OPINIÓN | Edición del día Martes 22 de Diciembre de 2015

Por Dardo Gasparré - Periodista, economista. Fue director del diario El Cronista de Buenos Aires y del Multimedios América

Llenando el tanque de dialéctica

Los argentinos reclamamos con justicia el derecho a considerarnos el pueblo que más estupideces ha escuchado de sus gobernantes en los últimos 10 años. Eso nos ha vuelto escépticos y al mismo tiempo nos ha permitido sobrevivir a la maraña dialéctica en la que son expertos los jerarcas y burócratas.

Las explicaciones matemáticas sobre las razones del aumento de la nafta permiten ejercitar al máximo esa habilidad.

El precio del combustible es, con el de la energía, el de mayor influencia en la economía de países emergentes. Tanto por el costo de transporte en todos sus formatos para el consumidor corriente, como por su influencia en los costos de producción, comercialización y servicios de toda la economía.

Por ejemplo la nafta. Aquí se nota cuán parecidos somos en nuestros problemas los uruguayos y argentinos. También cuán parecidos somos en nuestras concepciones erróneas, y cuán parecido resultamos en las mentiras que nos cuentan.

La pregunta obvia y casi infantil que se hace el consumidor de ambos lados del Plata es : ¿por qué si los precios del petróleo han caído 66% pagamos la nafta más que antes? La respuesta igualmente infantil que se recibe en ambas márgenes es también infantil y además un insulto a la inteligencia.

–El petróleo es sólo una parte de la ecuación, se nos dice. Hay impuestos que cobra el Estado que aumentan el precio de la nafta. Teniendo en cuenta que los impuestos son porcentuales, evidentemente alguien está subestimando a alguien con ese argumento. El 10% de algo que baja a la mitad, es la mitad, ¿verdad?

Lo mismo vale para cualquier otro costo porcentual, como sería la remuneración de los estacioneros y distribuidores, y hasta el costo del transporte, que debería bajar al bajar el costo del combustible. Hasta aquí, cualquier baja en el precio del crudo debería repercutir casi directamente en el precio del combustible.

La verdad es que en el caso de ANCAP la empresa estatal es ineficiente y deficitaria. Aprovecha esta colosal baja del petróleo para bajar algo su también colosal pérdida operativa quedándose con el ahorro en la materia prima.

Es otra manera de aumentar el gasto del Estado. O se cobra como pérdida de la empresa que paga toda la sociedad vía impuestos, o se aumenta el precio del combustible. En este caso, aprovechando la baja del barril, se escamotea la rebaja que le corresponde al consumidor, que pasa a la productora estatal. Una especie de impuesto al consumo.

La inflación o el tipo de cambio, que pueden explicar una parte pequeña del aumento, están retroalimentados también por la ineficiencia de ANCAP, ya sea cuando aumenta el gasto con su déficit, o cuando sube artificialmente el costo de la nafta para ocultar sus pérdidas.

En ese sentido, YPF ya va un paso adelante. Viene subiendo el precio del combustible desde antes de la baja del petróleo y ahora se queda también con la rebaja, y se pavonea con las ganancias que obtiene, que surgen de un aumento de precio que sería delictivo si lo hiciera un privado.

ANCAP ha aumentado el precio de la nafta en 50% en valores reales en pocos meses al birlarle al consumidor el ahorro en el precio del petróleo. Se pagará no solo a nivel minorista, sino en la pérdida de competencia de la economía, que ya tiene bastante poco nivel competitivo.

Y la pregunta que queda pendiente, para entender lo que significa el Estado como contrapeso de la economía: ¿qué importancia tiene tratar de extraer petróleo localmente si la baja de su precio no tendrá ninguna influencia en el precio de la nafta?

Es posible tener la esperanza de que algún día nos daremos cuenta de que esto que pasa con la nafta ocurre con cuanta actividad lleva adelante el Estado. Una enorme ineficiencia y una confusión entre precios e impuestos que hace que el consumidor pague dos veces lo que consume. Una vez como impuesto, la otra por el precio o la tarifa de lo que consume.

En los mercados donde no existen un consumidor y un contribuyente idiota, los costos del combustible siguen bajando. Los de producción de petróleo también. En Estados Unidos, ese horrible antro del capitalismo, bajó de 0,78 a 0,45 dólares promedio el litro. O sea 12 pesos. Sin comentarios.

Nadie tiene demasiado interés en esforzarse por bajar costos si tiene un contribuyente y un consumidor cautivo que pagará por todo.

Continuamos patrióticamente en busca de nuestra soberanía en combustibles, mientras seguimos fabricando inflación.


Por Dardo Gasparré - Periodista, economista. Fue director del diario El Cronista de Buenos Aires y del Multimedios América

¿Relaciones carnales rioplatenses?

Siempre grata la presencia en Argentina de Tabaré Vázquez. También la sencillez y claridad de sus declaraciones, con motivo de la asunción de Mauricio Macri. Se abre seguramente una oportunidad para los dos países. El aprovechamiento de esa oportunidad dependerá de lo que cada país considere una oportunidad, como desarrollaremos.

Hay tres aspectos básicos que preocupan a Uruguay de su relación con Argentina.

El primero es la oposición sistemática a la pastera y a cualquier ampliación o nuevos emprendimientos en el rubro. El nuevo gobierno argentino no es proclive a rencores o revanchas, ni tiene afán de desquite por las decisiones de radicación que en su momento enconaron al interesado gobernador de Entre Ríos. Al contrario, Macri tiene un enorme afecto por Uruguay y seguramente está predispuesto a reencauzar estas discusiones hasta llevarlas a un exitoso final.

Lo que no ocurrirá es una solución automática: el gobierno oriental no confiaba en Cristina, el actual gobierno argentino tampoco. Parece inevitable que los dos países deban volver a acordar un mecanismo de medición y monitoreo. A la luz de lo que está ocurriendo mundialmente en términos de protección del medio ambiente, parecería que toda la cuenca debería estar sujeta a esos controles y monitoreos para beneficio de todos.

Macri se manejará con tres parámetros: los cánones de la diplomacia clásica, la frialdad tecnológica y la calidez de su afecto por Uruguay. Vázquez deberá decidir su impronta, que como se está percibiendo, no siempre es su impronta, sino la de la poliarquía inasible a la que parece subordinado.

Si los dos hombres pudieran hablar mano a mano, como siempre ocurrió, este problema tendría fácil solución. Fernández de Kirchner rompió esa tradición casi gauchesca de relación. Macri la reabrirá. Habrá que ver si puede hablar con Tabaré presidente y no con Vázquez apoderado del politburó. No es menor la diferencia.

El segundo tema es la reiniciación de las importaciones argentinas, cuya caída se hace notar en la economía oriental. Aquí vale la pena reiterar que, pese a lo que creen los uruguayos, esa merma no fue una acción deliberada para dañarlos. El cepo, la inflación, las prohibiciones de comerciar, las nefastas DJAI, fueron una barbaridad urbi et orbi, no direccionadas expresamente, que dañaron esencialmente a Argentina más que a ningún otro país.

El gobierno de Cambiemos ha empezado a desactivar las minas de Cristina. Ayer eliminó las retenciones a todos los productos, salvo la soja que tuvo una rebaja de 5 puntos. También ha empezado a tejer una alianza productiva con los gobernadores propios y ajenos, que aumentará la demanda de insumos y bienes uruguayos.

Ha avanzado ya en acuerdos con el sistema internacional para resolver la cuestión de los holdouts y conseguir créditos puente de bancos internacionales, incluido el tesoro americano. Al envío de la presente nota, estaba en una batalla dialéctica - política - jurídica - penal por los contratos de venta de futuro del Banco Central kirchnerista, una especie de billete premiado a costo cero que regaló a los más avispados la administración desalojada (sic).

Este tema debe resolverse antes de la salida del cepo, para no generar una emisión inflacionaria grosera que aumentaría la gravedad de la disyuntiva monetaria a la que obliga a enfrentarse el nudo gordiano que deja como herencia máxima Cristina Fernández. Se supone que el tema se resolverá en poco tiempo, en algún punto intermedio que no dañe el equilibrio monetario y fogonee la inflación.

Tan pronto ello ocurra, se estructurará la salida del cepo y la normalización de importaciones. De modo que en pocos meses se retomará el ritmo importador de productos uruguayos, del resto del Mercosur y de todo el mundo.

El tercer punto es estratégico y probablemente el más nebuloso. Es el que tiene que ver con la apertura comercial al resto del mundo. Macri intentará lograr que el Mercosur deje de ser una ratonera proteccionista y salga a negociar tratados de libre comercio o acuerdos específicos con países o áreas.

No será fácil porque el mundo ha suspendido su generosidad comercial ante los efectos de la apertura sobre el empleo, que parece no ser tan infinito como se creía, al igual que la torta económica.

Para eso, piensa convencer a Brasil de la importancia de asociarse a semejante cambio, que por supuesto implica alguna clase de reciprocidad con los demás mercados. Uruguay sería un socio ideal en esta tarea. Brasil, a un paso de desembarazarse de su cleptopresidente populista, puede comprender el riesgo que significa el TPP, que tenderá a beneficiar a su socios con compras que antes eran cautivas del Mercosur.

Pero así como hasta el 10 de diciembre Argentina no era un socio confiable, cabe ahora la pregunta de si Uruguay es ahora un socio confiable para tal empeño. Con Tabaré en manos del Frente Amplio, ¿pueden Paraguay, Argentina o Brasil ir a negociar al mundo con una auditoría de la poliarquía oriental que tenga la última palabra, que de paso será siempre un no?

Un presidente con semejante debilidad, no puede salir a negociar nada. Al contrario, haría un gran daño a su país. ¿Por qué se comprarían los otros países democráticos del Mercosur semejante debilidad? ¿No se ha metido Uruguay en un sendero sin salida de soledad?

¿Por qué los otros miembros sensatos de nuestro mercado común saldrían al mundo a negociar al lado de un socio que rechaza la esencia misma del comercio, sabotea negociaciones y mira todas las oportunidades desde una óptica ideológica para colmo obsoleta?

Acaso resulte más fácil salir del cepo económico que enfrenta Mauricio Macri, que salir del cepo político que sufre Tabaré Vázquez.