Publicado en El Observador el 01/06/2021


Hacia el sueño de la jubilación 

sin trabajar

 

El riesgo de reformar lo que anda mal para hacer algo peor es la dura amenaza al futuro del equilibrio presupuestario y de la economía




 





La prórroga de 45 días solicitada para emitir su dictamen por la Comisión de Expertos que analiza la reforma al sistema jubilatorio no es sorpresiva. Tampoco será suficiente. Como se sabe, la necesidad del cambio se acrecienta con la presión de las calificadoras de riesgo y el FMI sobre la imperiosa necesidad de reducir los costos del régimen de retiros, que va camino a ser el mayor potenciador del déficit en el país, en la región y en el mundo, aún donde los regímenes sean privados. 

 

En consonancia con el diagnóstico de esta columna de que la cuestión es insoluble, todo hace pensar que cualquier propuesta terminará subiendo los costos en vez de bajarlos. La idea del Pilar Cero sobre la que está girando la discusión hoy, alcanza por si sola para varios años de debate. O para un debate permanente. Los expertos del comité hacen enormes esfuerzos dialécticos para asegurar que no se trata de una Renta Básica Universal, aunque se trata exactamente de eso, a poco que se analice los objetivos y la descripción de la prestación. 

 

Como el Pilar es una suerte de sueldo mensual mínimo indexado por inflación a ser soportado por el sistema, con prescindencia de que haya existido o no trabajo previo y aportes, de la recaudación o de cualquier otro limitante, al concepto de solidaridad intergeneracional que caracteriza el sistema de reparto, (algunos le llaman esquema Ponzi) se agrega ahora (y así se lo explica) la solidaridad intrageneracional. O sea, para los distraídos que no han comprendido lo que esto significa, que los trabajadores con más ingresos y con más años de aportes, subsidiarán con su retiro futuro a los que aportaron poco o no aportaron nunca. Lo que también lleva implícita la solidaridad interrubro laboral. Esto es porque los trabajadores de ramas tecnológicas o especializadas, con mayor formalidad y salarios, y también con más formación, estudios y preparación, subsidiarán a los que no tuvieron lo que se interpreta como suerte, cuando en realidad es esfuerzo, sacrificio, mérito (con perdón) y disciplina. 

 

Para verificarlo importa estudiar lo que ocurría un instante antes de la pandemia, si alguien se tomara el trabajo de analizar las cifras: el déficit cubierto por impuestos no se debía a las jubilaciones con aportes regulares, sino a todos los subsidios extrasistema de cualquier tipo, incluyendo las jubilaciones sin aportes. 

 

Como la nueva ecuación será deficitaria, aún con el subsidio obligatorio que se substraerá de los beneficiarios legítimos con aportes plenos, el bache se intentará rellenar con impuestos. (El argumento de que hay otros subsidios y recursos disponibles que se redigirían a financiar el Pilar Cero es ilusorio y desconoce deliberadamente el comportamiento de cualquier dádiva del estado y de cualquier subsidiado) También desconoce que, con la tendencia a la obsolescencia de muchas tareas, con la actual legislación laboral y con el accionar antiempleo del Pit-Cnt, esta criatura es un invento explosivo. No es viable la jubilación sin trabajo ni aportes previos. En ningún sistema. Salvo un ajuste en lo que se conoce como tasa de reemplazo, o sea de los haberes mensuales del jubilado. Con los efectos de la pandemia, en la coyuntura, el resultado empeora hasta meter miedo. 

 

Con lo que el déficit está garantizado. Pandora se sorprendería de las cosas que pueden salir del fondo de un comité de expertos, que además de ser sensible y solidario, tiene que compatibilizar criterios con el propio Pit-Cnt. Lo que significa que, cuando la propuesta de la comisión se evalúe financieramente, habrá que salir a buscar a quién gravar para que la ponencia sea viable. Y allí se harán tres descubrimientos. El primero, es que cualquier impuesto de cualquier naturaleza afecta siempre al nivel de empleo, casi instantáneamente. Lo que también afecta el nivel de bienestar y crecimiento. El segundo es que eso agrava el problema jubilatorio en una sinusoide fatal. El tercero es que la grieta, o las grietas, se han profundizado. Un círculo vicioso perfecto. Falta ver el nivel de daño que se infligirá a las AFAP, que ocupan el centro del blanco del odio de la central monopólica sindical. 

 

Grietas que no se abren sólo entre pobres y ricos, para ponerlo en términos de globosocialismo, sino entre quienes trabajan o no, entre quienes invierten tiempo, dinero y sacrificio en su formación y los que dicen que han sido postergados, casi desvalorizando el logro de quienes han padecido iguales privaciones y olvidos, pero han elegido otros caminos. No se trata de dejar de lado a quienes necesitan un auxilio económico imprescindible. Se trata de no mezclarlo ni financiera ni presupuestariamente con la jubilación, o sea de no ocultarlo. Porque eso abriría el camino a la demagogia populista sin costo aparente. La dádiva y la sumisión. Y más sabotaje al empleo.  


El problema de la jubilación es insoluble dentro del marco global del trabajo, o del cambio de la demanda laboral, mejor, lo que se agrava con el empecinamiento doméstico en expulsar el empleo y al empleador con impuestos, proteccionismo, monopolios estatales, sistemas rígidos y solidarismo voluntarista e instantáneo.

 

El principal partido opositor, el Pit-Cnt, como ya se ha dicho aquí, tendrá que elegir entre imperar sobre sus afiliados cautivos hasta que se extingan, o replantear su lugar y su papel en una transformación para que no sólo el sistema jubilatorio, sino el mercado de trabajo – vuelvan a funcionar y crecer y con ellos la economía. 

 

Más claramente, tendrá que elegir entre responder a su ideología internacional y lo que le conviene a los trabajadores de su país, una contradicción que deberá resolver para que el empleo no sea un imposible más grave que la jubilación. 



 

 

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