Publicado en El Observador. 19/05/2021


El momento oriental

 

No cualquier país da lo mismo para invertir. No imitar lo que hace la mayoría es una ventaja competitiva que no se debe desperdiciar



 













El fin de semana Chile decidió masivamente tomar el camino sociocomunista, al votar constituyentes que la llevan sin remedio y sin retorno al desempleo, la pobreza y seguramente al totalitarismo estatal.  Argentina sigue decidiendo a cada instante profundizar su catástrofe popusocialista, su monarquía absolutista kirchnerista y ahora vuelve al ataque contra los patrimonios privados con nuevos saqueos impositivos; de paso, sepulta su credibilidad internacional en su payasesco alegato para que se considere normal y comprensible no pagar las deudas. 

 

Brasil abre un signo de interrogación gigante, en lo económico, lo social y lo político. La reaparición de Lula no permite hacer inferencias lineales. Como sería, por caso, pensar que el expresidente repetiría sus alianzas y sus alineamientos procapitalistas en caso de ser electo. O que se darían los escenarios para hacerlo. Brasil podría estar transitando el derrotero hacia una grieta aún más profunda que las que se han vivido en la región y en el mundo. Colombia no lo transita, sino que ya arribó a un estado de caos con prognosis dramática. Algunos resultados electorales regionales preanuncian brechas o rebeliones similares en el área, a la que habría que agregar como miembro honorario a España, con su inclaudicable vocación latinoamericana. 

 

En su simplificación mínima, se denomina grieta a la irreconciliable diferencia en la concepción de un país entre la libertad y algún formato de tiranía, (de uno o de millones) o en términos económicos, a la también irreconciliable diferencia entre los que quieren usar el eufemismo del estado buenista como un mecanismo para apoderarse más o menos legalmente del patrimonio ajeno, con el iluso argumento de remediar la pobreza, de resolver las inequidades o igualar las desigualdades. El falaz coeficiente de Gini en acción. También llamada demagogia populista o burocracia tiránica.  

 

Una vez que las sociedades entran en el embudo de la grieta, tarde o temprano lo que obtienen es un formato antidemocrático y de empobrecimiento imparable, más allá de alguna recuperación engañosa y efímera. Los creadores de riqueza huyen físicamente de esos entornos, imposibilitados de conservarla, crearla o simplemente de tomar riesgos por su cuenta. 

 

Se llama reseteo mundial a la intención de generalizar ese proceso hasta que nadie tenga ningún lugar adónde huir con su persona y su capital, porque la grieta será global, orgánica y conducida desde una burocracia de inútiles deliberados que cada vez se evidencia más. La lectora puede ponerle el nombre que guste. 

 

En tal contexto es que Uruguay tiene una gran oportunidad, en los tres campos, social, económico y político. El logro financiero de la semana pasada es un esbozo de lo que podría ser un verdadero plan estratégico, o mejor, una política de estado oriental a la que aspirar. La colocación/renovación de deuda en pesos y en dólares a tasas de primer mundo fue algo más que una jugada oportuna en los mercados. Guarda relación directa con la conducta en el pasado y el presente y con la gestión futura que se avizora. El elogio del senador Astori es también un autoelogio. (Esta columna, que tanto discrepa del exvicepresidente, destacó oportunamente su moderación en su larga gestión y también lo fustigó por su reciente brote recaudatorio distributivista)

 

Conociendo la mecánica de pensamiento de cualquier inversor, un país se evalúa en su riesgo y sus oportunidades por su seguridad jurídica, sus planes, su conducta presupuestaria y sus valores institucionales. Sostenibles en el tiempo. Y eso vale también en la pospandemia y en el supuesto reseteo universal. A menos que el inversor esté loco. 

 

Pero hay algo más que demuestra esta emisión de deuda: que no todos los países son la misma cosa. Que no da lo mismo ser mesurado y cuidadoso que confiscar, emitir a lo loco, endeudarse a cualquier tasa en la esperanza de no pagar, mantener o subir el gasto público irresponsablemente o callar los reclamos con solidarisimo berreta inflacionario que de todos modos nunca alcanzará. 

 

Esos mecanismos llevan al desempleo, a la grieta, y con toda seguridad a la miseria colectiva. Tal vez a la perpetuidad de ciertos políticos, que terminarán cayendo al mismo abismo al que llevan a una masa zombi que los escucha, los sigue y les demanda más limosna, ahora con el mecanismo convalidado/auspiciado por el globosocialismo de romper todo con las hordas. 

 

Como nada de esto se ignora, ni por los victimarios ni por las víctimas, este otro camino es la ventaja competitiva uruguaya. Y la oportunidad es enorme.  Para dar una sola razón, ninguna empresa, emprendimiento o actividad, tiene una tasa implícita de interés o de expectativa de retorno mayor a la del país en que se radiquen. En un contexto global en que los bienes físicos seguirán perdiendo importancia frente a los servicios y los bienes tecnovirtuales, ese dato no es irrelevante.

 

La otra clave será la capacidad de diseñar una política exterior coherente, permanente e inteligente. Y minimizar la trampa de la maraña de normas y tratados de la burocracia trasnacional, de cuyos resultados la OMS es un ejemplo, incluyendo el ataque contra la libertad.  


En ese proscenio, el Pit-Cnt prepara su paro general el próximo mes, con reclamos propios de un partido político, difícilmente de una central de trabajadores, por monopólica que fuese. Algo que difícilmente ayude a bajar la tasa de interés/riesgo país, ni a aumentar la inversión y el empleo. A menos que el objetivo sea la grieta por la grieta misma, una estrategia per se del trotskismo. 

 

En esta instancia, el Frente Amplio tiene mucho para evaluar, meditar y redefinir. Si cree que debe redefinir algo. Y si le importa hacerlo.