La hora del vecino


Las departamentales son la esencia de la democracia, no se deberían ideologizar ni militar con lealtad partidaria









Con apenas una década en Uruguay, jamás me atrevería a incurrir en el análisis político de fondo, por carecer de formación académica para ello, y porque no recuerdo el árbol genealógico de cada político y la intimidad y anécdotas de los partidos, desde 1811 hasta hoy, condición sine qua non para tal tarea. 


En cambio, me permito reflexionar sobre aspectos de las elecciones departamentales, que hoy tienen particular significado por las circunstancias políticas y por los desafíos del descalabro económico global generado por la pandemia y la adaptación a esa realidad. 

 

Es común leer que los votantes departamentales tienen una fidelidad partidaria e ideológica casi de hierro. Así, Montevideo es frenteamplista, Rivera es colorada y por el estilo. Hay un reduccionismo en tal idea, un desperdicio en la utilización del voto, la gran oportunidad para que los vecinos planteen y decidan sus problemas de cercanía y aspiraciones concretas sobre su entorno. 

 

¿Qué importancia tendrá la ideología en la calidad de los servicios esenciales? El saneamiento o la recolección de basura, o las obras esenciales, son gestión pura, no dialéctica, en la concreción y en sus costos, oportunidad, calidad y eficiencia. Tal debería ser el objeto de una elección departamental. Un juicio sobre la tarea realizada y sobre las propuestas para el futuro. Una concesión del unitarismo central a la voluntad del vecino, que éste debería aprovechar, no desperdiciar en oír discursos encendidos de ninguna tendencia. 

 

¿Está conforme el montevideano con la recolección de basura, por ejemplo? ¿Tolera la ciudad sucia, de hurgadores, con un foco infeccioso en cada contenedor desbordado? Quienquiera fuere el intendente deberá ser capaz de ponerle límites a ADEOM, el gremio que decide cuándo y cómo recoge los residuos. O dejarlos tirados. Hasta hay que negociar con él la oportunidad de compra y la cantidad de camiones que se incorporan, o la utilización o no de servicios privados en caso de huelga, o la declaración o no de la esencialidad, claudicación inaceptable que daña a la sociedad. Lo último que se necesita es una afinidad partidista entre la intendencia y ese gremio, del que el ciudadano es un rehén. ADEOM chantajeó a sus asociados que no acataron el paro político del PIT-CNT negándoles el regalo de reyes para sus hijos. ¿Es un sindicato al servicio de sus trabajadores o al revés? La confusión entre la militancia política y las tareas concretas que requiere una ciudad puede ser fatal. 

 

¿Esto que hay es todo lo que puede hacerse por Montevideo? ¿La luz mortecina virreinal de la mortecina Ciudad Vieja, el parto de cada nuevo semáforo, con más trámites y pasos que hacer un camino, no merecen un plan renovador? ¿Cuál es el plan de Colonia para enfrentar la pandemia, para recuperar el turismo o para atraer nuevos residentes o inversores? Ya perdió su actividad financiera impasiblemente. 


 




¿Qué hará Rocha con el Chuy para no seguir siendo una dependencia brasileña? Cómo encarará su turismo, con qué ideas y protocolos, ¿qué ofrecerá?  ¿Cómo planean Tacuarembó y Durazno asimilar los desafíos positivos y negativos que les plantea en Paso de los toros y Centenario la construcción de UPM2? ¿Cómo evitarán tener un Soweto, cómo manejarán los efluentes y aprovecharán las oportunidades que se ofrecen? Sobre eso se debe consultar a sus ciudadanos, no sobre las lealtades partidistas. Otra vez la metáfora de Deng se estrella en la cara de los ideólogos: “no importa si el gato es blanco o negro, sino que cace ratones”. Que tanto aplica en el caso de la elección de un intendente. 

 

Se puede seguir preguntando: ¿Cómo aprovechará Punta del Este su enorme potencial de todo el año? ¿Cómo aprovechará la afluencia de nuevos residentes balseros de Argentina? ¿Se han desarrollado adecuadamente los protocolos sanitarios, o se corre el riesgo de un estallido en plena temporada? ¿Aceptan sus votantes la proliferación de torres que la acercan a la ruinosa estética de Marbella? ¿Los vecinos de Manantiales aprecian la construcción de megacomplejos sobre la playa, antes inteligentemente vedada y ahora objetivo de los desarrolladores especialistas en negociar con las autoridades?  Las autoridades locales tienen mucho por explicar y proponer.  El voto sirve para evaluar gestiones pasadas y propuestas futuras. Como el fanatismo futbolero, el partidismo y la ideología sirven para esconder lo mal que juega el equipo, o lo mal que va a jugar, sostengo en mis columnas. 

 

Carrasco Sur, el barrio castigado por la Intendencia de Montevideo, es una lupa de los temas que afectan a la Ciudad. Desde la falta y saturación de contenedores, (retirados algunos a pedido de vecinos con amigos) a la proliferación del moderno reciclado vía hurgadores, a los impunes que arrojan su basura a la calle, a la mugre de los residuos grandes o los de poda, que el inefable ADEOM decidió en su capacidad de correligionario del Intendente no recolectar durante la pandemia. Y como frutilla ideológica, sufre la “policía arquitectónica” de una Comisión de Carrasco y Punta Gorda, dependiente de la División Planificación territorial de la IMM, que no sólo decide subjetivamente sobre la estética de las casas a construirse, aunque cumplan el código de edificación, sino que impide demoler casas que no son patrimonio histórico, salvo que se derrumben por efecto del tiempo. Estupidez que afecta el derecho de propiedad y a la estética que se alega defender, además de la actividad de la construcción. Mientras, en la misma zona se permite edificar edificios de departamentos. El problema de elegir partidos e ideologías, no gestión. 


Alguna vez Sarmiento definió muy bien la tarea de los funcionarios de cercanía: “nos pagan para juntar la bosta de las calles”


La lectora puede aducir que este concepto es válido para toda la política. Pero no soy politólogo, de modo que me abstengo de opinar. 




No comments:

Post a Comment