Publicado en El Observador  28/09/2021

Y yo, ¿dónde me paro? 

 

El estrecho y tortuoso camino que tienen los países pequeños para evitar la pobreza generalizada y la muerte del empleo privado y la producción

 




















La disputa comercial -estratégica entre EEUU y China, ya de por sí complicada para las economías pequeñas, se agrava por las cambiantes políticas internas de ambas potencias, que se reflejan necesariamente en su accionar global. Como es fácil de observar, ambos gigantes avanzan hacia formatos proteccionistas duros, con lenguaje y razones diferentes, aunque iguales efectos nocivos, pero en supuesto beneficio de sus pueblos. En matemáticas, al límite se llega por derecha o por izquierda, como es sabido. 

 

El proteccionismo mundial ha tenido siempre consecuencias fatales sobre el crecimiento de las economías, el empleo y el bienestar, sobre todo de los países periféricos, subordinados a depender del progreso de las grandes naciones para beneficiarse de su derrame secundario. Ese panorama se agrava porque Estados Unidos amenaza con transformar esa pelea en una instancia de formato bélico, en respuesta al sistemático avance chino sobre Hong Kong, Taiwán y todo el mar que considera como de propiedad exclusiva. 

 

Semejante circunstancia, dentro de la política de persuasión proactiva que ha emprendido Biden, pone en difícil trance a quienquiera pretendiera comerciar preferentemente con China, que ahora corre el riesgo de ser rotulado como enemigo algo más que comercial y sancionado en consecuencia. Al mismo tiempo, y, dentro de esa concepción proteccionista, EE.UU no está dispuesto a firmar ningún tratado de libre comercio, que ahora pretende reemplazar con acuerdos bautizados de cualquier modo, pero que le garanticen una gran comodidad, o sea que impidan competirle. Por eso en el naciente acercamiento a Colombia, Ecuador y Panamá, está prometiendo solamente inversiones que lo ayuden en su lucha para emular u obstruir el llamado Camino de la Seda, no mayor intercambio comercial.

 

Suponiendo que nada de esto es ignorado por el gobierno, en su entrega de la semana pasada la columna prefirió leer la posición contra las dictaduras de la región del presidente Lacalle Pou en la innecesaria CELAC – un invento de dictadores para proteger a dictadores – más que como una expresión valiente de sus principios personales en la cara de los tiranos, como una intención de posicionarse claramente del lado de los derechos y las libertades de las que Norteamérica ha sido y es el paladín y predicador indiscutible. Un modo de dejar claro de qué lado está el país en su alineamiento de fondo, al mismo tiempo que toma en el comercio internacional el único camino que se le ha dejado. Una posición basada en los intereses de Uruguay, no en el ensueño ideológico casi de estudiantina que siguió el Frente Amplio durante sus 15 años de gobierno. 

 

Algo no demasiado difícil de concluir, ya que Uruguay no tiene ningún otro camino disponible, pues en el actual marco global, la única opción de crecimiento son los mercados asiáticos, de cualquier signo político o ideológico. Camino que se vería sumamente dificultado si la por ahora primera potencia mundial pusiera obstáculos extracomerciales o vetara como inamistosas las decisiones uruguayas en ese sentido. Como nunca es fundamental jugar hábilmente esa suerte de ajedrez político internacional, para los que lamentablemente no hay un soft tipo Stockfish o AlphaZero, ni del lado de los gobernantes, ni de los modestos columnistas, por supuesto.  Disyuntiva no tan distinta, en su esencia, a la que se enfrentó en su momento de decisión el presidente Jorge Batlle. 

 

Para aclarar dudas sobre la estrategia que intenta seguir el gobierno y evitar especulaciones en este punto crucial, vale la pena repasar la nota de la semana pasada publicada en este diario, bajo el título Gobierno saca a relucir sus coincidencias con EEUU tras anuncio de TLC con China”. Allí se elabora sobre la cuestión vital del posicionamiento internacional, y se cita un reportaje de hace tres meses al presidente donde sostuvo “Nosotros tenemos interés superlativo en tener buenos vínculos con EE.UU. Pero esos vínculos están basados en el interés nacional. (…) No tenemos intereses supranacionales, por lo menos en lo que hace a la ideología”.

Esta lectura puede ayudar a descartar la idea de que el presidente se dejó llevar por una especie de pulsión juvenil principista en toda la reciente gira y muestra una política de fondo pergeñada para salir de una parálisis a la que conducen tantos años de freno ideológico, que se agrava con la lucha de titanes que lo puede condenar a una pobreza y un desempleo estructurales, mochuelo que habitualmente se ha colgado de la cláusula 30/2000 del Mercosur, pero que ha sido la prédica y el accionar del engendro bifronte integrado por el Pit-Cnt y el Frente Amplio, y lo sigue siendo, lamentablemente. Con la anuencia cómplice de los mezquinos intereses de quienes defienden sus prebendas, ventajas y monopolios estatales o privados, chicos o grandes, empresariales, políticos o sindicales. 

Estados Unidos, China y hasta la agonizante Europa socialista de bienestar gratis pueden darse el lujo, por un tiempo dado, de ser proteccionistas, gastadores, emisores, deudores compulsivos, redistribuidores de riqueza y hasta confiscadores impositivos o de otro tipo. Uruguay no. 



25/09/2021

Tres gobiernos, ningún gobierno

 

El país pende de una elección que en el mejor de los casos le dará respiro y una leve esperanza, gobernado por una maraña incomprensible de peronismos

 



 









Los privilegiados que tuvieron la suerte de gozar de la educación laica, gratuita, obligatoria y también eficaz e integradora de otrora, recordarán el trágico 20 de junio de 1820, cuando Argentina aún no había nacido, un día negro en el historial de las Provincias Unidas, tal vez el primer puntazo del tajo enorme que aún duele y que precedió a la creación de la República 33 años más tarde. Ese día Buenos Aires, entonces la verdadera reina del Plata (o del ex virreinato del Río de la Plata) tuvo tres gobernadores, en pocas horas, no tres gobiernos exactamente, ya que la Legislatura provincial los ignoró. O sea, que no tuvo ninguno, y se sumergió en el caos. 

 

La secuela, larga y también confusa, siembra de tristeza a la prehistoria nacional y no es el objetivo de esta columna profundizar sobre ello, algo que deja a los que saben. Sin embargo, como en una obsesión casi asnal por la recurrencia, un volver mitológico eterno e inexorable al pasado, Argentina parece estar hoy en ese mismo lugar. El país se debate, acezando penosamente entre tres gobiernos a los que no parece interesarle demasiado esas entelequias como la Patria, el pueblo, la Nación y otros valores por los que murieron tantos héroes en los campos de América, como dijera Borges. 

 

El gobierno electo en las urnas, el del presidente Alberto Fernández, ya había sido emasculado de toda autoridad por el gobierno virtual de la vicepresidente, que juega a la ficción con la sociedad argentina y parece disfrutar en ser la bruja perversa de una película de Disney - no de Pixar donde las Maléficas son buenas a veces - con la ayuda de La Cámpora, Zannini, Máximo Kirchner, Sergio Massa y un amplio elenco de ‘leales y lealas” que repiten consignas disolventes y vacías y construcciones dialécticas evidentes, superficiales y precarias.

 

Con el miedo que le ha inoculado las PASO, una elección que no sirve para nada hasta que desnuda debilidades que se habría preferido no notar, ese gobierno paralelo forzó a Fernández a cambiar su gabinete y reemplazarlo por algún otro, no importaba cuál, y así se llegó al actual engendro que parece más una fuerza de ocupación que una ayuda amiga. El gabinete de Juan Manzur, para denominarlo de algún modo, funciona como un tercer gobierno, informal, no elegido, pero ungido y tolerado por los otros dos. El tucumano, de múltiples y súbitos méritos y amistades, según la prensa amiga, es una mezcla de Cardenal Richelieu y Yeltsin, protegiendo y simultáneamente reemplazando, e invisibilizando al presidente. Patronizing, dicen con exactitud intraducible los angloparlantes. (Lo de Cardenal también simboliza algunos de los numerosos, superpoderes, superinfluencias y superrelaciones que se atribuyen al aún mandatario tucumano, que obviamente ha conservado su irrenunciable y rentable satrapía. Como se ha hecho saber prolijamente, Manzur tiene al mismo tiempo excelentes relaciones con el Opus Dei, el judaísmo, el mundo islámico, los laboratorios, los bancos, la OEA, la ONU y el FMI, más otras que se le atribuyen en Tucumán y en el mundo secreto de los fármacos, menos publicables)

 

Los tres gobiernos funcionan simultáneamente como controlantes del Congreso, y también como subordinados a él. Esto se verá más claramente a medida que pasen las semanas, cuando cada uno de los sectores que conforman este triple Poder Ejecutivo, para nada homogéneos en su interna, ya que son fruto de una típica marabunta  peronista, (lo que en términos futboleros se llamaría un rejuntado) comiencen a presentar o frenar proyectos que se choquen con los intereses de algunos de los capitostes del peronismo en algunas de sus metástasis y aumenten los malentendidos, desmentidas, operaciones, aclaraciones, obstrucciones, fuego cruzado, avivadas, desobediencias, negociaciones, negocios, contramarchas y torcidas de mano. Sabido es que el Congreso reporta a padrinos diversos, no a los votantes, y esa característica lo transforma en un cuarto poder ejecutivo, por la capacidad de mandar mensajes con el sólo amague de presentar un proyecto de ley, además del poder de daño del Senado, hasta el 10 de diciembre al menos. Los legisladores peronistas y sus subordinados de otras fuerzas actúan unidos o divididos según les convenga, como es sabido. Y esas divisiones son diferentes cada vez. Con los votos populares usados como misiles aún entre ellos. 

 

Todos estos gobiernos simultáneos y concurrentes, que hasta ahora no han gobernado sino que han usufructuado del poder, que no es lo mismo, se unen y se esfuerzan temporariamente en un solo plan, una sola idea, un solo objetivo, que es recuperarse de la derrota de las PASO y lograr revertir lo que anticipan como un rechazo de las urnas. Ya se sabe, y así lo ha anticipado esta columna, que para ello recurrirá a la coima al votante, la prepotencia y la persuasión de respiración en la nuca para imponerse a los díscolos intendentes, punteros, gobernadores y descarriados varios, y la recaptación de la bondad comunicacional mediante técnicas de convencimiento efectivas y contundentes. El poder por el poder mismo, reza la política fácil, moderna y banal. 

 

Mientras tanto, como planeando por sobre este trabalenguas de poder e intereses, el ministro negociador de la deuda se ocupa de encontrar palabras que expliquen lo inexplicable para mantener la ficción de que finalmente se llegará a un acuerdo con el sistema financiero internacional, empezando por el FMI. Algo que ahora luce lejano, lejano, luego de que a la tolerante Kristalina le hayan lanzado los perros de la acusación de ser proChina, algo que es imperdonable en el mundo de Biden, por lo menos por un tiempo.  Guzmán es, en ese aspecto, una especie de quinto gobierno intocable, que aún la temible viuda de Kirchner respeta y con el que elude confrontar mientras la complazca en silencio. Por dos meses exactos.  

 

Cuando el plan de aluvión de reparto, jubilaciones graciables suicidas, emisión, fin milagroso de la pandemia y de restricciones a viajeros, abuenamiento de la AFIP, maternidad conmovedora pompadouriana, regalos tarifarios, diarreas educativas, se complete, es posible que con la acción de tantos poderes ejecutivos practicando al unísono persuasiones populistas diversas se descuenten algunos puntos electorales. Tal vez. Si así fuera, en ese momento recién se notará más duramente el problema de los múltiples gobiernos peronistas. O del desgobierno. Con el ministro de negociación de deuda volando por el aire, el FMI ignorado y desterrado y ninguna esperanza ni la posibilidad de un plan medianamente coherente, sino un campeonato de insensateces para conformar a los distintos machos (y machas, con perdón) alfa de las manadas, y el otro desgobierno, el de la inflación desmadrada, agujereando las esperanzas de la ciudadanía. 

 

A este panorama, que difícilmente pueda ser rebatido con algún dato serio, se une ahora la división deliberada de la Corte, que se apalanca en el egoísmo del ministro Lorenzetti, que ayer mismo era descaradamente funcional a Cristina con un planteo absurdo en una institución de 5 miembros, dos de los cuales son beneficiarios/víctimas del trigobierno, con lo que el proceso de designación del presidente de la Corte puede ser eterno por este quorum que acaba de inventar, abriendo así la puerta para la excusa de la intervención de los otros poderes y rompiendo el orden sucesorio del poder ejecutivo,  una maniobra vil, antirepublicana e indigna. Esta rebelión es entonces a pedido de la viuda de Kirchner y será usada por el kirchnerismo que busca la impunidad aún a costa de arrodillar a la república. 

 

No habría que hacerse demasiadas ilusiones con un cambio salvador después del 14 de noviembre, porque es muy factible que tras la coima generalizada y alevosa la elección no arroje contundencias mayoritarias que puedan torcer diametralmente el cuadro aquí descripto, aunque sí se pueda impedir barbaridades del tipo Maduro que lesionen todavía más a la Constitución y la Justicia, ya suficientemente manoseadas, y agregar una cuota mínima de seriedad y sensatez al Congreso, siempre bienvenida. 

 

Con varios gobiernos simultáneos, o sea sin gobierno, en la ruina, sin justicia, sin república y sin plan, sin crédito, sin inversión, sin moneda, sin empleo privado, con el estado generoso más allá del límite del agotamiento, con una buena parte de la sociedad indignada y desesperada buscando un mecanismo para irse, con una estampida de emisores y gastadores seriales repitiendo consignas irresponsables, fracasadas y gravemente peligrosas, con un segmento trascendente de la población que ya no quiere trabajar, con una mayoría de jóvenes sin formación ni educación alguna, ni oficio ni chances, con las instituciones de rodillas, vendidas o bastardeadas, la Argentina resiliente pone todas sus expectativas en una elección que le de alguna esperanza de seguir con vida y de continuar luchando una epopeya titánica. 

 

Como si por dos meses se estuviera paralizado en un trágico día de los tres gobernadores de 1820, al borde de la disolución. Como si Manuel Belgrano muriera empecinadamente una y otra vez ese mismo día sollozando infinitamente aquel “¡ay, patria mía!” postrero que la historia le ha atribuido y que podrían repetir todos los argentinos.





Publicado en El Observador, 21/09/2021



Ahora, contra el cerdo capitalismo chino

 

No hay ningún tratado de libre comercio que no obligue a competir; eso fuerza a reducir el monopolio del estado y a fortalecer al empleo privado, despreciado y olvidado por el Pit-Cnt 

 

El discurso del presidente Lacalle Pou en la CELAC recogió múltiples apoyos y seguramente aumentó un par de puntos su popularidad, por su coraje y su defensa de la democracia. Aunque la espectacularidad del retruécano presidencial esconde otro mérito superior de mayor envergadura: la decisión de posicionar geopolíticamente a Uruguay en el complicado marco global. (Otro paso contundente sería irse de la CELAC, ente de la burocracia latinosocialista que intenta crear un gobierno virtual supranacional en manos de unos ganapanes inútiles, factor común de las orgas que pululan bajo siglas diversas)

 

La clara alineación con los principios democráticos occidentales también permite al país negociar sin temores con cualquier nación o región del mundo, sin comprarse el rótulo barato de estar asociándose por ello con totalitarismos o ideologías de cualquier índole. Una independencia histórica que no tuvo en cuenta el Frente Amplio en su gestión, subordinada a su alineación ideológica regional – o mundial - independencia hoy vital como nunca, o como siempre.  Lo que lleva directamente a la discusión por el posible TLC con China, que ha entrado en la etapa nebulósica de la discusión eterna en busca de consensos imposibles. 

 

Para la columna, la preferencia sería negociar un TLC con Estados Unidos, tanto por afinidades como por oportunidades. Pero ello tiene algunas imposibilidades. Comenzando por que la aún primera potencia mundial no quiere negociar ningún tratado de libre comercio. Y menos con Uruguay. Ya el TPP, el Tratado de Participación Transpacífica, contenía decenas de cláusulas que conformaban una maraña de trabas no aduaneras que hacían virtualmente imposible colocar las producciones locales. No conforme con esas restricciones, Trump decidió retirarse del acuerdo y hasta forzó a México a renegociar un Nafta con cláusulas similares, que además de ser inflacionarias para el consumidor americano, son lesivas para México. 

 

Biden, más allá de su formato de sociolatinismo ruinoso, sigue la misma política proteccionista e ineficiente que preserva empleos falsos, actividades ineficientes y empresas zombies que debieron desaparecer hace rato. Con lo que debe aceptarse que Uruguay perdió su única oportunidad de entrar en ese mercado al comienzo del gobierno de Tabaré Vázquez, cuya ponencia en favor del acuerdo fue sepultada por la izquierda desembozada y la vergonzante, capitaneadas por su propia alianza, bajo la suela ideológica del Pit-Cnt, basada en un empecinado desconocimiento de las reglas económicas y de la realidad y la evidencia empírica. 

 

La Unión Europea, que sería la segunda opción políticamente correcta, funciona como un enemigo comercial, no como interesado en cualquier acuerdo. El germen de un tratado conque se soñó recientemente, fue abortado drásticamente por Francia con iguales argumentos a los de Trump y nunca más se volverá a hablar de él, por el proteccionismo sindical y empresario que es el alma de la eurozona y que la llevará a la quiebra, si no ha alcanzado esa meta ya. 

 

La única opción que resta son los mercados asiáticos, y es inviable pensar en ellos sin incluir preferentemente a China, que, como dato adicional, acaba de solicitar su ingreso al Tratado Transpacífico reformado, el CP-TPP, que reemplaza al anterior con EEUU, que incluye a Australia, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia, Nueva Zelanda, Perú, Singapur, Vietnam y México. Aquí debe tenerse en cuenta que EEUU, que pretende que sus aliados lo ayuden a luchar contra China aislándola comercialmente – un nuevo sueño americano, pero mal sueño – les pide que se inmolen, pero no parece estar dispuesto a ayudarlos, como bien sabe Francia, a la que acaba de dejar colgada del pincel, como dirían los expertos, tras hacerle perder un negocio importantísimo sin avisarle siquiera, con su acuerdo bélico con Australia y Gran Bretaña. 

 

Pese al episodio que ayer hizo crisis en el negocio inmobiliario, y aún otros que se agregarán, (Xi Jingpi se ha vuelto comunista) China, y luego Asia, en ese orden, son la única opción, que ya se está mostrando en la realidad de los números del mercado externo. Ahora bien, contra lo que imagina el pensamiento único del Pit-Cnt, auditor ideológico del Frente Amplio y para nada moderado, como se empeña ahora en hacer creer a los ilusos, cuando se firma un TLC la contraparte también quiere competir y vender. Salvo en la URSS, donde el Comecom se ocupaba de esos detalles, que terminó en un mar de ineficiencia en el que felizmente se ahogaron todos los creyentes. 

 

Es decir, que un tratado de ese tipo implica siempre que haya ganadores y perdedores locales. Si los últimos son inteligentes, son perdedores temporarios, si no, arrastran en su fracaso al país al que pertenecieran.  Más que perdedores, prebendarios sin chupete. Eso lo sabe muy bien Bill Clinton, padre de la apertura comercial mundial conocida como globalización, que tuvo que luchar aún con sus partidarios para lograr aprobar el Nafta y que empujó las reformas que cambiaron el comercio mundial y crearon 3 décadas deslumbrantes para el bienestar global. 

 

Por eso, se trata de un tema en el que el consenso es imposible. Tanto en lo que hace a la firma del acuerdo en sí, como en las reformas que hacen falta para poder participar y competir con la contraparte, quienquiera que fuere. Nunca habrá consenso. En esto están aliados el sindicalismo neomarxista uruguayo con los sectores empresarios beneficiados por el proteccionismo y el aislacionismo. Ya se ha dicho aquí que a muchos sectores les conviene creer que lo que le pasa a Argentina se debe a Cristina Kirchner, que está desequilibrada. Lo que pasa en Argentina es el fruto de ese corporativismo, tema para otra nota. 

 

De modo que, más allá de las declamaciones, la oposición será feroz, llena de relatos, eslóganes, comparaciones y miedos inducidos. Se suele criticar al estado cuando otorga eximiciones o tratamiento especial a las empresas que se radican. Con razón. Pero no se aclara, ni se explica, que ello se debe a que todo el sistema laboral, de privilegio al empleo estatal, de prepotencia sindical trotskista, de negación a la propiedad y aún a la libertad, obliga a que, para posibilitar una inversión, deban soslayarse todos esos obstáculos, lo que además de engorroso tiende a cualquier exceso, negociado o sospecha. Por eso lo único que debe hacer el gobierno, es tratar de salir de la trampa que conduce al estado como único empleador, sin trabajo privado. 

 

Con lo que, un TLC con quien fuera, implica la caída del monopolio sindical y empresario (el empresario monopólico mayoritario es el estado) y una reforma al sistema laboral y al de recargos, incluido el IMESI, que funciona igual que un recargo en varios casos. Optar por no hacer un tratado es profundizar ese final fatal y avizorable del empleo privado, el mayor de todos los males.

 

Y como el Pit-Cnt, deliberadamente o no, es enemigo del empleo privado, empieza a ser imprescindible que los trabajadores que quieran mantenerlo o ampliarlo se agremien en otra central sindical que los represente y los defienda, no que los diezme. Eso es también parte de lo que es ineludible hacer para poder firmar un tratado. Intentar un consenso con quienes ni creen ni quieren una apertura, es perder el tiempo o, mejor dicho, fracasar. De lo que no se está exento. Aunque siempre el Pit-Cnt puede proponer un tratado con África. O con Cuba o Venezuela. O con Ganímedes. 



 

 

  





Publicado en El Observador  14/09/2021


La rebelión de los pobres

 

De acuerdo con el concepto generalizado, las PASO argentinas no sirven para nada. Según cuál fuere el resultado


 













Con su habilidad periodística para tirar títulos, Elisa Carrió decía el domingo al cierre del acto electoral: “esta es la rebelión de los pobres”. Si bien es impactante la espectacularidad del concepto de la mayor profetisa política argentina, se trata de un resumen incompleto. 

 

Tal vez sea mejor hablar de la rebelión de los nuevos pobres que ha creado la gestión peronista bajo la conducción desopilante de Cristina Kirchner. Quienes perdieron sus pymes, su empleo, su ahorro de toda la vida, quienes perdieron hasta la parodia de educación de sus hijos, su esperanza y sus ganas de vivir, se han expedido. Por supuesto que la pandemia ha lastimado a todos los gobiernos del mundo, guiados, ayudados y alentados en su improvisación por la burocracia cancelatoria, incompetente y mediocre de la Organización Mundial de la Salud en los temas sanitarios, y por la otra burocracia destructiva en lo financiero, el FMI, que han equivocado a muchos miembros de la nueva oligarquía política mundial, pero el gobierno vecino ha agregado su impronta propia a este cuadro, hasta hacerlo fatídico. 

 

Podría también definirse como la rebelión de los estúpidos. O de los tomados por estúpidos. El tercer gobierno de Cristina está poblado de personajes incompetentes y faranduleros que dicen frases ensayadas y vacías, esgrimen triunfos y logros y hasta diplomas que nunca consiguieron, viven como millonarios que son y a cada paso se burlan de quienes creyeron su promesa de redención, en nombre de cuyo bienestar supuestamente gobiernan. Un levísimo ejercicio intelectual hace que esa masa, construida con deliberación y relato se sienta engañada y/o estafada. Y así lo expresa. 

 

Podría tratarse también de una rebelión de los despreciados. Los que, aún con las enormes limitaciones de la formación que se les negó, advierten la burla, el desprecio intelectual y personal que significa que la señora de Kirchner imponga a sus favoritos (mayoritariamente incompetentes) en sectores clave del gobierno, incluyendo su pretensión de instalar a su hijo como figura presidenciable dentro y fuera del partido, lo que habla de su ceguera empecinada, pero también de su irrespetuosidad para sus propios seguidores y para la nación. 

 

Si se analiza el daño casi terminal y deliberado infligido al aparato productivo, al campo, a los empleados del sector privado, a los emprendedores, con una batería de medidas suicidas desde impositivas hasta cambiarias, sin relación con la pandemia, también es posible que este resultado – meramente indicativo, por ahora – sea el comienzo de la rebelión de los trabajadores, de los que producen, de quienes no viven del estado, del país no estatista, del país autosostenible. 

 

También es la rebelión de los humillados y torturados. De los que no pudieron acompañar a sus muertos en su viaje final, de quienes perdieron a un ser querido por la Covid-19, o mejor, por la incompetencia con que se manejó la pandemia, o de quienes fueron estafados y engañados con una cuarentena dictatorial que no sirvió para nada y que fue burlada por el poder. De los que advirtieron la trampa, el negociado y la farsa ideológica de la compra de vacunas y del vacunatorio VIP y se sintieron agraviados y agredidos por eso. Una indignación sin grietas, sin divisiones de clase, igualitaria y equitativa.

 

Pero esencialmente, es la rebelión de los subsidiados. De los supuestos beneficiarios del populismo, del estatismo, del facilismo demagogo y concesivo, cuyo amor y sumisión se acaban cuando se acaban los recursos. Del voluntarismo de la simplificación que chupa la sangre del aparato privado, único creador de riqueza, promete la igualdad, la equidad y el bienestar instantáneo, y que termina sin riqueza para nadie, con más pobreza, con inflación pauperizante, sin moneda, sin inversión, sin empleo y sin futuro. 

 

La rebelión de los emigrantes. De los expulsados de la patria. La rebelión de los corderos. La rebelión de las víctimas. Víctimas de Cristina Kirchner, aunque la benevolencia de propios y ajenos, de opositores, de cierto periodismo, de ciertos analistas y de muchos olvidadores no lo diga.

El discurso del presidente Fernández del domingo – nocturnal como siempre que el peronismo pierde – sigue siendo un trabalenguas conque se castiga a la sociedad. Por un lado, habla lastimeramente de terminar el mandato y corregir lo que él cree que hay que corregir, como si hubiera entendido el mensaje, un supuesto que nadie advertido puede sostener. Por otro, habla de una denodada campaña electoral para los próximos dos meses, una dicotomía, si se analiza. Hay un solo punto claro, que muestra quién es la ideóloga a cargo: el gobierno cree que debe profundizar más lo que hace. Que falló por lo que no alcanzó a hacer. No por lo que hizo. Cree que no ha hecho lo suficiente. No que ha hecho mal casi todo lo que encaró, ni que su línea de acción es fatal. Apretará el acelerador contra el muro. Lanzará al Titanic a toda máquina contra el témpano proverbial. 

 

Eso augura que los próximos dos meses estarán saturados de disparates y caos. La oposición no caerá en la trampa de dar quorum para ninguna ley de fondo. El gobierno, bajo la mano de hierro obsesiva de Cristina, intentará aumentar las dádivas, la repartija, la demagogia y el populismo. Y todo girará en torno a ese concepto, o para posibilitar ese concepto. El peronismo sólo sabe coimear a sus electores, sus críticos, sus opositores, sus amigos y sus enemigos. Ningún ser humano sensato aceptará formar parte del gobierno. Nadie le dará crédito. Nada puede negociar y nadie puede negociar con él, sin despertar la ira de los votantes que ya hablaron el domingo. El país a la espera de que caiga el otro zapato, como reza la clásica parábola. 

 

Las PASO, inútiles según la opinión generalizada, demostraron su tremenda influencia en 2019, cuando hundieron los mercados y explosionaron el riesgo país y el miedo. Ahora tienen igual efecto, pero en sentido opuesto. En aquel momento, frente a la desesperada estampida económica, Macri dijo -acaso demasiado enojado con la democracia- “eso votaron, eso tienen”. En estas PASO los ciudadanos votaron lo que querían votar. El peronismo y el kirchnerismo, dos caras de la misma devaluada moneda, se merecen el resultado. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 







Publicado en El Observador 07/09/2021


El marxismo otra vez predicando la democracia 

 

Como si hubiera inventado el sistema que es la base filosófica del capitalismo, la izquierda cancela las críticas usándolo de coraza y justificación




 
















El Frente Amplio se renueva. Por un lado, aceptando públicamente su dependencia ideológica y fáctica del Pit-Cnt, y por el otro, al concentrar su energía en derogar la LUC, o más precisamente, en transformar el referéndum por la LUC en una virtual elección de medio término, con todo el efecto de distracción, pérdida de energía del gobierno y mal uso de tiempo de gestión que eso conlleva. En lo que tendrá éxito, ayudado por la pandemia que hizo desperdiciar un año largo, por ahora, tanto en la parálisis a la que su gremialismo amigo sometió a la administración pública y a la sociedad, como a otros sectores vitales, y a los aislamientos sanitarios que tuvieron que aplicarse, junto a los costos específicos que debieron encararse, (y que al FA todavía le parece insuficiente) más los subsidios que se erogarán por bastante tiempo, paquete que generó la pérdida de crecimiento, empleo, optimismo, vidas y ganas, combinación que poco ayuda al emprendimiento, a la inversión, a la toma personal y patrimonial de riesgo y a la economía misma, esencialmente fruto de la acción humana, por mucho que moleste ese término al marxismo. 

 

El término marxismo no es usado de modo arbitrario ni erróneo. A lo largo del tiempo la izquierda, luego del rotundo fracaso en todo sentido del experimento de la URSS, ha usado varios tipos de nombres, modelos, formatos, pactos, acuerdos regionales, organizaciones internacionales, gramscismos, trotskismos y bakunismos diversos para eludir el recuerdo de una etapa terrible, llena de despropósitos económicos que terminó en una gran pobreza y, peor, en una dictadura asesina que trató de torcer la realidad en pos de un dogma sin dioses. 

 

Todos esos modelos y denominaciones, por más que contuviesen la promesa del respeto a la democracia, siempre han tenido y tienen el ADN, el virus del marxismo, que aflora a medida que el proyecto vaya fracasando, se sienta amenazado o encuentre alguna oportunidad para perpetuarse. En ese proceso, los intelectuales que sucedieron a Marx y al propio Engels, rescataron el viejo principio de lucha que sugería vencer al enemigo capitalista con sus mismas armas: la moneda y la democracia. A partir de esa estrategia que luego se refinó y se aplicó sistemáticamente, el comunismo pasó a ser un juego de paciencia, de destrucción sistemática de valores de todo tipo y de captación de las masas negándoles educación y sometidas por algún tipo de odio, miedo, inseguridad, fanatismo o envidia. 

 

El apoderamiento del lenguaje y del concepto de democracia es una de las herramientas fundamentales. No son casuales las denominaciones de República Democrática de Alemania, o República Democrática de Corea del Norte, o República Popular China, en países que no tienen nada de República, nada de democracia y nada de libertad. 

 

Esta reflexión cabe porque ante la crítica de que ese accionar del Pit-Cnt como conductor del Frente (con su nueva patente de moderado) está paralizando y hasta saboteando el accionar del gobierno con mandato hasta 2024 (crítica que esta columna comparte y sostiene) la respuesta es una acusación tácita de no aceptar las reglas democráticas, cosa que no sólo no es cierta, sino que se aplicarían con más derecho a lo que hace la seudoentidad gremial y su sometido el FA al querer anular una ley con cambios menores, con artículos que en varios casos han sido votados por sus propios representantes. Ejerciendo el derecho a pedir el referéndum simplemente porque está ahí y no hay que desperdiciarlo. O peor, porque contiene tibios requisitos para la representación gremial que el Pit-Cnt no cumple porque sólo usa la ley como arma cuando le sirve. Y porque la Luc conduce a dejar de burlarse de la OIT, cuyos mandatos son sagrados y cumplen acuerdos internacionales inviolables cuando al monopolio sindical le conviene, pero que se incumplen sin asco cuando mínimamente hacen respetar el derecho de propiedad empresario y el derecho de los trabajadores de hacer huelga o no. Rara y cómoda poliarquía que seguramente sabrán explicar bien los expertos.

 

O sea, la izquierda unánime no admite que se cambie en lo más mínimo ninguna de sus ideas plasmadas en la legislación y en la práctica en los quince años de su mandato. Ahí esgrime la democracia, la voluntad de los pueblos, y hasta acusa de provocar grietas cuando trata de pagar el paraíso que promete con el dinero de los otros. Paraíso que, a diferencia de otros paraísos, no incluye la muerte previa, lo que es un modo cómodo de prometer paraísos. El germen de la demagogia, ahora mejor llamada populismo, que promete cumplir todos los sueños del individuo, hasta la felicidad, sin ninguna obligación de su parte, termina siempre en la confiscación de lo que va quedando, que en el caso de Uruguay serán sólo los patrimonios, ya que nadie generará riqueza. 

 

Hay una pregunta de fondo a los que sostienen que hay una casi obligación de usar todos los recursos que permiten la Constitución y la ley: si el referéndum ratificara la LUC, ¿eso terminaría con los planteos de todo tipo?  ¿O el Pit-Cnt copiaría los 13 paros generales conque el peronismo vecino destrozó al “padre de la democracia” Raúl Alfonsín, o se pasaría a la etapa de la lucha callejera, al motín o a las 14 toneladas de piedras arrojadas contra el Congreso argentino por la “poliarquía peronista”? Y entonces se cambiará el relato y se empezará a hablar de la soberanía del pueblo, o del derecho a la autodeterminación, como ahora con escolástica ejemplar se sostiene en los casos de Cuba o Venezuela y ¿por qué no? de la República Democrática del Congo, que seguramente se supone que es república y es democrática. Los teóricos de la izquierda unida jamás será vencida exigen demasiada inocencia de quienes los critican. 

 

Este renacer de la prédica original de una igualdad que sólo es posible en la pobreza total, en el Gini cero, para usar otra criatura inventada por los prestidigitadores de la izquierda,  lleva de cabeza a la misma dialéctica original, y basta repasar los fundamentos ideológicos del materialismo dialéctico, un himno de Marx&Engels que luego Goebbels llevara a la excelsitud, para comprender el desprecio que el comunismo, sus hijos y parientes sienten por el ser humano, por la libertad y por la verdad. De ahí a llevar a apoderarse y manosear la cultura, los patrimonios, la propiedad privada y la libertad no hay más que un pequeño paso, apenas décadas en la historia. Por eso, desde Hitler a Xi Jingpi, desde Mussolini a Cristina Kirchner, desde Stalin a Maduro, Desde Franco a Kim Jong-un, todos los proyectos orwellianos terminan siempre en dictadura. Por eso todas las izquierdas, y todos los totalitarismos, en un raro corso, se terminan amuchando, como ocurre en América Latina, donde se apoyan mutuamente en cualquier atrocidad, donde se entrenan las modernas guerrillas de los motines callejeros, donde se adiestra a vándalos para que destruyan estatuas y bienes públicos y los vuelvan pedradas con las que imponen su razón por la fuerza y el miedo de los cobardes, como ocurre en Chile. El término democracia de izquierda, como el de social democracia y tantos otros alias, son oxímoron que todavía algunos piensan que les son creídos cuando los esgrimen o cuando citan “tratadistas” que han gastado la vida en explicar la contradicción. Puebla, Aparecida, el Instituto Patria del comunismo billonario kirchnerista, son usinas dialécticas que proveen de impunidad y de excusas a los futuros dictadores. Sin ningún bienestar para nadie, salvo para los neooligarcas. Otra vez el materialismo dialéctico, que se ha apoderado de la Doctrina Social de la Iglesia y la ha transformado en un mandamiento marxista. Con bastante tolerancia papal, de paso. 

 

Dentro de los argumentos conque se descalifica la crítica, también está el de que la oposición está para oponerse, y entonces su accionar en tal sentido no es objetable. Novedoso. Toda acción política puede objetarse. Inclusive cualquier decisión democrática puede criticarse, porque no hay garantía alguna de que el pueblo no se equivoque, en realidad lo hace muy a menudo. Tampoco de que la democracia no se transforme en una dictadura de muchos. Por eso es tan importante el periodismo independiente y honesto, la crítica, la educación formal e informal libre, la protesta ordenada y el control cruzado republicano. La democracia, per se, no garantiza nada. Mucho menos las conductas. Cristina Kirchner ha hecho los desastres que ha hecho, por lo que ha merecido la crítica mundial, sin apartarse un ápice de las leyes y las reglas, por caso. Un aporte de la socia vitalicia y principal de todos los proyectos socialistas o similares de América. 

 

Que la oposición se pueda oponer no significa que siempre deba oponerse. Lo que debe hacer la oposición es controlar la gestión, y oponerse cuando lo crea oportuno con razones sólidas. Habría sido interesante que los filósofos socialistas y marxistas le hubieran reclamado igual deber y otorgado igual derecho a los opositores durante los quince años en que los monopolios estatales y el monopolio sindical hicieron lo que quisieron, perdieron fortunas, invirtieron en quimeras que enriquecieron a muchos, se llenaron de empleados y difusos comités a los que nadie les exigió responsabilidad ni ejecutiva, ni por mala praxis ni penal, salvo ridículas acusaciones por uso indebido de tarjetas de crédito, un delito menor de vendedor, mientras se esfumaban millones de dólares del estado, o sea de la sociedad. Pocas veces ha cabido con tanta precisión la descripción de Hayek de quienes se arrogan el derecho a vivir la vida ajena con la plata ajena. 

 

Y también, abusando de la inocencia, se ha sostenido muchas veces que, si la ley lo permite, se pueden cambiar las leyes cuantas veces se quiera, usando cualquier mecanismo legal. (Cristina de nuevo) El abuso de ese concepto también se suele llamar inseguridad jurídica. Se estila reclamar del gobierno que haga los grandes cambios para generar inversiones y empleos. Lindas palabras. Pero el gobierno tiene un solo camino para ello. Que no es salir a negociar uno por uno con cada inversor, ni crear zonas francas, repartir prebendas, vacaciones ni concesiones. Es simplemente preparar el camino. Desmonopolizar. Bajar el peso económico y de trámites paralizantes de la burocracia, cambiar un sistema laboral que sólo producirá desempleo de los empleos que sirven, huida o muerte de las pymes, radicación transitoria y precaria de los que huyen de otros frenteamplismos o pit-cnt’s regionales. 

 

Es cierto que eso al conglomerado de izquierdas no le conviene ni le interesa. El marxismo odia la acción humana. Necesita reemplazarla, aplastarla, someterla y neutralizarla. O sea, odia la economía y el desarrollo privado. Eso lo está logrando con relato y posverdad y cuando no le alcanza usa alguna clase de dictadura. Si el gobierno no logra pasar esa barrera de dialécticas y obstrucción en los próximos tres años, terminará haciendo el mismo papel de Macri en Argentina, aún con todas las diferencias entre países y entre gestiones que se quieran argumentar. 

 

Ese es el objetivo de los inventores del relato de la democracia izquierdista optativa. 

 


 





Publicado en El Observador  31/08/2021


Sinceramente

 

El pase del año entre el Pit-Cnt  y el FA formaliza una cantada fusión política y pone claridad. Los trabajadores privados deberían bregar por otra central sindical que los cuidara

 



















La decisión del MPP de proponer como presidente del Frente Amplio al presidente del Pit-Cnt, Fernando Pereira es, esencialmente, un acto de sinceramiento que esta columna celebra. Hace rato que la agrupación gremial dirige ideológicamente al FA, aunque sin un formato jurídico que lo respalde o lo trasparente. (La central informal sindical es reacia a aceptar las rigidices y reglas a que obligan las formas legales)

 

Seguramente se puede argumentar que el cambio de rol no implica la unificación de mandos y menos la unificación de facto o de acción de ambas fuerzas, eso está en cada uno creerlo, como cualquier leyenda urbana. Lo cierto es que históricamente, no sólo existe una sociedad política, sino que el Pit-Cnt ha venido obrando simultáneamente como ramas sindical instrumental del frenteamplismo, y viceversa, este último ha respondido matemática y obedientemente a los mandatos de la central sindical. 

 

Si prosperase la postulación del MPP sería más notorio que los paros, las huelgas, aún el mismo referéndum contra la LUC capitaneados por la cuasientidad de trabajadores son parte de un accionar político que pone obstáculos y hasta sabotea la gestión del gobierno elegido en las urnas. Eso rompe el mito de que la alternancia es digerida con caballerosidad y altura por todos los participantes. De lo contrario, el referéndum impulsado originalmente por el Pit-Cnt debería haber versado sobre unos pocos temas laborales, no sobre toda la ley, tal como ocurre con la huelga programada para setiembre. Si bien no es una novedad este baile de máscaras político, que ha sido largamente advertido, a partir de ahora se cae toda hipocresía al respecto. Eso es positivo y evita que parte de la ciudadanía se confunda. La alternancia es, para el FrenteAmplio-Pit-Cnt (¿en adelante el FAPC?) algo que se reclama como derecho cuando se pierde, pero no algo que se reconoce como derecho al que triunfa en una elección. 

 

Imposible no recordar en este punto los 13 paros con movilización conque la CGT de Perón paralizara la gestión de Raúl Alfonsín en los 80, usando la misma treta de doble personalidad gremial-política y el mismo discurso. E imposible omitir la concatenación de efectos que terminaron explotando en esta situación inmanejable de hoy de Argentina. 

 

También, con este paso, se cae el recurso de los matices ideológicos. El nuevo FAPC es una estructura de marxismo moderno, escondida en la figura de una social democracia, un socialismo atenuado, un capitalismo de estado o cualquier otro disfraz conque se trate de ocultar el comunismo de multifracaso. Sin matices. Ni uno defiende la democracia, ni el otro defiende a los trabajadores. Se escudan detrás de las orgas internacionales cuando resulta conveniente, pero desobedecen rampantemente las decisiones de la OIT cuando no les conviene, como incumplen las decisiones de la democracia cuando pierden y la reemplazan por el concepto de la democracia directa, o algún formato de voto infinito sobre el mismo tema, como las huelgas o los paros en las empresas del estado, o el reclamo por un cierre total por pandemia para provocar más desempleo y generar la necesidad de más subsidios. 

 

Como siguiendo un procedimiento, muchos analistas han empezado a pregonar la figura moderada y casi de centro del futuro presidente del FAPC. Sin hacer puntería sobre el accionar de una persona, basta ver lo que defiende desde siempre el Pit-Cnt para no dudar que no existe moderación en ninguno de sus postulados. Uruguay se estaba hundiendo en 2019 con su prédica antiprivatista, antiempresaria y anticapital y la defensa del monopolio estatal. Lo mismo que el empleo. En la situación actual de la sociedad mundial el problema es aún peor.  El cambio tecnológico se acelerará cuanto más se persiga al empresario con cláusulas laborales proteccionistas.  El reseteo con el que sueña el sociocomunismo mundial es una utopía más, una expresión de anhelo sin sustento de ningún tipo, salvo la irresponsabilidad, que terminará en la pobreza universal. Tal vez un objetivo evangélico. Y así lo ha entendido hasta China, no Cuba y Venezuela, por supuesto. A menos que se quiera que todos los trabajadores uruguayos terminen siendo empleados del estado, que no tendrá cómo pagarles, hay que encontrar otros caminos. 

 

Tratar de vender la figura moderada, tanto de quienes la conduzcan como de la nueva fuerza unificada, hasta con alegatos de adhesión a la voluntarista doctrina social de la Iglesia, es algo difícil, si simplemente se lee la prédica y el accionar histórico. A lo que se debe agregar otro concepto hartamente repetido y presenciado en el mundo. El sociocomunismo nunca vuelve mejor.

 

El título de esta nota -casualmente igual al del libro de Cristina Fernández, que imparte prédicas similares a las que aquí se critican - sirve también para recordar que cuando estas promesas de equidad y bienestar universal fracasan, la primera víctima, luego de los trabajadores, es la democracia. Y esa es la gran contradicción – hábil contradicción – del Frente Amplio, ahora FMPC. Intentar eludir lo que ocurre cuando estas promesas se estrellan no ya contra la realidad, sino contra su propia incoherencia. El Pit-Cnt, en su vida anterior, fracasó en su principal tarea de luchar para conseguir más trabajo privado, el único empleo sostenible. También lo hizo el Frente. La única vez en que aumentó el trabajo privado fue cuando antes lo hizo la actividad privada. En esta nueva simbiosis virtual, sus propuestas de futuro siguen siendo las mismas, a veces con otro nombre: más estado, más gasto, más impuestos, menos empresa privada, más empleo estatal, menos libertad de empresa, y a la larga, menos libertad. 

 

No hay manera de que no haya una grieta, diga lo que dijere el presidente Lacalle en su papel conciliador. Esta fusión que acaba de proponer el MPP tiene la virtud de poner las cosas claras. Pero si en serio se quisiera ser democráticos, reducir grietas, y darles una real oportunidad de opinar sobre su destino, los trabajadores privados deberían ahora poder tener otra central sindical propia, sin dependencias ni tintes políticos, con personería legal y elegida por ellos. A eso también podría llamársele democracia directa, o poliarquía, para respetar el purísimo y prístino pensamiento ecléctico. ¿O semejante idea estrafalaria ofendería al marxismo?