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Tiemblan el "se puede" y el "no vuelven más"








Si se leen los títulos y opiniones recientes de los diarios de más cliqueo o circulación, es posible advertir que se han comenzado a diluir los diagnósticos precisos y los análisis desfavorables al gobierno, y se pone el foco en otros temas distractivos, no en la economía. Tal vez se han acallado esas expresiones por la persistente prédica de que toda crítica contra la gestión de Cambiemos es una ayuda al regreso de Cristina,  prédica convenientemente reforzada por el amplio poder persuasivo del gobierno. 

Pero si se aparta el manto del fanatismo y otros intereses, los problemas están todos ahí, y fermentando. Es sintomático que varios economistas de elevada formación y prestigio estén barajando con toda naturalidad y soltura, casi irresponsablemente, términos como default, hiperinflación inducida, licuación, plan Bonex, confiscación de plazos fijos, estallido de leliqs, refinanciación de la deuda, renegociación con el Fondo, quiebra del sistema jubilatorio (con la ayuda de la Corte opositora) corrida de los fondos para deshacerse de bonos argentinos, y hasta algunos están recomendando su procedimiento preferido de apoderamiento del dinero de los particulares. Se supone que lo hacen desde su convicción técnica. Suena a desesperación. 


Mucho de lo que Cambiemos no hizo, hizo a medias o hizo mal, fue hasta ahora justificado con la frase sanadora preferida de sus partidarios "pero no vuelven más". Debe ser frustrante para ellos advertir que el kirchnerismo y su propietaria siguen vivos, están presentes en cada reclamo social, de género o de cualquier otra causa que resulte disruptiva, a la que además lideran, tanto en la calle como en las redes y los medios. Peor debe resultarles advertir que la anunciada desaparición K no se está reflejando en las encuestas, más bien todo lo contrario. Y si bucean dentro del peronismo multiforme, la desilusión puede ser mayor, porque tampoco se  ha esfumado la importancia interna de la expresidente, al revés. Cuando a este panorama se agregan los recientes fallos de la justicia y de la Corte, es visible un resurgimiento de la pulsión cristinista, y el mensaje se torna más claro y resonante.  



Las últimas encuestas parecen hechas - no es que lo sean - para apoyar la teoría central del enfoque reelectoral macrista. Según ellas, Mauricio recupera aprobación, vencería en un balotaje a la viuda de Kirchner, pero perdería ante otros candidatos de un peronismo unificado. A su vez, Cristina crece en aceptación al mayor nivel posmandato. Datos que confirman la polarización buscada y al mismo tiempo desalientan a que el peronismo desplace a la procesada expresidente y se unifique tras otro candidato, el escenario más peligroso para el gobierno. 

Detrás de toda esta nebulosa mediática, operadora y encuestadora, está la realidad, que hay que tratar de desbrozar, por encima de la fe sobre la reelección y la mejora de la economía que predica el presidente ante un silencio respetuoso de sus diversos interlocutores. Sobre  el proceso electoral, nadie a esta altura puede arriesgar un pronóstico sin que se trate de lo que poco ortodoxamente se denomina un bolazo. La economía , en cambio, permite algunas reflexiones con algún grado mayor de certeza. 

Los economistas prudentes - e inseguros - ahora están prediciendo que la recuperación no vendrá tan pronto como creían. Aunque sea tardíamente, al menos evitan así una desilusión popular cuando la famosa V  se transforme en L, como era fácil colegir. Tampoco la recesión inevitable que intenta desarmar el desaguisado heredado del dúo Kirchner-Sturzenegger es una novedad. Sólo que, el tremendo parate que supone dejar de emitir y subir las tasas, ha hecho que los economistas descriptos al comienzo se desesperaran y empezaran a sugerir soluciones de confiscación del peor estilo para evitar - según ellos - la destrucción de las Pymes que quedan de pie, y aún de la gran industria (el adjetivo es de tamaño).  Las alternativas que se barajan al parate son como mínimo dudosas, sino irresponsabes. Los que aún siguen defendiendo el otro eslogan cambiemista, el del gradualismo, no quieren aceptar que el desastre económico que se vive y vivirá es la consecuencia de haber postergado el ajuste inicial a un alto costo, por temor y chapucería profesional, que se termina haciendo mal,  a los ponchazos, sobre los sectores incorrectos y con un costo y daño mucho mayor. 





Por las dudas, el incendio tan temido  ha sido postergado mediante la coima a los sectores vulnerables y a los sectores avivados de la sociedad, que se encarga de repartir con eficiencia la ministra Stanley. Este gasto, y otros que se ven venir, más los efectos negativos en la recaudación del doble parate configurado por la no emisión y el aumento tributario del presupuesto peronista de 2019, han comenzado a hacer pensar a muchos que el déficit cero que con tanto dibujo se logró, no podrá sostenerse. Eso, además del aplazo y enojo del Fondo que presupone, tiene otro problema, que es el modo de financiar cualquier desajuste presupuestario en una situación crediticia tan ajustada. 

Por fortuna, la balanza de cuenta corriente comercial se encamina a ser positiva, por el efecto de un tipo de cambio todavía propicio y el seudoahorro en importaciones que implica una recesión. A esto se suma la esperanza de buenas cosechas. Del otro lado, el monto de intereses a pagar por la deuda externa se vuelve relativamente más alto al bajar el PBI en dólares por el doble efecto, lo que produce un déficit financiero que puede llegar al 5% del producto y que tiene la misma gravedad que cualquier otro déficit. 

Es cierto que, pasado el escollo electoral, los flujos de fondos parecen no hacer temer por el futuro de los pagos de la deuda, pero eso supone cierta racionalidad cambiaria e impositiva, y que no haya obligación de dolarizar otras deudas, como sería el caso de las leliqs, si prosperan algunas de las sugerencias que dan vueltas. 

La suma de temores es la que arrastra para abajo el precio de los bonos. Uno de los temores es el retorno del peronismo. Muchos candidatos del movimiento aman cuando se dice que el temor es a Cristina y se imaginan reemplazándola.  Pero si se analiza fino, todos los nombres que aparecen hoy en el horizonte peronista fueron K en algún momento antes del 15 de diciembre de 2015. Créales a su propio riesgo. El otro temor, de igual calibre, es el que inspira el propio Cambiemos, por su progresismo, su tendencia a borrar con el codo lo que escribe con el Fondo, y su tendencia reelectoralista que lo hace hacer concesiones graves, como ocurre con el tipo de cambio nuevamente frenado y el carry trade que aún respira. 


A la expresidente procesada le conviene, por ahora, el miedo generalizado a que ella capitanee un nuevo default con sus políticas suicidas. Le quita inversiones, crédito y campo de acción política a Cambiemos, como ocurre con las PPP, paralizadas ahora nuevamente. Prominentes expertos, peronistas o no, pero enloquecidos,  parecen creer que hasta sería bueno que ese default y caos se materializase, tanto en la deuda interna como externa. Para limpiar y dar de nuevo - explican. Peronistas somos todos, decía el líder.