista permanente de una especie de ópera bufa sobre el escenario de tango tristón de Argentina. No es distinto ahora.

Tras el tremendo cachetazo de la primera vuelta donde perdió nada menos que el distrito donde más clientes y pordioseros ha cultivado, Cristina Fernández reaccionó como el guapo del pueblo que recibe una paliza a manos de un jovencito: con amenazas, metiendo miedo a la gente, acusando lacrimosamente a su vencedor y jurando que si eligen a Mauricio Macri caerán sobre la cabeza de los argentinos todos los males del averno.

Una mezcla entre Hombre de la esquina rosada borgiana, el Conventillo de la Paloma y las más selectas enseñanzas de Goebbels. El kirchnerismo residual golpea ahora con el látigo del terror a sus propios partidarios y a los cinco millones de votantes de Sergio Massa, tratando de explicarles todos los daños que les infligirá Cambiemos si gana en segunda vuelta.

Con el clásico desprecio del Justicialismo por la inteligencia de sus seguidores, la verdad no es obstáculo para la dialéctica kirchnerista. Tras haber llegado agónicamente con oxígeno económico racionado a esta instancia, ahora culpa a su rival por querer solucionar las barbaridades que deja.

Cristina Fernández de Kirchner emitió desaforadamente y creó un gasto inmanejable que llevó a una inflación maligna que lastimó la vida y las esperanzas de los argentinos más humildes. Esa situación debe ser remediada por quienquiera gobernase desde el 11 de diciembre.

Pero ahora Scioli-Kirchner acusa a Cambiemos por querer arreglar ese desvarío y critican los métodos que usarán, que ni siquiera conocen. Como si existiese alguna alternativa racional para optar.

Fernández destruyó la exportación argentina, en especial la agrícola, motor indiscutible de la grandeza histórica y potencial del país, primero con sus limitaciones burocráticas y sus retenciones confiscatorias, y luego con un tipo de cambio deliberada y malévolamente atrasado.

Esa decisión estúpida la obligó, en su limitada comprensión de la economía, a aplicar un cepo cambiario que es una confiscación a la esperanza de empleo y de bienestar, que le aportó más clientes a su sistema de dádivas, que llama planes trabajar, y apelativos similares.

Ahora demoniza a Macri porque necesita, como necesita todo el país, salir de ese cepo mortal que está llevando a la inanición a la sociedad argentina. Curiosamente, su súbdito y sucesor Scioli, balbucea alternativas inútiles para resolver el problema que según su partido no existe.

El kirchnerperonismo deja un rompecabezas explosivo, pero critica a sus rivales que quieren desactivarlo. Le mete miedo a la sociedad diciéndole que si se intenta desarmar el artefacto que ha dejado, explotará. Como si ello fuera culpa de quienes vienen.

Recuerda al dealer que le dice a su cliente adicto: “Yo te vendo de la buena, te cuido. Quién sabe qué porquería te dará cualquier otro”.

En otra estratagema política, compara a Cambiemos con la fracasada Alianza de De la Rúa, cuando en esa coalición había mayoría de funcionarios que hoy militan en el estado cristinista. La verdad no importa. El peronismo nazi vuelve a sus raíces e imita su aparato de propaganda.

Argentina necesita recomponer urgentemente sus relaciones con el resto del mundo civilizado, arrasadas por la mezcla de patología e ignorancia de Cristina, empezando por el default innecesario que nace con los holdouts, en el que cayó por obstinación, que le está costando cada día más, o mejor dicho, le está costando al país.

Pero el gobierno agita el trapo del terror sobre su posible sucesor, porque va a hacer lo mismo que los economistas de Scioli dicen que van a hacer, o sea negociar seriamente para resolver el intríngulis. Mientras Scioli, obedientemente, se calla.

“Venderá el país”, dicen los funcionarios kirchneristas en sus campañas, quienes han firmado acuerdos secretos con China, por una base militar en la Patagonia, con Chevron, la misma Californian Oil con que pactara Perón, con Barrick, la explotadora minera a cielo abierto que envenena a la población, con Rusia, con Venezuela, con cuyo patético caudillo Chávez hicieran fabulosos negocios personales con la emisión del Boden 15, pagado puntualmente, eso sí.

“Venderá el país”. ¿Qué país?

Quienes le pagaron con un acuerdo secreto al Club de París, con tasas de penalidad inexplicables e inexplicadas, sin aprobación del Congreso, ahora amenazan con paralizar cualquier arreglo de deuda con ese mismo Congreso.

Quienes le pagaron innecesariamente el total de la deuda al FMI y desaprovecharon las ventajas que a partir de ahí se podían obtener, asustan ahora con la posibilidad de que Macri negocie un préstamo de contingencia con el Fondo, que por otra parte sería lo indicado.

Quienes le pagaron a algunas empresas con juicios en el Ciadi al contado, horas después de que esos juicios fueran comprados por fondos muy cercanos a Boudou, ahora hablan de entrega.

Tal vez en algún momento antes del 22 de noviembre, encuentren la forma de acusar a Macri por la muerte del fiscal Nisman y por obstaculizar hasta la vergüenza el esclarecimiento de su asesinato. Se buscan libretistas.

Por la gravedad en que deja a la Argentina, por el empecinamiento dictatorial de aceptar la limpia voluntad del pueblo, por torpedear cualquier solución futura impostergable, lo que está haciendo la pareja Kirchner-Scioli, no es una campaña de terror: es terrorismo político.

Está en su origen. Es su naturaleza. l