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Publicada 29/12/20 En El Observador

El largo momento más difícil 

 

Todo hace pensar que el año bisiesto, con sus efectos agoreros, será el 2021

y no el 2020, no sólo en la salud de los orientales





















Si hubiera que encontrar un símbolo del complicado momento pandémico que atraviesa Uruguay, ninguno mejor que el ofrecimiento argentino de ayudarlo a conseguir una vacuna contra el Covid-19. Si bien es de destacar y agradecer el gesto, hay un contenido irónico no inocente en la generosa oferta, sobre todo proviniendo de quien por razones secretas - o inconfesables – dejó caer la posibilidad de adquirir las vacunas de Pfizer y está sometiendo a su sociedad a un experimento putinesco que la puede lanzar a la estratósfera, con perdón por la alegoría. Fernández le cobra con sarcasmo cristinista a Lacalle Pou su incursión mediática sobredimensionada que lo mostró como un superhéroe en la lucha contra el coronavirus. Difícil creer que se haya tratado de un pedido del Canciller Bustillo, sería adjudicarle una torpeza inaceptable. Peor si creyese en serio en la posibilidad de usar a la sociedad uruguaya como cobayo, como Laika de la Sputnik V. Más grave aún si colaborase con el marketing espurio. Si tal fuera el caso, habría que recordarle un dicho que, parafraseado, diría así: “el que se acuesta con fernándeces, vacunado se levanta”

 

Fuera de ese tema, el recrudecimiento de los casos y las muertes es lapidario. Como todos los gobiernos de todos los países, la coalición sufrirá las críticas, las acusaciones y el desgaste en la opinión pública, más allá de cualquier decisión que tomare, y es justo que así sea, del mismo modo que gozó del efímero éxito de un arranque lento de los casos, beneficio que colaboró a hacer bajar la guardia de la prevención responsable. El concepto affichesco “El tapabocas es la única vacuna disponible” se entendió como un ejercicio de la libertad personal. Acaso habría sido mejor leerlo como “Tu tapabocas es mi única vacuna disponible”. 

 

Apostar al proyecto COVAX, como hizo Uruguay, parecía lo indicado, si no hubiera sido por tres factores. El primero es que la OMS es una burocracia inútil, quizás el único acierto entre los odios de Trump. El segundo es que Pfizer llegó primero, tanto por marketing como por la ayuda estadounidense, y no formaba parte de ese proyecto. Y el tercero es que la combinación volumen-dinero-sobre-la-mesa mueve montañas mucho más altas que las bucólicas cuchillas uruguayas. A eso hay que agregar los atrasos de Astrazeneca, Moderna y la vacuna china, que están a un paso de ser homologadas, y que sí forman parte del proyecto comentado. Todavía no está jugada la última carta en este tétrico póker, aunque lo cierto es que por ahora aparecen 30 países vacunando y otros 30 a un paso de hacerlo, lo que crea indefectiblemente un efecto de inoperancia e indolencia que tiene fuertes repercusiones políticas. 

 

Con esa premisa, la de asumir que será culpable cualquiera fuere la evolución de la enfermedad y los muertos, lo mejor para el gobierno es hacer lo que hay que hacer, sin locuras y sin flaquezas. Y decir claramente la verdad, explicar la situación, las razones y los tiempos. Y también las limitaciones de todo tipo que tiene el país para conseguir igualdad de trato. Algo parecido a lo que se decía ayer en la interna multicolor.  

 

Aún suponiendo con optimismo que se comenzase a vacunar en el primer trimestre del nuevo año, no se recuperará ni lejos la actividad plena en 2021, y eso incluye las clases escolares, que son el rompeburbujas ideal y que contribuyen a todo tipo de aflojamientos y descuidos en la actividad de las personas. De modo que cualquier recuperación retrocederá durante todo el nuevo año. Esto es grave presupuestariamente, pero también en las expectativas, al atrasar decisiones, contactos, emprendimientos, entusiasmos, evaluaciones, hasta el simple intercambio de ideas. Pocas veces ha resultado tan evidente el efecto de la acción humana en la economía, o mejor, pocas veces se ha probado tan contundentemente que la economía es simplemente la acción humana. 

 

Consumir dos de cinco años de un proyecto transformador y de resurrección dedicándose a tratar de que el país no se hunda aún más, es un daño de fondo de casi imposible recuperación. En el mejor de los casos, cualquier cambio que se logre hacia una sociedad de libertad de comercio, de valorización y respeto por el inversor, el capital y el ahorro, será usufructuado por el próximo gobierno u ordeñado o desbaratado, depende.  

 

Lo más grave, sin embargo, es que será muy difícil lograr que el estado se haga cargo de las subsidios que hasta hoy se otorgan, o mayores todavía, como se reclama y se reclamará. Las estadísticas no aclaran qué parte de la pobreza o del desempleo tiene que ver con la acción de s gobierno, con las ideas o con la pandemia. Serán esgrimidas como elemento de validación para todo tipo de accionar. Todo tipo. Como los presupuestos no permitirán semejantes generosidades, ni tampoco semejantes emisiones, ni el PIB permite más endeudamiento, la tensión será una constante y un fuerte torpedeo a los planes del gobierno. 

 

Además de los problemas auténticos, debe tenerse presente que los repartidores de salarios universales del mundo utilizan los parches aplicados a las cuarentenas globales para pregonar el éxito de sus teorías generosas y facilistas de felicidad para todos, cuando en realidad, se trata de medidas desesperadas de emergencia de corto plazo que estallarán si no pueden reducirse en un plazo no demasiado largo. 

 

Así como cada individuo ha puesto en suspenso su vida y la de su familia, sus proyectos y sueños por temor al virus, el otro virus del voluntarismo populista pone en suspenso la vida de las naciones. 2021 amenaza ser otro año en pausa para la economía y la sociedad uruguayas. El deseo de la columna para el nuevo año es estar equivocada en esta predicción.