Argentina no ha muerto, sólo está 

en coma inducido kirchnerista

 

Urge una vacuna para la nueva cepa de Cristina, capaz de demoler cualquier economía, cualquier sociedad, cualquier país 





 

Para muchos que observan desde afuera, la situación del vecino es terminal. Hasta no falta quienes se regodean ante la agonía dolorosa de un país que otrora ostentó (demasiado) su riqueza y su cultura, y que ahora agoniza humillado y de rodillas, mendigando ayuda y batiendo records de pobres, muertos y déficits, sin que se avizore ni siquiera un esbozo de cambio, al borde mismo de la sumisión.  

 

Habrá que explicarles de nuevo algunas cuestiones que se omiten en el análisis superficial, o que se ignoran deliberadamente al repasar la historia y las causales que han llevado a esta instancia crucial, que van más lejos que lo que se conoce como peronismo pero que se enraíza en la demagogia del segundo gobierno de Yrigoyen y en el intento de las dictaduras militares posteriores de ganar el favor del pueblo con reparto de bondades, lo que ahora se conoce como populismo. Perón fue el fruto inventado institucional de esos intentos, que potenció y llevó al fanatismo, apoyado por los consejos proteccionistas del Stiglitz de esa hora, Raúl Prebisch, y alentado por su nefasta Cepal (nefasta antes y ahora) una industria protegida, mussoliniana y delictiva, mescolanza de amigos con permisos excepcionales, entreverada de la peor manera con militares metidos a dirigir empresas supuestamente estratégicas, como era la moda. 

 

Desde ahí en más, ningún gobierno de ningún signo se pudo liberar del prebendarismo, el populismo y la corrupción inherente a ese sistema. Al contrario. Toda la política fue adoptando las prácticas del justicialismo, incluyendo la corrupción. Aún las peores dictaduras aplicaron como herramientas la emisión, el déficit, el gasto, el endeudamiento, la coima, los sainetescos controles de precios. El temible Onganía inventa las Obras Sociales y se las regala al sindicalismo peronista millonario, la revolución del tirano Videla termina con controles de precios, tipo de cambio regido con una tablita devaluatoria, inflación reprimida y un sistema bancario amiguista, prebendario y corrupto, hasta hoy impune y, dando un gran salto para no redundar, Macri endeuda absurdamente al país para seguir repartiendo regalos a las provincias vía el ministro Frigerio y subsidios vía la ministra Stanley, que se los regaló a las orgas piqueteras y a sus dirigentes mordedores. ¡Y aún soporta hoy el fuego de examigos que lo acusan de no haberse acercado lo suficiente al peronismo! Y peor todavía, un sector importante de Juntos por el Cambio cree que su error fue no haber sido más peronistas. 

 

El retorno previsible del kirchnerismo, la franquicia actual del peronismo, con la amenaza inmediata del advenimiento de la franquicia sucesora heredada, el maxicamporismo, no solamente ha desatado una emisión descontrolada, sino que ha ahuyentado todo atisbo de inversión y ha acelerado la desinversión y el éxodo, con impuestos, inseguridad jurídica, improvisaciones, persecuciones a empresas, aumento de la burocracia y el gasto, amenazas permanentes y crecientes de regulaciones y expropiaciones, solidaridad con regímenes dictatoriales asesinos, disolución social, carencia de todo plan y presupuesto serio, una lista de defaults ocultados con apodos distintos y distintas complicidades, una estafa a los jubilados legítimos, una conducción incapaz, delirante e impredecible y, además, un nuevo endeudamiento.

 

La pandemia ha agravado algunas situaciones, pero aún sin cuarentenas y sus efectos el cuadro habría sido el mismo. Acaso es al contrario, la acción del peronismo agrava ahora los efectos de la pandemia, en lo económico, en lo social y de yapa en lo sanitario, con el paso de vouedeville irrespetuoso con la vacuna de Pfizer. Y falta agregar el constante ataque a las libertades, que el viernes la presidente virtual se encargó de reactivar, con la amenaza renovada de controlar los sistemas de Internet, y peor, de apoderarse del sistema de salud privado, único que funciona. 

 

Ningún país del mundo puede soportar lo que hizo y hace el peronismo (franquicia kirchnerista) sin ir a la ruina en poco tiempo. Contrario sensu, si milagrosamente se descubriera una vacuna contra el virus Cristina y sus políticas y delirios desaparecieran súbitamente del escenario argentino, el país despertaría y entraría en vías de recuperación instantáneamente. 

 

Lo que lleva a otra conclusión: todo país que copie el sistema asistencialista, de desestímulo al trabajo que crean los subsidios que en Argentina llegan a 20 millones de planes por mes, que pulverice y desprecie la inversión, que use los impuestos para mantener conquistas que no se ganaron o para cerrar las cuentas que los gobiernos no se atreven a controlar bajando el gasto, tendrá tarde o temprano el mismo final que ahora amenaza a Argentina. Si a eso se le agregan el odio, la psicopatía, la necesidad de impunidad y la decisión de destrozar la justicia y con ella la república, es obvio que el enfermo va a morir. Lo que se puede discutir es el tiempo que tomará cada organismo en hacerlo. 

 

Vale repetir un concepto: que la pandemia haya hecho que se recurriera a una emisión desesperada y a regalar ingresos sin trabajar no significa que ello sea sostenible ni que carezca de efectos graves. Ni la tasa cero de interés quiere decir que hay gente en el mundo dispuesta a financiar el populismo de ningún país. Ni aún las potencias más grandes están fuera de la regla, aunque los ideólogos crean que le han doblado el brazo a las reglas económicas. Argentina es, simplemente, un precursor, un adelantado. Lo que le ocurre es lo que le ocurrirá a cualquiera que copie sus procederes, o continúe haciéndolo. Y los efectos serán proporcionales cuánto en más aspectos se la copie.  Argentina, un ejemplo. 

 



La Madrina IV


 

 
















Desde principios de diciembre arrecian los avisos en todos los medios explicando los logros del gobierno, repitiendo la cascada voz de Alberto Fernández enumerando logros que sólo él ve y predicando el bienestar que está consiguiendo el pueblo bajo su mandato. (Jubilaciones, destacó anoche entre sus éxitos) O, adicionalmente, mensajes de bondad, solidaridad y empatía inventados e increíbles. Se trata de la clásica pauta, que, si bien no se había eliminado del todo, revive y se recupera de los cortes importantes pero insuficientes de la era Macri. Como se sabe, uno de los temas más complejos y engorrosos que debe encarar el peronismo, es confeccionar los avisos que justifiquen el pago de los espacios respectivos. Lo que da origen a dos negocios. O a tres. La creatividad de los avisos, casi siempre confiados a empresas ad hoc e ignotas, pero carísimos y ridículos, el pago del aviso o pauta al medio y comunicador, y el retorno, que como se sabe no existe, pero nunca baja del 15%. Además de la contraprestación de obsecuencia y obediencia que se espera como rédito de tal generosidad. 

 

Lo que muestra algo que hasta ahora no se había descripto. Para dominar al periodismo y manipular a la opinión pública no hace falta leyes opresivas, persecuciones judiciales inventadas como la de Daniel Santoro, escarnecido y martirizado por los defensores de Cristina, (defensores en sentido penal jurídico, o algo así) ni reformas constitucionales o de la justicia, ni amenazas, escraches o ataques físicos. Basta con fomentar que aparezcan cientos, miles de medios nuevos, y también cientos, miles de periodistas que soliciten auspicios, para disponer de una masa complaciente cuya supervivencia dependa exclusivamente de la pauta oficial, sindical o de alguna empresa con asociación impublicable con el estado. Sacerdocio informativo hybrid sin sacrificios. 

 

Una vez que se produce esa dependencia vital, todo es cuestión de aumentar el valor del auspicio, de retacearlo o de ofrecerlo oportunamente, como una golosina a un perro.  Seguramente un mínimo elogiable de protagonistas rechazará la sola idea. Pero una gran masa considerable, tanto de medios como de periodistas, será tentable por la metodología. Cualquiera familiarizado con la actividad sabe lo difícil, casi imposible que es subsistir en el medio, en especial cuando el lector, oyente o televidente no quiere comprender la importancia de apoyar con su suscripción al medio en que confía y dejarlo librado a “vivir de la publicidad”, una frase que condensa toda la superficialidad del público y la poca importancia que otorga a la tarea vital de la prensa libre e independiente en su vida, en la vida de la sociedad y en la defensa de la libertad. Resulta penoso y lamentable escuchar a esos comunicadores “mangueando” pauta oficial desde su micrófono, para no hablar de lo poco creíble que resulta su opinión después de semejante proceso de mendicidad. Eso suponiendo que el pago es mediante un auspicio o aviso y no en otra especie. 

 

Paralelamente, también resulta asqueante ver cómo magistrados y profesionales del derecho están dispuestos a cambiar su opinión jurídica de un momento para otro, ni siquiera con la excusa inválida de una supuesta militancia partidaria, sino a cambio de favores o dinero. Por ejemplo, el límite de 75 años para el retiro del servicio de justicia, otro regalo del bondadoso Alfonsín, que, en vez de servir para oxigenar el Poder Judicial, sirve como prenda de cambio de todos los acomodos. ¿Qué importa si la Corte declara inconstitucional o no la ley que modificó el Consejo de la Magistratura hace un lustro, o si se impiden los cambios legales que proponen los mandaderos de la Gran Procesada, si es mucho más fácil convencer a un magistrado o a un profesional para que vote de uno u otro modo según lo que acuerde? ¿Qué importa defender las instituciones si los individuos van a vender su opinión o su convicción al mejor postor? Una cadena no es más fuerte que el más débil de sus eslabones. 

Se acepta como un hecho que el deterioro de la educación en todos los niveles ha terminado formando egresados con un importante bagaje de desconocimiento e incompetencia, además de crear militantes desinformados o deformados que terminan legislando de cualquier modo, una de las herramientas más utilizadas por el gramscismo, y también por las maquinarias de corrección política que instalan agendas siempre disolventes y siempre esclavizantes. Pero no se pone atención en que una de las mayores deficiencias en la formación académica se da en el aspecto ético, que otrora era esencial y también constituía una garantía de seriedad profesional. Recuérdese cuando al médico se le pedía opinión sobre los temas familiares porque su ética era indisputada y su palabra santa. 

 

Como si se hubiera puesto especial esfuerzo en lograr semejante deterioro, la ética como materia de estudio, cuando existe, es una bolsa de patrañas ideologizada y superficial. Los ejemplos no existen ya tampoco ni en la docencia ni en el comportamiento de los políticos. Los comentaristas especializados demuestran su sapiencia “poniéndose en el lugar” de los políticos y tolerando y justificando su maquiavelismo antiético, y lo mismo se ha acostumbrado a hacer la sociedad. Lo que en las grandes universidades mundiales es un tema central, en Argentina es un relleno. A esto habrá que agregar la gran cantidad de políticos recibidos de abogados en dos años, cuando se toman el trabajo de fingir una carrera, o con títulos falsos o comprados, como el diploma virtual de la vicepresidente guardado en una caja fuerte a la que es tan afecta, seguramente por lo valioso de la rareza. No es exactamente una fragua de comportamiento ético. 

 

En esas éticas y estéticas devaluadas y truchas se forja el comportamiento profesional y social de la argentina de hoy. Sobre esos ejemplos se construye la supuesta estructura moral sobre la que se basa el contrato social, que tanto gusta mencionar la dueña del Senado. En este medio actual, la ética es casi una percepción personal optativa, una mera preferencia, como la sexual o de género. Una opinión provisoria y opcional, que se cambia por unos dólares. Los políticos y la prensa han racionalizado el delito. El concepto de negocio político, el de político profesional, el cambio de posición o de convicción por especulaciones personales o por corrupción, o por lo que fuera, es hoy no sólo aceptado sino considerado valioso y componente destacado de la inteligencia y capacidad funcional, sinónimo de habilidad política. 

 

En otro momento de la vida nacional, o en otra época argentina más gloriosa, debería decirse, un cambio inexplicable y brutal como el del doctor Recondo en su posición sobre el Consejo de la Magistratura habría terminado en suicidio, por la razón que fuese. La ética en ese entonces se llamaba honor. Parece exagerado, pero tras su regalo a la expresidenta de la independencia judicial, el silencio de sus pares más respetables debe hacerle el mismo estruendo que un balazo.  

 

Para ponerlo en términos más entendibles, bajos, groseros y baratos, el presidente, que miente y se contradice en cada palabra, en cada discurso, en cada frase, en cada promesa que hace y en cada explicación que da cuando no cumple las promesas que hace y toma por idiota a toda la ciudadanía, (como anoche) enseña Derecho Penal en la Universidad de Buenos Aires, donde se formaron muchos prohombres, y promujeres que fueron señeros. El mismo presidente que lucha denodada y disciplinadamente por la inmerecida impunidad de sus socios peronistas. La ética ha muerto. Junto con la ley. 

 

Si la prensa no está para señalar la corrupción de los ladrones públicos, como decía Pulitzer,  por falta de coraje, por presiones o por compra al contado, si los abogados y los profesionales elegidos para respaldar con su ética, su probidad, su formación y su conducta se venden o se entregan y no defienden lo que han sido elegidos para defender, no hay Constitución, ni Corte Suprema, ni Consejo de la Magistratura que resista. Ya ni siquiera es cuestión de magistrados. Es cuestión de ética, compromiso y honor de quienes reciben la confianza de sus compatriotas, con el formato que fuere.  Quién tuvo la culpa de semejante situación no es tarea de esta columna, ni está en capacidad de discernirlo. Pero las consecuencias están a la vista, y como ya se ha dicho, son multipartidarias, en grado diverso.

 

Los grandes empresarios, contratistas, supuestos inversores con dinero del estado, permanentes mendicantes de la ayuda y solidaridad del estado y la sociedad, se acomodan a esa misma ética de cabotaje, que les resulta muy conveniente y rentable. Para estos capitalistas ricos a costa de demandar al estado en juicios provocados y de un proteccionismo que los defiende de toda incomodidad, la ética, concebida como aquí se describe, también es una molestia inaceptable. De modo que su solidaridad con sus socios estatistas es absoluta, y el concepto ético es motivo de burla, como si se tratara de una inocentada infantil. De modo que tampoco cabe esperar por ahí una resistencia, un llamado de atención o un cambio. Al contrario. La corrupción de las conductas no es sólo multipartidaria, también es multisectorial. 

 

En ese marco, aparece la pandemia, que el gobierno del disléxico dúo Fernández- Fernández ha manejado tan mal, con tantas contradicciones, mentiras y hasta bloopers que casi llamarían a la risa cuando los protagoniza el ministro de salud, un ministro de cartoon, o de cartón, quien sabe. De nuevo se llega a las instituciones y a las personas que las representan. De nuevo se llega a la sospecha generalizada en un tema que no admite falta de ética: los muertos. ¿Gines González miente para proteger al presidente o ejercita su propia torpeza sin sanción? ¿La sufriente sociedad no merece una respuesta y una explicación que no sea un verso a lo que pasó con Pfizer? 

 

Casi en bloque la sociedad no anestesiada por el discurso ideológico cree que detrás del reemplazo de la vacuna de la empresa americana por la rusa o la que venga se oculta una maniobra dolosa de las que se han denunciado varias en los gobiernos kirchneristas. ¿Habrá alguien que tenga la responsabilidad para hablar? ¿Se comprenderá este clamor de que el pueblo quiere saber de qué se trata, como en 1810? ¿Qué nos están haciendo? Es la pregunta latente desesperada. ¿Qué nos van a hacer? 

 

En los libros que cuentan la historia de la mafia - ficcionales o históricos – el capomafia siempre se ocupa de poner algún límite. “En ese negocio no participamos”- Decía don Corleone, por ejemplo. No distinto a los límites que fijaban en la realidad Al Capone o Giancana. No conforme con la fidelidad de sus películas a los libros originales de Mario Puzo, Francis Ford Coppsola se apresta a filmar una suerte de El Padrino IV, con un nuevo final para El Padrino III. 

 

Argentina también está en su cuarta versión de kirchnerismo, que esta vez no parece respetar ningún límite, en lo jurídico, lo constitucional, lo electoral, lo económico, en la impunidad, en la vocación de disolución de soberanía y unidad territorial y cultural, y ahora en la salud pública. Y, siguiendo con la comparación con Chicago del ‘29, no parece tener una conducción única que determine qué es lo que no está dispuesto a hacer, dónde quiere detenerse o en qué punto estará satisfecho. Y esta no es una referencia al gobierno exclusivamente, sino a todo el sistema descripto y a cada uno de sus componentes y cómplices. 

 

Como parece que el presidente se ha subordinado y ha besado el anillo de su vice, (Hice lo que me mandaste - confesó ayer) habrá que descartar, afortunadamente, una solución al estilo de Puzo cuando se estorban dos padrinos de igual nivel.  Pero la que sí ha llegado a su limite es la sociedad no adormecida, que está empezando a clamar por un Elliot Ness. La tramoya de la vacuna es un límite inaceptable. Aún para un pueblo camino a la sumisión.

 






Publicado en El Observador 15/12/2020


La venganza del virus

 

Reflexiones sobre el comportamiento social, las medidas del gobierno y 

los efectos de la crisis sanitaria

 




















En una evolución acorde con las curvas mundiales, el coronavirus avanza ahora a paso marcial sobre la población oriental con peligroso ritmo. Si bien el patrón responde al trazado universal de la pandemia, hay razones locales que agregar. (Sin incursionar en cuestiones médicas que la columna ignora, entre otros temas)

 

Aunque el gobierno siga afirmando que la traza de cada brote está controlada, esa no parece ser la impresión de quienes están en el frente de combate. La frase más oída es: “hay muchos más casos de los que se declaran”. Es muy posible. La lectora conocerá casos de amigos que deciden no informar de sus síntomas ni hisoparse, para evitar el incordio de todo el proceso, más el aislamiento laboral, económico y social que ello implica. Se agregan las dificultades y demoras para ser hisopado y para conocer el resultado del test. El sistema es muy deficitario en ese aspecto, al punto que fomenta escaparse u ocultar el contagio. No es un tema menor y es una mezcla de responsabilidades entre el sistema, o el gobierno, como se prefiera, y una parte de la población que reacciona antisocialmente, y no sólo en sectores marginales. 

 

En ese rubro hay mucho por mejorar. Los 15,000 testeos que se prometieron todavía no están ni lejanamente vigentes y las carencias administrativas son enormes. Un método de voluntariado podría ser útil, pero debe ser organizado, desde los call centers hasta los seguimientos. Esos 10,000 testeos adicionales deben ser preventivos, repetitivos y planificados. Geriátricos, clubes, personal de salud, centros educativos y otros deben ser testeados sistemática, periódica y obsesivamente. No se trata meramente de aumentar el número de hisopados, sino de hacerlo con un plan.  

 

Ciertas acciones deben ser compulsivas. Es válida y aceptable la posición del presidente cuando dice que no está dispuesto a detener o procesar a alguien que sale a buscar un peso para dar de comer a sus hijos. Pero una fiesta clandestina, con propósito o no de lucro, debe ser disuelta de inmediato y considerada un delito flagrante. Lo mismo que las infracciones a la cuarentena, se trate de uruguayos o extranjeros. Y los ciudadanos deben ser estimulados a denunciar ese comportamiento delictivo, adjetivo que puede avalar cualquier epidemiólogo. Denunciar semejantes procederes no es diferente a denunciar una agresión armada. 

 

La decisión argentina de abrir las fronteras sin cuarentena plantea otro problema. Los viajes de uruguayos y argentinos a Buenos Aires son y serán una fuente inagotable de contagio, sobre la que hay que actuar con energía. Los regresos luego de esas vacaciones peligrosas deben ser rigurosamente controlados. Sin excepciones, no como ocurre hoy. 

 

Es plausible la decisión de no implementar una cuarentena generalizada, una muestra de impotencia. Pero hay muchos caminos por tomar y recursos por agotar sin llegar a esos extremos. Para usar un solo ejemplo, los dueños de propiedades argentinos presionan por poder entrar a Uruguay. No los mueve sólo el deseo de vacacionar, ya apagado por la realidad. También hay preocupaciones por los copamientos y usurpaciones en algunas áreas. Los intendentes de las zonas de turismo que claman por el ingreso de esos propietarios deberían ocuparse de garantizar la seguridad, un viejo reclamo, y de persuadir a bajar mucho más los precios de alquileres, para fomentar el turismo local, tarea en la que siempre fallan. El ejemplo de la Intendente de Montevideo de colaborar con el gobierno nacional en todas sus medidas debe ser imitado sin cortapisas. Las fronteras deben seguir cerradas, más que nunca. Para quienes ponen la ideología por delante de todo, habrá que recordar que los sectores más afectadas por el aumento de casos, tanto en la salud como en lo económico, son siempre los más precarizados. 

 

Si bien hay que destacar y agradecer que el número de ocupación de camas está bajo control, las muertes se mantienen en el promedio mundial, lo que nunca es un atenuante. Por eso importa tener más información sobre los planes de vacunación, que vagamente se supone que comenzarán en otoño. Un tema vital tanto en lo sanitario como en lo económico. Y nada fácil. La vacuna de Pfizer, la única que tiene aprobación de algún organismo confiable, difícilmente pueda ser utilizada masivamente en el medio local. No ya por el costo, sino por la necesidad de conservarla a bajísimas temperaturas, lo que implica un control de la cadena de frío que la torna selectiva por definición. Pese a ello, se debe permitir el acceso privado a las vacunas aprobadas de cualquier origen. Toda barrera que corte la difusión del virus debe ser utilizada. No se trata de una cuestión de igualdad de oportunidades, ni de igualar para abajo. El estado debe vacunar gratuitamente a toda la población, pero si alguien puede comprar una vacuna privadamente debe permitírsele hacerlo, lo antes posible. El virus no se corta por lo más delgado, sino por donde se puede. 

 

En otro plano, el peso del virus sobre la economía aumenta en la misma proporción que los casos. Al afectar duramente las expectativas se adormece el entusiasmo, la acción humana. Unido al cepo del Mercosur y a un quedo en el impulso del gobierno, que entre otras cosas frenó la desmonopolización petrolera de la fatal ANCAP y la eliminación de su omnipresencia multirubro, es preocupante. Como lo es la parálisis en la inmigración e inversión de emprendedores argentinos, demorada por la pandemia. 

 

La Navidad y el año nuevo plantean otro falso desafío. La necesidad de reunirse, celebrar, abrazarse, besarse, compartir, reencontrarse. Esta vez, en cambio, debe ser un momento austero y de reflexión, más que un réveillon o una bacanal pirotécnica, multitudinaria y burbujeante. Tal vez no venga mal. 






Publicado en El Observador. 8.12.20


La convivencia democrática como ventaja geopolítica

 

El pretexto de defender la democracia con acción directa la desvirtúa fatalmente

 

Cuando en 2008 Barack Obama ganó la presidencia norteamericana el Partido Republicano empezó, antes de la asunción, una oposición salvaje al nuevo gobierno. Influido por una delirante Sarah Palin, candidata a vice derrotada, y otros desorbitados, creó el Tea Party, especie de rama interna de KuKluxKlan político, para oponerse por sistema a cualquier decisión o proyecto de la conducción demócrata. 

 

Si bien la mayoría demócrata en el Congreso impidió una real obstrucción al proceso legislativo, la acción del GOP anuló la formulación de políticas bipartidarias, que tanto necesitaba ese país, en especial en el manejo de la Crisis de los subprime la bomba de tiempo creada por George Bush (h) con la ayuda de un Alan Greenspan que a esa altura había dejado de ser serio. Los mandatos de Obama transcurrieron sin pena ni gloria, salvo en la duplicación de la deuda norteamericana, que sin llegar a la marca de Reagan se disparó, en buena parte como consecuencia de la crisis financiera de 2008 y el salvamento al sistema bancario y de varios banqueros ladrones, de paso. 

 

El Tea Party, una reacción rabiosa difícil de no conectar con la condición racial de Barak, se oponía a las políticas anticapitalistas y antibélicas que supuestamente aplicaría el ganador. Fue un precursor de lo que ocurre hoy en el mundo, empezando por el propio EEUU. 

 

Donald Trump, del que Palin fue mentora, está hoy yendo más lejos: fogonea una desobediencia civil para impedir gobernar al presidente recientemente elegido. Sus argumentos de un fraude masivo, (esgrimidos con sorprendente premonición precomicial) no han sido convalidados hasta hoy por ningún juez estatal ni federal en ninguna instancia, ni apoyados por el propio Procurador general de Trump. 

 

La importante masa de votantes del GOP sostiene que el Partido Demócrata está copado por el comunismo y que urge un movimiento de resistencia ciudadana ante lo que consideran el fin del capitalismo y de la propia democracia. Eso implica la parálisis del país, la invasión masiva de las calles, la rebelión fiscal y sus subproductos, con final impredecible. 

 

Para defender la democracia y el capitalismo, emprenden acciones que van frontalmente contra la democracia y el capitalismo. Cabe preguntarse cual de las dos líneas de pensamiento dinamitará más rápido al sistema, si la de quienes lo atacan o la de quienes lo pretenden defender. Este futuro inmediato, en pleno intento de recuperación de la pandemia, preanuncia un golpe durísimo a la confianza, la inversión y el empleo. 

 

Estados Unidos no es único en esta línea. Europa ya padece y padecerá diversas rebeliones en las calles, como las de París o peores, por razones totalmente opuestas: la lucha por la igualdad, contra la concentración de riqueza,  los supuestos derechos sociales, la ignominia del neoliberalismo - sea lo que significara ese apodo - el egoísmo del capitalismo y el clamor por un salario universal sin trabajar y por más bienestar provisto por el estado.  Orquestadas, como se vio y verá en Chile. Tanto la izquierda como la derecha, en una división simplificadora, creen en la democracia sólo cuando ganan, y desacatan sus resultados cuando pierden. Rara forma de democracia directa, una democracia optativa, según el resultado. 

 

El tema empeora cuando los partidos y los políticos – cuya calidad y grandeza disminuyen notoria y velozmente y que han hecho de la política un negocio, exacerban estos movimientos con la ayuda de empresarios interesados vía todos los mecanismos comunicacionales, desde las redes a los grandes entes burocráticos internacionales, formales o solapados. 

 

Como todo conduce a la desaparición de la democracia real y a un reemplazo de las decisiones populares por las del estado anónimo, a este paso la libertad es la próxima víctima. Y el atraso y subyugación de los pueblos su consecuencia última. Porque este golpear antidemocrático en nombre de la libertad y la protección del ciudadano, desemboca irremisiblemente en la esclavitud, el atraso y la sumisión. 

 

Ahora agréguese la pandemia. La columna ha sostenido que el superprotagonismo del estado, azuzado por el miedo inducido, lo transformó en policía bueno y repartidor de salarios y subsidios. Eso hace creer que tal proceder ha triunfado filosóficamente y es el nuevo paradigma. Al igual que el caos artificial callejero da pábulo a sostener que su origen es la injusticia, cuando su origen real es la manipulación. Tampoco parece resolverse con ese criterio el problema de la generación de riqueza. El mismo problema que el comunismo no pudo resolver hace 100 años.  

Mirando el panorama con la modesta lupa doméstica, para no ser arrastrado por la marea habrá que recordar que la democracia es el gobierno de muchas minorías que se unen para votar. Y que respetan a las otras minorías. Principio cuyo cumplimiento todos reclaman, y todos olvidan cuando ganan. 

 

La diferencia en la actitud y el recato de la familia del presidente Vázquez y la familia de Maradona, y el proceder del presidente Lacalle Pou contrastando con el del presidente Fernández, no son meramente una cuestión de estilo, ni de idiosincrasia. Reflejan una diferencia monumental de criterio sobre los hombres públicos. En los grandes países, los políticos son servidores, esclavos de la sociedad. (Borgen) En otros, la sociedad es esclava de los políticos con el riesgo de serlo más. 

 

Hace 200 años, desde el exilio, San Martín escribia a O’Higgins: “el país está dividido en dos partidos, y cada uno cree que por el bien de la Nación el otro debe desaparecer de la faz de la tierra. 

 

En el proceloso futuro, que el pueblo y los políticos respeten y defiendan la democracia, ganen o pierdan, será una ventaja geopolítica fundamental, que hay que preservar a toda costa. 

 



Publicado en El Observador 1/12/2020
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La Constitución, el arma mortal de Cristina para la venezolanización, la impunidad y la monarquía kirchnerista

 

La Carta magna es el vehículo, no el límite, de la reina del Senado y regente argentina en su camino a la dictadura electoral





Se dice que el gobierno de la viuda de Kirchner infringe por sistema la Constitución con un triple objetivo: lograr su impunidad, alinear al país en la línea Venezuela-Cuba-patriagrandista y fabricar un voto mayoritario que le garantice su sucesión familiar en el poder, en línea con su formación cursada en una satrapía provincial, como cabe a una baronesa peronista. 

 

Como Chávez antes y Maduro ahora, la abogada putativa populista viene usando crecientemente cada uno de los recursos o vacíos legales que le brinda la Ley Fundamental para formatear a la sociedad en un conjunto de borregos fanatizados que simplemente sigan las consignas que se les dicte y voten a quien se les ordene y lo que se les ordene. Sin embargo, será muy difícil demostrar la inconstitucionalidad de su proceder. Tanto desde la letra como desde la acción de la Corte Suprema.

 

Si bien los constitucionalistas fulminan sus atropellos, la jefa peronista ha estado siempre muy bien asesorada sobre los recovecos legales, o sea que viene haciendo muy bien el mal. Debería estudiarse su accionar como la medicina estudia a los virus, no los desprecia ni los niega. 

 

En la fase actual de su plan usa hábilmente la veloz y sospechada reforma de 1994, de la que fue constituyente. Tras la apabullante derrota de medio término de 1993, la Unión Cívica Radical, presidida por Alfonsín, se compró el argumento de Carlos Menem que sostenía en la negociación truquera que tenía mayoría para plebiscitar una reforma que le permitiría reelegirse por 6 años, y que luego sería fácil erigir como presidente a Eduardo Duhalde por otros 6 años, con lo que el radicalismo no volvería al poder por 12 años. 

 

En cambio – argumentaba el astuto riojano – si la UCR consensuaba una reforma, él se postularía sólo por 4 años y garantizaría que su sucesor fuera radical. La cuestionada Junta Coordinadora radical defendió a ultranza el pacto, que se llamó de Olivos, y que mereció duras críticas del ministro del interior de Menem, Gustavo Béliz, quién se alejó del gobierno y de la política agitando la acusación de “valijas con dinero” cambiando de manos. Los bolsos, se sabe, son un apotegma peronista, a veces multipartidario. 

 

Alfonsín cedió, pero impuso varios artículos como condición, que fueron rápidamente aceptados por Menem, cuyo interés único era la reelección. Cumpliría minuciosamente su palabra, al extremo de enojar a su excompañero Duhalde, a quien saboteó en 1999 para permitir el triunfo del radical de la Rúa.

 

Así se crearon varias instituciones a las apuradas. Una de ellas el Ministerio Público, un cuarto poder autónomo que instauraba el cargo de Procurador General. Ese cambio, de vital importancia, tiene en el texto de 1994 apenas un artículo de 4 líneas. Deja librado al Congreso las mayorías requeridas y todo el funcionamiento. Es decir, crea un cuarto poder, pero lo condena a ser manejado por el Senado. Ese agujero jurídico elemental es usado por Cristina hoy. Y logra manejarlo porque en el fondo así lo establece la Constitución. Los dos tercios de mayoría agravada para designar a este funcionario clave, que la maxiimputada va a demoler, debieron estar en el texto constitucional. Los constituyentes gallináceos delegaron esa decisión en el Senado, hoy a cargo del zorro. 

 

 

La institución del Decreto de Necesidad y Urgencia es otro precipicio legal que permite al presidente pasar una ley en minoría en ambas cámaras (sic). ¡La Constitución creando una norma anticonstitucional! Y, de yapa, delegando su diseño completo en manos del Congreso, que se suicida dictando una ley que le quita su función excluyente. Esa ley del DNU fue utilizada para robar a los jubilados y otros atropellos.  

 

La Constitución que define al país como federal, también obligó en 1994 a dictar una ley de Coparticipación entre las provincias y la nación no después de 1996, un aborto unitario. La esencia misma del sistema económico merece sólo un artículo de 4 líneas en la Carta Magna. De todos modos, nunca se hizo. La falla es la herramienta principal de la dueña del Senado para destrozar la oposición que percibe abroquelada en la Capital Federal.

 

Mucho del manoseo a la justicia para exculpar a la expresidente-presidente ocurre por la creación en 1994 del Consejo de la Magistratura, que al mismo tiempo establece un sistema paralelo de jury de enjuiciamiento a jueces inferiores, una suerte de duplicidad deliberada. El Consejo es un gran avance, pero se instituyó con un articulado precario, que pone en manos de la política a la que se pretende controlar la composición y manejo de la institución. Hoy es otro herramental kirchnerista que usa a discreción, luego de varias reformas y toqueteos. ¿Inconstitucional? No. Pero muy efectivo para manipular jueces, otro bisturí de la cirugía cristinista de impunidad.

 

La limitación de la reforma sobre la edad de retiro de los ministros de la Corte también es un arma que el kirchnerismo ha usado hábilmente como amenaza y moneda de cambio, junto a los carpetazos por negocios incompatibles, que no son especialidad de los constitucionalistas. 

 

La destrucción de la educación y el indoctrinamiento escolar, ingredientes de masificación imprescindibles, son usados abiertamente por el kirchnerismo, pero ello no es inconstitucional, aunque sea aborrecible y vil. Como no lo son el accionar disolvente del abolicionismo de la ministra de seguridad y la tolerancia de los gobernadores socios a la resignación de soberanía a manos de los violentos mapuches con ascendientes ingleses, galeses, españoles e italianos, o sea originarios. 

 

La misma técnica de los países que eliminaron las libertades y la propiedad. Dentro de la ley todo, decía Perón. Las leyes las escribía él, claro. 

 

 


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Publicado en El Observador 24/11/2020


La jubilación: ¿reforma o tapadádivas?

 

Lo primero a reformar es la discrecionalidad del estado en el uso de aportes ajenos

 





Una comisión de expertos revisa el sistema jubilatorio. ¡Tiemblen mis cuadernas! – Diría un antiguo hidalgo español. Luego del ejemplo (injusto) de la performance de muchas comisiones mundiales de expertos durante la pandemia, siempre las decisiones de un comité, por democrático que eso suene, meten miedo. El tema en sí ya es explosivo. Se mezclan en él la discusión sobre la función del estado y de la acción privada, el concepto de solidaridad, el drama de la ancianidad la necesidad de no encarecer más aún los costos laborales, los derechos adquiridos de quienes, guste o no, tienen un contrato firmado con el estado, que, aunque de adhesión obligatoria, sigue siendo un contrato. 

 

La columna ha advertido que se busca una solución con la que nadie estará conforme. Y habrá que prepararse para un proceso largo, con correcciones y agregados. La situación laboral mundial meterá al retiro en un pantano de inseguridad imposible de evitar por ley ni con populismos, sin caer en el desastre a corto plazo. 

 

Es prudente enfocarse en los errores a evitar más que en hallar las soluciones mágicas. Y el primer error es politizar, partidizar o ideologizar la cuestión. El caso es demasiado serio como para meterlo en semejante corsé. Habrá que repasar algunos conceptos básicos que se han olvidado o distorsionado, incluyendo la simple matemática. Algunos ya han sido expresados aquí, la reiteración se impone frente a la repetición de eslóganes vetustos. 

 

El primero es el correlato de hierro solidaridad-estado conque se enfoca siempre la problemática. Partiendo de la obligatoriedad del aporte, que implica la negación de la capacidad de pensar del individuo, base de la esclavitud feudal y monárquica, se crea el contrato de adhesión forzosa que caracteriza al sistema y que se conoce como “de reparto”. Esa denominación también es engañosa, porque hace suponer que se trata de una limosna, una gracia que el soberano concede y no un derecho contractual. También supone automáticamente la solidaridad entre todos los aportantes. Eso es cierto en lo que hace a la relación intergeneracional: los aportes de hoy satisfacen el pago de los retiros de ayer. Pero no debe significar que los aportes de cada uno puedan perder su identidad y repartirse entre todos. Cuando un gobierno otorga subsidios, seguros de desempleo o pensiones de cualquier tipo con los aportes de los trabajadores, o convalida retiros sin aportes previos, está incumpliendo ese contrato que cree que no ha firmado, porque el método es “de reparto” cuando le conviene. La solidaridad es intergeneracional, pero los aportes no son una limosna obligatoria anónima que el estado redirige a voluntad,  justa o injustamente. Por eso, la cuenta nominal individual debe ser la primera reforma. 

 

Si se restan de las erogaciones todos esos rubros y los retiros concedidos graciosamente, se observará que el sistema está en equilibrio, por lo menos hasta un minuto antes de la pandemia. De modo que cuando se habla del inminente colapso, se está hablando de que la discrecionalidad de la política introdujo gastos que infringen e incumplen el contrato de adhesión firmado de prepo por cualquier trabajador, que estresaron el sistema. Esa es la realidad del planteo. Que luego se le asigne parte de algún impuesto general para compensar esas dádivas confunde a la opinión pública cuando se analiza el sistema de retiros. Lo que no alcanza es la plata para subsidiar. No la plata para jubilar. 

 

 

 

Ese falso criterio lleva a afirmar que el sistema jubilatorio toca fondo, cuando lo que toca fondo es la discrecionalidad estatal para manotear esos aportes sagrados y repartirlos como se le de la gana. Sostener que el estado debe entrometerse aún más, y propugnar un aumento de las cargas laborales de la patronal es autoengaño.  Además de chocarse con el sueño del valor agregado, imprescindible pero sólo declamado, insistir en el mismo fracaso es seguir saboteando el empleo y apañando el gasto del estado no relacionado con los retiros. 

 

El paso siguiente es proponer incumplir otro contrato, el de las AFAP, como hizo Argentina con resultados que no hace falta explicar. Monstruosidad que elimina una alternativa suplementaria que puede ser parte de la solución, y crea una inseguridad jurídica innecesaria, con un apoderamiento ilegal de fondos y pone en manos de cualquier gobierno una masa de dinero fuera del sistema que se repartiría seguramente mal. 

 

Otro error fatal es compararse con los beneficios jubilatorios de países altamente desarrollados, bajo el paraguas de la Unión Europea. No hay cómo parangonar esquemas de alto valor agregado con una economía casi pastoril que pugna por condiciones dignas para nuevos formatos laborales. Torpedear esa posibilidad es condenar a cualquier reforma a fracasar en pocos meses. Y también es dudoso que los países que se usan de ejemplo de dispendio puedan sostener sus graciosas concesiones en el nuevo panorama proteccionista global, a menos que recurran al espejismo de la inflación. 

 

Es equivocado creer que un retroceso en la libertad de comercio globalizada hace innecesaria la competitividad. A menos que se quiera quedar encerrado entre la carne y la pulpa, lo que no colaborará a una solución. 

 

El empleo en el mundo será escaso y difícil por largo tiempo, por el freno que pisaron Trump y otros proteccionistas, por la pandemia y por la cobardía política. No hay cómo evitar que los jubilados sigan igual suerte que los trabajadores. Si se trata de hacerlo se corre el riesgo seguro de empeorar su situación, como ocurre en Argentina. Por eso toda reforma será larga, de años.

 

Y si el estado quiere dar subsidios debe darlos y pagarlos por otra vía. No escondiéndolos tras el disfraz del BPS, en una deliberada y conveniente confusión.

 

 

 

Publicado en El Observador 17/11/2020





La importancia de alinearse

 

Hay que negociar con quienes elijan continuar y profundizar la globalización





 La pandemia es la excusa que faltaba para acabar con la globalización, el formidable intercambio universal de comercio, personas, servicios, inversiones, logística y libertad de los últimos 40 años. Ese círculo virtuoso coincidió con el auge de Internet y su mundo nuevo de negocios, creó riqueza y bienestar y sacó de la pobreza a más gente que ninguna otra etapa o mecanismo en la historia. 

 

La reacción de los fabricantes de diligencias y velas tenía que llegar. La empezó Trump, pero Biden no cambiará demasiado ese panorama. Por la ensalada de ideas de su propio partido, la composición del Congreso, la confusión que hereda y porque al viejo aparato económico le conviene que América sea “para los americanos”, en un significado distinto al que le dieran Monroe y Quincy Adams. Tampoco lo hará Europa, sin Merkel y con gobiernos de burócratas acosados por la turbamulta.

 

Que se haya castrado el libre comercio no quiere decir que el criterio sea válido, y menos que sea reemplazable con gasto y emisión. Eso tendrá consecuencias. Quienes sigan tales rumbos, por decisión o necesidad, se enfrentarán a largos años de deterioro, desempleo y pobreza. Primero las economías más pequeñas y luego las otras. EEUU ya pasó por dramas parecidos, aunque siempre se los cobra al mundo. 

 

Tampoco habría que contar con la región para ninguna asociación inteligente. Chile acaba de abrir una discusión constitucional que -aún con varios anticuerpos y vacunas en su mecanismo – garantiza protestas, parálisis y violencia por dos o tres años clave. Brasil desperdició su momento político y su oportunidad en parte por la pandemia y la desconfianza que acarrea el delirio de su presidente, en parte porque su proteccionismo industrial a ultranza sin el apoyo de Trump lo condena a una cerrazón con resultados previsibles. Difícil ver ahí a un socio para negociar tratados con el mundo ni aún para comprar producción uruguaya. Y cuando empiecen las protestas en serio habrá complicaciones de envergadura. 

 

Argentina desaparece cada día, gobernada no por una coalición, como algún periodismo complaciente hace creer, sino por un conventillo político. Negocia ahora un acuerdo con el FMI en el que ya ha resignado su absurda esperanza de dinero fresco y, pese a lo que asegurara, está comprometiendo un ajuste que necesariamente será explosivo: desde un nuevo saqueo a los jubilados con 40 años de aportes, a la eliminación del IFE, el subsidio por la no-cuarentena, que venía paliando la pobreza colosal, con un coeficiente que angustia. Ambas medidas, además de los efectos individuales y de las consecuencias populares, unidas al ucase de parar la emisión desenfrenada, vaticinan una caída dura del consumo, que profundizará la baja del PIB. 

 

También deberá recomponer las tarifas de energía, algo que el peronismo tanto criticó al gobierno de Macri y que ahora descubre inevitable. Otro golpe al consumo. Dentro del paquete se ha reflotado el llamado impuesto a la riqueza, capricho del delfín Máximo que atacará a la producción y a las grandes empresas y sus accionistas en todo el mundo. No recaudará virtualmente nada, salvo miles de juicios, pero alejará cualquier remoto propósito de inversión. Hay más gravámenes ocultos que se irán descubriendo. 

 

En ese estado de cosas, que tiende sólo a que el Fondo extienda los vencimientos para que caigan en la falda del próximo presidente (que debería ser un loco o un aventurero para postularse en 2023) el ente reclama el pago de los intereses puntualmente, sin diferimientos. Tal vez por eso la carta de los senadores peronistas que instruidos por su jefa espiritual enviaron a Georgieva con el también conventillesco lenguaje de Cristina, acusando a la entidad de haber sido irresponsable al prestarle a Argentina y de haberlo hecho por intereses políticos. Raro modo de negociar. 

 

Con cualquier desenlace de este nuevo sainete, los efectos económicos serán devastadores. Los efectos políticos también: en su lucha para seguir en pie ante los berrinches trumpescos de Cristina, el presidente ha cedido ante el terrible clan de los barones del conurbano y ahora revierte el único logro de reforma política macrista: el de impedir la reelección indefinida de intendentes. 

 

Con esa combinación de factores, el Mercosur deja de ser un foro para discutir cualquier política comercial de apertura. O cualquier política, simplemente. El dúo Fernández se dirige suicidamente a reconstruir la Patria Grande, como lo demuestra cada uno de los pasos que hace dar al país. Desde tratar de reposicionar a Evo en Bolivia, a reunirse reservadamente con la que espera ocupe la presidencia ahora vacante de Perú, Verónika Mendoza, (oportuna K en su nombre), además del obsecuente sometimiento a Venezuela y Cuba. 

 

Pero el mago chino saca un conejo de su galera, (no un murciélago) y firma el RCPE, el tratado de cooperación económica que incluye nada menos que a Japón, Australia, Nueva Zelanda y Corea del Sur. Una respuesta estratégica y de potente contenido geopolítico, simétrica al TPP, el tratado transpacífico al que diera la espalda Trump impulsivamente. 

 

La columna ha mencionado a China como posible aliado estratégico comercial, más allá de todas las diferencias de sistemas políticos, y sin sacrificar ningún principio propio. Este acuerdo crea la necesidad de un rápido acercamiento, aún sin esperar la seguramente tardía decisión del Mercosur. Por la enorme importancia de la región. Y, además, porque la señal que está enviando es que hay un importante sector del planeta que aún cree en los principios de la libertad de comercio y sus probados beneficios. 

 

En esa línea, el problema que tendrá que superar Uruguay no es la renuencia estadounidense al libre mercado. Es la oposición del PIT-CNT a toda competencia.