Por Dardo Gasparré - Periodista, economista. Fue director del diario El Cronista de Buenos Aires y del Multimedios América
¿Relaciones carnales rioplatenses?
Siempre grata la presencia en Argentina de Tabaré Vázquez. También la sencillez y claridad de sus declaraciones, con motivo de la asunción de Mauricio Macri. Se abre seguramente una oportunidad para los dos países. El aprovechamiento de esa oportunidad dependerá de lo que cada país considere una oportunidad, como desarrollaremos.
Hay tres aspectos básicos que preocupan a Uruguay de su relación con Argentina.
El primero es la oposición sistemática a la pastera y a cualquier ampliación o nuevos emprendimientos en el rubro. El nuevo gobierno argentino no es proclive a rencores o revanchas, ni tiene afán de desquite por las decisiones de radicación que en su momento enconaron al interesado gobernador de Entre Ríos. Al contrario, Macri tiene un enorme afecto por Uruguay y seguramente está predispuesto a reencauzar estas discusiones hasta llevarlas a un exitoso final.
Lo que no ocurrirá es una solución automática: el gobierno oriental no confiaba en Cristina, el actual gobierno argentino tampoco. Parece inevitable que los dos países deban volver a acordar un mecanismo de medición y monitoreo. A la luz de lo que está ocurriendo mundialmente en términos de protección del medio ambiente, parecería que toda la cuenca debería estar sujeta a esos controles y monitoreos para beneficio de todos.
Macri se manejará con tres parámetros: los cánones de la diplomacia clásica, la frialdad tecnológica y la calidez de su afecto por Uruguay. Vázquez deberá decidir su impronta, que como se está percibiendo, no siempre es su impronta, sino la de la poliarquía inasible a la que parece subordinado.
Si los dos hombres pudieran hablar mano a mano, como siempre ocurrió, este problema tendría fácil solución. Fernández de Kirchner rompió esa tradición casi gauchesca de relación. Macri la reabrirá. Habrá que ver si puede hablar con Tabaré presidente y no con Vázquez apoderado del politburó. No es menor la diferencia.
El segundo tema es la reiniciación de las importaciones argentinas, cuya caída se hace notar en la economía oriental. Aquí vale la pena reiterar que, pese a lo que creen los uruguayos, esa merma no fue una acción deliberada para dañarlos. El cepo, la inflación, las prohibiciones de comerciar, las nefastas DJAI, fueron una barbaridad urbi et orbi, no direccionadas expresamente, que dañaron esencialmente a Argentina más que a ningún otro país.
El gobierno de Cambiemos ha empezado a desactivar las minas de Cristina. Ayer eliminó las retenciones a todos los productos, salvo la soja que tuvo una rebaja de 5 puntos. También ha empezado a tejer una alianza productiva con los gobernadores propios y ajenos, que aumentará la demanda de insumos y bienes uruguayos.
Ha avanzado ya en acuerdos con el sistema internacional para resolver la cuestión de los holdouts y conseguir créditos puente de bancos internacionales, incluido el tesoro americano. Al envío de la presente nota, estaba en una batalla dialéctica - política - jurídica - penal por los contratos de venta de futuro del Banco Central kirchnerista, una especie de billete premiado a costo cero que regaló a los más avispados la administración desalojada (sic).
Este tema debe resolverse antes de la salida del cepo, para no generar una emisión inflacionaria grosera que aumentaría la gravedad de la disyuntiva monetaria a la que obliga a enfrentarse el nudo gordiano que deja como herencia máxima Cristina Fernández. Se supone que el tema se resolverá en poco tiempo, en algún punto intermedio que no dañe el equilibrio monetario y fogonee la inflación.
Tan pronto ello ocurra, se estructurará la salida del cepo y la normalización de importaciones. De modo que en pocos meses se retomará el ritmo importador de productos uruguayos, del resto del Mercosur y de todo el mundo.
El tercer punto es estratégico y probablemente el más nebuloso. Es el que tiene que ver con la apertura comercial al resto del mundo. Macri intentará lograr que el Mercosur deje de ser una ratonera proteccionista y salga a negociar tratados de libre comercio o acuerdos específicos con países o áreas.
No será fácil porque el mundo ha suspendido su generosidad comercial ante los efectos de la apertura sobre el empleo, que parece no ser tan infinito como se creía, al igual que la torta económica.
Para eso, piensa convencer a Brasil de la importancia de asociarse a semejante cambio, que por supuesto implica alguna clase de reciprocidad con los demás mercados. Uruguay sería un socio ideal en esta tarea. Brasil, a un paso de desembarazarse de su cleptopresidente populista, puede comprender el riesgo que significa el TPP, que tenderá a beneficiar a su socios con compras que antes eran cautivas del Mercosur.
Pero así como hasta el 10 de diciembre Argentina no era un socio confiable, cabe ahora la pregunta de si Uruguay es ahora un socio confiable para tal empeño. Con Tabaré en manos del Frente Amplio, ¿pueden Paraguay, Argentina o Brasil ir a negociar al mundo con una auditoría de la poliarquía oriental que tenga la última palabra, que de paso será siempre un no?
Un presidente con semejante debilidad, no puede salir a negociar nada. Al contrario, haría un gran daño a su país. ¿Por qué se comprarían los otros países democráticos del Mercosur semejante debilidad? ¿No se ha metido Uruguay en un sendero sin salida de soledad?
¿Por qué los otros miembros sensatos de nuestro mercado común saldrían al mundo a negociar al lado de un socio que rechaza la esencia misma del comercio, sabotea negociaciones y mira todas las oportunidades desde una óptica ideológica para colmo obsoleta?
Acaso resulte más fácil salir del cepo económico que enfrenta Mauricio Macri, que salir del cepo político que sufre Tabaré Vázquez.
Hay tres aspectos básicos que preocupan a Uruguay de su relación con Argentina.
El primero es la oposición sistemática a la pastera y a cualquier ampliación o nuevos emprendimientos en el rubro. El nuevo gobierno argentino no es proclive a rencores o revanchas, ni tiene afán de desquite por las decisiones de radicación que en su momento enconaron al interesado gobernador de Entre Ríos. Al contrario, Macri tiene un enorme afecto por Uruguay y seguramente está predispuesto a reencauzar estas discusiones hasta llevarlas a un exitoso final.
Lo que no ocurrirá es una solución automática: el gobierno oriental no confiaba en Cristina, el actual gobierno argentino tampoco. Parece inevitable que los dos países deban volver a acordar un mecanismo de medición y monitoreo. A la luz de lo que está ocurriendo mundialmente en términos de protección del medio ambiente, parecería que toda la cuenca debería estar sujeta a esos controles y monitoreos para beneficio de todos.
Macri se manejará con tres parámetros: los cánones de la diplomacia clásica, la frialdad tecnológica y la calidez de su afecto por Uruguay. Vázquez deberá decidir su impronta, que como se está percibiendo, no siempre es su impronta, sino la de la poliarquía inasible a la que parece subordinado.
Si los dos hombres pudieran hablar mano a mano, como siempre ocurrió, este problema tendría fácil solución. Fernández de Kirchner rompió esa tradición casi gauchesca de relación. Macri la reabrirá. Habrá que ver si puede hablar con Tabaré presidente y no con Vázquez apoderado del politburó. No es menor la diferencia.
El segundo tema es la reiniciación de las importaciones argentinas, cuya caída se hace notar en la economía oriental. Aquí vale la pena reiterar que, pese a lo que creen los uruguayos, esa merma no fue una acción deliberada para dañarlos. El cepo, la inflación, las prohibiciones de comerciar, las nefastas DJAI, fueron una barbaridad urbi et orbi, no direccionadas expresamente, que dañaron esencialmente a Argentina más que a ningún otro país.
El gobierno de Cambiemos ha empezado a desactivar las minas de Cristina. Ayer eliminó las retenciones a todos los productos, salvo la soja que tuvo una rebaja de 5 puntos. También ha empezado a tejer una alianza productiva con los gobernadores propios y ajenos, que aumentará la demanda de insumos y bienes uruguayos.
Ha avanzado ya en acuerdos con el sistema internacional para resolver la cuestión de los holdouts y conseguir créditos puente de bancos internacionales, incluido el tesoro americano. Al envío de la presente nota, estaba en una batalla dialéctica - política - jurídica - penal por los contratos de venta de futuro del Banco Central kirchnerista, una especie de billete premiado a costo cero que regaló a los más avispados la administración desalojada (sic).
Este tema debe resolverse antes de la salida del cepo, para no generar una emisión inflacionaria grosera que aumentaría la gravedad de la disyuntiva monetaria a la que obliga a enfrentarse el nudo gordiano que deja como herencia máxima Cristina Fernández. Se supone que el tema se resolverá en poco tiempo, en algún punto intermedio que no dañe el equilibrio monetario y fogonee la inflación.
Tan pronto ello ocurra, se estructurará la salida del cepo y la normalización de importaciones. De modo que en pocos meses se retomará el ritmo importador de productos uruguayos, del resto del Mercosur y de todo el mundo.
El tercer punto es estratégico y probablemente el más nebuloso. Es el que tiene que ver con la apertura comercial al resto del mundo. Macri intentará lograr que el Mercosur deje de ser una ratonera proteccionista y salga a negociar tratados de libre comercio o acuerdos específicos con países o áreas.
No será fácil porque el mundo ha suspendido su generosidad comercial ante los efectos de la apertura sobre el empleo, que parece no ser tan infinito como se creía, al igual que la torta económica.
Para eso, piensa convencer a Brasil de la importancia de asociarse a semejante cambio, que por supuesto implica alguna clase de reciprocidad con los demás mercados. Uruguay sería un socio ideal en esta tarea. Brasil, a un paso de desembarazarse de su cleptopresidente populista, puede comprender el riesgo que significa el TPP, que tenderá a beneficiar a su socios con compras que antes eran cautivas del Mercosur.
Pero así como hasta el 10 de diciembre Argentina no era un socio confiable, cabe ahora la pregunta de si Uruguay es ahora un socio confiable para tal empeño. Con Tabaré en manos del Frente Amplio, ¿pueden Paraguay, Argentina o Brasil ir a negociar al mundo con una auditoría de la poliarquía oriental que tenga la última palabra, que de paso será siempre un no?
Un presidente con semejante debilidad, no puede salir a negociar nada. Al contrario, haría un gran daño a su país. ¿Por qué se comprarían los otros países democráticos del Mercosur semejante debilidad? ¿No se ha metido Uruguay en un sendero sin salida de soledad?
¿Por qué los otros miembros sensatos de nuestro mercado común saldrían al mundo a negociar al lado de un socio que rechaza la esencia misma del comercio, sabotea negociaciones y mira todas las oportunidades desde una óptica ideológica para colmo obsoleta?
Acaso resulte más fácil salir del cepo económico que enfrenta Mauricio Macri, que salir del cepo político que sufre Tabaré Vázquez.