La República, la trampa de Cristina para Macri


Tal como prometí en mi última nota en que me ocupé del optimismo mágico, querría que analizáramos la situación en que se encontraría el otro candidato, Mauricio Macri, si fuera electo presidente. (Suponiendo que pudiera superar la maniobra de pinzas múltiples que le está haciendo el kirchnerismo)

El obstáculo más evidente es que tendría ambas cámaras legislativas en contra. El Senado por una cuestión matemática y Diputados porque con cualquier resultado esperable se compondría más de un tercio de kirchneristas y afines y luego el otro peronismo, el radicalismo en todos sus formatos,  el pro, los socialismos y demás deudos.

Como ya hemos dicho, el arreglo de la deuda y toma de deuda nueva, el presupuesto, los impuestos, los tratados, la designación de jueces, los juicios políticos,  y muchas cuestiones que tienen que ver con la reducción del gasto pasan por el Congreso.

Los códigos son leyes, su reforma requiere leyes, el sistema jubilatorio requiere leyes para su cambio, los DNU, deben ser refrendados por el Congreso, la anulación o renegociación de licitaciones y adjudicaciones requiere leyes, hasta muchos despidos requerirán leyes.
         
Cambiar, o aunque sea arreglar el cachivache cruel, cínico y monstruoso que deja este gobierno requerirá de leyes. Esas leyes no serán aprobadas. Ni siquiera puede decirse que serán tratadas.

El realismo mágico que se ha apoderado de los sectores supuestamente informados, les hace creer con todo optimismo que hay un pacto.  Según ese sueño, en el que de nuevo la protagonista principal es la corrupción, la presidenta, a cambio de impunidad, facilitaría al ingeniero boquense su tarea de gobierno y aún su acceso a la presidencia.

Permítanme una breve pausa para reírme, con todo respeto.
         
Vaticino que el kirchnerismo residual se comportará, en caso de un triunfo del Pro, como el Tea Party americano. Saboteará todo lo que pueda sabotear, demorará todo lo que se pueda demorar, paralizará todo lo que se pueda paralizar e impedirá todo lo que se pueda impedir. No sólo para protegerse, sino por revancha hacia quienes considera que le han quitado el poder: los ciudadanos.

Ese ha sido su estilo político permanente y también está embebido en el mapa psicogenético de Cristina Kirchner, que pone sus rencores por encima de su propia conveniencia, como se ha visto.

Usará en esa epopeya suicida y destructiva a sus herederos legislativos, al Ministerio Público, al sector de la Justicia que ha infiltrado e infiltrará, y a todos los recursos que pueda mantener formal o  informalmente del sistema de espionaje propio que ha montado a cachetazos y prepotencia. 

Cualquier intento del peronismo no cristinista de apoyar medidas o propuestas de un gobierno macrista, será calificado de traición, en el mejor estilo del creador del movimiento. Los huevos de la serpiente desovados en el sistema de espionaje, en la justicia y en la administración pública, cumplirán la función obstruccionista que se les encargue.

Este accionar tendrá, como en el pasado, el apoyo de otros partidos y corrientes, que como en tantas leyes nocivas aprobadas en estos años, seguirán el mandato de su ideología que se parecen a la declamada por el kirchnerismo.  Recuérdese cuando tras su derrota en 2009 la abogada presidente repasó públicamente sus aliados e incluyó a muchos que parecían y parecen opositores.

Y aunque hoy luzca remoto, no deberíamos sorprendernos de ver a una CGT unificada haciendo paros y huelgas contra cualquier medida que intente poner sobriedad en la disparada inflacionaria.

Suponiendo que, como sueñan muchos, varios de estos sectores terminen traicionando a Cristina, y otros sean corrompibles, (lo que ya parecemos haber aceptado como herramienta válida) el comportamiento descripto hará perder momentum al nuevo Ejecutivo, si no toda oportunidad.

Esta resistencia institucional pasiva puede enfrentar a Macri a una tremenda disyuntiva: la de tratar de eludir el sistema republicano para defender a la República, mediante el uso de DNU´s, ATN´s, ATM´ y otras siglas perversas, o mediante cualquier procedimiento a los que se ha acostumbrado nuestra política. Como no parece proclive a tales acciones, el precio será la inacción.

Mauricio ha sido un contemporizador en la Ciudad, con una Legislatura adversa. Pero difícilmente pueda usar métodos como los que usó en CABA de distribución de puestos y presupuesto en el actual contexto económico.

El Jefe de Gobierno no parece ya de por sí inclinado a ajuste alguno. Más bien luce que apostará al crecimiento, la exportación y un nuevo endeudamiento que suponemos que espera que sea productivo. Pero este panorama le tornaría sumamente difícil aún ese objetivo, que de todos modos dista de ser el ideal.

Con todos esos factores en su contra, o en contra del país, con el Tea Party autóctono torpedeándole cualquier medida o idea, con una oposición que hace mucho ha dejado de pensar en la grandeza, de ser electo Presidente Mauricio Macri tendrá que transformarse en un líder a lo Thatcher, para movilizar a la ciudadanía, alinear a la oposición, despertar conciencia del duro futuro hacia el que vamos, y al mismo tiempo tratar de lograr una unidad de la sociedad que parece imprescindible para cualquier proyecto serio de país. Todo eso sin salirse de los valores de la República ni de la democracia.  

Por ello, si  es presidente y logra que su gestión salga con bien de las trampas que le ha tendido y le tenderá Cristina Kirchner, habrá que ir pensando en que la continuación de la calle Marcelo  T. de Alvear deje de llamarse Charcas.

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Por qué es vital que la Corte no sea una Korte



Cualquiera que fuere el triunfador en las elecciones de octubre necesitará de una Corte imparcial y con un gran ¨timing¨ político, sin descartar una cuota de patriotismo.

El peronismo dejó siempre como herencia situaciones institucionales y jurídicas caóticas que debieron ser resueltas ¨manu militari¨.  El menemismo parece una excepción, porque además de no haber sido una gestión típicamente justicialista,  contó con la transición mártir de Fernando de la Rúa que absorbió y se compró el estallido.

Los militares  desactivaban como podían el entuerto jurídico - económico - institucional del peronismo y para ello contaban con la comprensión y el apoyo de las respectivas Cortes.

Ahora la situación es acaso peor. Con algunos agregados.

Si suponemos que Mauricio Macri o Sergio Massa están interesados en sanear el presupuesto, por ejemplo, se encontrarían con serios obstáculos jurídicos para hacerlo. Los mismos que se burlaron de todos los derechos, opondrían ahora los suyos para defender sus ventajas espurias.

Contratistas, tercerizadores, empleados designados a dedo y con sueldos de jerarcas, intermediarios con negocios con otros países, concesionarios nacionales y extranjeros de áreas petrolíferas, de pesca o minería, opondrán sus derechos adquiridos e iniciarán juicios de todo tipo, con un alto costo potencial.

Lo mismo ocurrirá con los convenios y acuerdos firmados con Rusia o China, cuyo contenido ni siquiera es totalmente conocido y que tal vez comprometan valores más importantes que los económicos. Nada más que los recursos de amparo que se presentarán por estos temas bastarían para paralizar cualquier gestión.

Piénsese en las reformas legales imperiosas que se requieren, la negociación con los holdouts, los códigos y la seguridad, por ejemplo, para imaginar las dificultades y trabas.  

A este panorama hay que agregarle el de las huelgas, paros y acciones sindicales que surgirán como consecuencia de cualquier intento de organización racional del estado, o con cualquier decisión que quite poder al kirchnerismo residual.

Este kirchnerismo residual, todavía con mayoría en el Senado y con una importante presencia propia y de aliados políticos o ideológicos en Diputados, será una especie de Tea Party doméstico que se opondrá tenazmente a cualquier medida que intente recuperar la cordura política o económica o cualquier concepto republicano. No olvidemos que temas como la deuda o el presupuesto dependen del Congreso.

Me luce algo pueril la idea de que, perdida la caja, el poder de Cristina Kirchner no se hará notar en el peronismo. Y si no fuera pueril sería por lo menos una peligrosa esperanza.  

Con ese panorama, será necesario contar con algún tipo de acuerdo político con la Corte, un órgano político al fin, que reconozca la situación de verdadera emergencia y gravedad institucional y división social a que se enfrenta el país y lo plasme en algunos conceptos de fondo que enmarquen el accionar jurídico.

Sin un acuerdo de esas características, casi no tiene sentido asumir la Presidencia de la Nación.

Es cierto que entre Macri y Massa hay diferencias y que la problemática de ambos no sería idéntica, pero la realidad los haría enfrentarse inevitablemente a el mismo problema.

Y tampoco debe omitirse que una parte importante de la sociedad querrá ver una sanción penal contra la corrupción rampante del kirchnerismo, es decir, querrá ver a alguien preso. No será fácil para cualquier nuevo gobierno omitir ese paso, ni dejarlo diluir en algún juzgado complaciente. Más bien es posible que deba procurar encarcelar a algún juez.

La diferencia entre comenzar el mandato con una Corte profesional y republicana o una Corte con perfil kirchnerista no es entonces un tema de mera búsqueda de impunidad de la presidente.

          El caso de Daniel Scioli es distinto, porque difícilmente tenga el margen de libertad, o de coraje, para hacer lo que hemos descripto. Además, si su vicepresidente es del riñón (o del útero) kirchnerista, como es probable que ocurra, las presiones que tendrá sobre él serán inaguantables.

Esas presiones bien pueden incluir la de renunciar para dejar el poder en manos de su vicepresidente, con quién sabe que resultado.

Scioli necesitaría entonces con más razón una Corte seria y republicana para enfrentarse a esas presiones.

Lo que luce evidente es que en una sociedad en que se ha perdido el concepto republicano y que requiere una refundación en muchos planos, políticos, éticos y económicos, no se puede gobernar con el Congreso en contra y simultáneamente sin una Corte Suprema que entienda la emergencia y proceda en consecuencia.

Y no hablemos de lo que se necesitará en ese Cuerpo si un nuevo Ejecutivo fuera directamente continuador de las nopolíticas de Cristina Kirchner.

Por eso el manoseo del gobierno a la Corte no es algo que deba contemplarse como un partido de fútbol, un culebrón o un conventillerío más de los que solemos presenciar.  Clama por una acción ciudadana contundente y por una reacción efectiva de la oposición. Tiene que ver con la esperanza y el cambio en el que tanto necesitamos creer.

La lucha se libra ahora. No en octubre, ni en 2016. Ahí será tarde. 


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