Publicado en El Observador  30/03/2021



El impuestazo argentino 

de Astori

 

La inoportuna idea de proponer un impuesto a la riqueza en momentos donde lo que se necesita es que vengan los llamados ricos a radicarse




 



La pandemia ha hecho que el socialismo mundial en todos sus ropajes y sus apodos acelerara con todo oportunismo su campaña del sueño de la renta universal por gracia estatal y saliera a proponer simultáneamente subsidios “al bolsillo” costeados con aumento de impuestos, porque sabe que es una buena manera de eternizar su pulsión marxista, sin importarle si tal concepto se torna un problema insoluble, ni la suerte de las sociedades que lo apliquen.  Como es la única herramienta que conoce procede como el proverbial operario que sólo tiene un martillo y todo quiere arreglarlo a martillazos. 

 

La columna se ocupará del empleo uruguayo en breve. Pero ahora interesa analizar la propuesta de un nuevo impuesto, ilusoriamente por única vez, que está presentando al Frente Amplio el senador Danilo Astori. Se trata de un ansiado impuesto sobre los depósitos de residentes uruguayos en el exterior, cuya letra es casi copia fiel del escandaloso gravamen recientemente aplicado en Argentina. Y su tasa es de 1.6%, confiscatoria en un panorama de renta cero por años.

 

El senador Astori es un político de experiencia, que además domina la economía y conoce de sobra la acción humana que la mueve y los efectos de los actos del gobierno sobre las expectativas y las decisiones de la sociedad. Justamente esta columna lo ha elogiado en varias oportunidades por su sensatez en esa tarea cuando le tocó ejercer la función de gobierno en lugares prominentes. 

 

No puede ignorar que su proyecto no tiene demasiadas chances de transformarse en ley, como no puede ignorar que el solo enunciado de semejante ataque confiscatorio tendrá el efecto de un torpedo bajo la línea de flotación de uno de los pilares del plan de recuperación de la economía oriental del actual gobierno, que es la radicación de personas, empresas y emprendedores de la región, que fue un fuerte componente del crecimiento durante los 10 primeros años de gobierno del Frente, la que además, bajo su acertada influencia, se cuidó de no ahuyentar y hasta de proteger. 

 

Si bien el proyecto es un recurso de política interna y opositora que puede ser justificado por quienes tienen la vocación y la obligación de comprender el accionar de los partidos, es también un acto de sabotaje a la política del gobierno, una de las pocas que puede adoptar la Coalición o cualquier otra tendencia gobernante que intente mejorar el rumbo oriental. 

 

Cuando en Uruguay se analiza el desastre argentino, es común echarle la culpa al peronismo y a su caricatura exagerada que es el kirchnerismo, representada por la figura maléfica de Cristina Kirchner. Pero ¿de qué huyeron los empresarios, los innovadores, los inversores, los creadores, los productores, los privados? No huyeron ni huyen por razones ideológicas, ni siquiátricas, ni discursivas, ni por actitudes destempladas, delirantes o histriónicas de la viceprimera dama y su corte. Huyen de la desaforada vocación de gasto estatal y de confiscación impositiva del peronismo, y de quienes quieren derrotarlo con los mismos principios. Entonces, si se copian los procedimientos y leyes peronistas, se van a obtener los resultados peronistas. 

 

Lo que logrará el senador con este proyecto es no sólo crear dudas en las futuras radicaciones de capitales e individuos, sino que cualquier decisión en tal sentido se torne oportunista, circunstancial y transitoria, ya que queda evidenciado claramente el ataque sobre los patrimonios y la empresa y el empleo privados que sobrevendrá si el Frente Amplio tuviera un resultado favorable en 2024. Lo que automáticamente generaría la estampida de desconfianza que generó la vuelta del kirchnerismo a Argentina. ¿Quién se radicará en Uruguay o en cualquier otra parte si en cuánto lo haga será obligado a perder parte de su patrimonio en solidaridad retroactiva para subsidiar un desempleo eterno, o si se quiere poner en términos técnicos, estructural? ¿Quién pagará semejante peaje cuando tantos países están buscando justamente ofrecer lo opuesto? El argumento de que “como está fuera del país el impuesto es un buen mecanismo para obligar a invertirlo localmente”, o que no tendrá consecuencias económicas, no difiere de la actitud de ama de casa resentida de la mandamás argentina. ¿En serio se puede pensar que alguien se radicará en Uruguay para empezar a pagar al día siguiente un impuesto sobre su patrimonio total obtenido previamente, que no fue generado localmente, en nombre de una supuesta solidaridad que se le endilga y que tampoco hay derecho a exigir de ningún ciudadano que ya ha pagado todos sus impuestos?   

 

Por supuesto que si además el socialismo frenteamplista sigue sosteniendo su idea basada en el concepto de la renta universal que propugna la izquierda internacional cuyo germen está sembrando, el país está condenado al mismo destino argentino, con el estado como único proveedor de empleo, prolegómeno del totalitarismo, además. Y de la pobreza, como también ocurre en Argentina. Y también está condenado a que se agoten los patrimonios antes de que se agoten las necesidades, algo peor aún. 

 

Contrariamente a lo que ensoñadoramente sostiene el pensamiento estatista redistribucionista universal, los países pequeños necesitarán más que nunca del capital, de los emprendedores y de la creación de confianza y seguridad para salir a flote. Atacarlos siempre ha dado malos resultados. Esta vez no será distinto, más bien será fatal. 

 

De modo que, en homenaje a la cordura y seriedad evidenciada en sus gestiones, el senador Astori debería retirar ese proyecto y no intentar presentarlo, por lo menos hasta que su fuerza política vuelva a ser gobierno. Y en ese momento, tampoco presentarlo. 

 






Publicado en El Observador 23/03/2021



Bailando por un Puerto

 

El negocio y la actividad portuaria se llenarán de luces, pero no serán fuegos de artificio, sino estallidos de conflictos postergados y negados

 


El tema portuario estallará en el Mercosur, en la región y en Uruguay, y en varios focos. Lo que era una discusión sorda y latente, primero por la pobre actividad del comercio regional e internacional y luego por la pandemia, cobrará vigencia por decisiones políticas y el empecinamiento gremial en querer conservar condiciones laborales que, más allá de los merecimientos y conquistas sociales, son insostenibles en el mundo real. 

 

La extensión de la concesión a la terminal TCP nubla el hecho de que la operación en esa área languidecía entre la intrascendencia y los pobres resultados, esencialmente provocados por la falta de competitividad ante otros jugadores, y por el también lánguido modelo impo-exportador de la región y especialmente propios. 

 

El formato de la extraña y luenga renovación es per se discutible en varios frentes, y seguramente seguirá siéndolo, como se anticipó en la nota del martes pasado. El nuevo agregado argumental de que una de las razones para proceder como se procedió es el conflicto con Argentina no sólo será refutado, sino que echará biocombustible al fuego. El cambio de funcionarios del país vecino y su nuevo embate kirchnerista, fue posterior a la negociación con Katoen Natie, si bien hace años que está latente el conflicto por la profundidad de dragado, las normas y los subsidios, donde Uruguay y Argentina se espetan mutuos incumplimientos y abusos. 

 

Como del otro lado está Cristina Kirchner, enemiga oriental por vocación y por genes peronistas, no es difícil prever que en vez de renegociar los tratados y acordar un mecanismo común, se terminará en un caos litigioso donde la razón y el derecho no jugarán papel alguno. Lo último que se necesita en la futura etapa donde el comercio será la única oportunidad. 

 

Todo indica que ese conflicto pondrá presión y puede llegar a arrasar con los acuerdos y concesiones locales, incluida la reciente y discutida prórroga. Y más porque una atadura por 50 años en una actividad volátil e impredecible es un riesgo adicional y una disputa permanente en potencia.    No se debe omitir que la actividad portuaria oriental viene perdiendo peligrosamente terreno en el comercio regional, aún frente a Argentina, con la que rivaliza en altos costos operativos para ver quién es peor. 

 

A esto hay que sumar un componente explosivo. La concesión de la Hidrovía, que Argentina hace rato viene pateando para adelante con improvisaciones y parches, que no tiene ninguna chance de tener un final feliz, salvo otra negociación rarísima como las que se acostumbran en la región, que no garantizará ninguna solución duradera ni seria. Sólo que semejante obstáculo venidero e inevitable es un seguro de caos, que repercutirá política y económicamente en las relaciones bilaterales, del peor modo. 

 

Un gobierno nacional que intenta ser racional en el gasto y los subsidios es para los proteccionistas otro problema, ya que no será fácil recurrir a la benevolencia del estado para compensar los costos excesivos. O al menos eso es lo esperable. La fuerte presión de los sindicatos que han decidido que tienen derecho a conservar sus condiciones de contratación y de trabajo más allá de lo que ocurra en el resto del mundo, es muy fácil de complacer cuando el estado, la sociedad, los impuestos o las confiscaciones se hacen cargo de la diferencia, pero mucho más complicado de lograr cuando esa opción no está disponible -felizmente, agréguese. Por otra parte, la disputa contra cualquier subsidio será terrible entre los países involucrados. 

 

Para resumirlo, el sistema portuario uruguayo no tendrá más remedio que competir con la región, suponiendo que se pueda pasar el obstáculo del enemigo kirchnerista, que casualmente comparte su primera letra con el concepto del kamikaze. Y aquí se plantea una falsa dualidad. Las empresas privadas, si quieren sobrevivir, deberán bajar sus costos y aumentar su volumen, casi una sinonimia. Y Uruguay deberá hacer lo mismo tanto si quiere tener costos competitivos para su comercio internacional como si quiere explotar su condición geográfica privilegiada como simple negocio logístico. 

 

Para la empresa privada, el camino es sólo uno. Reemplazar al extremo la mano de obra con tecnología y equipamiento, hasta encontrar un volumen operativo que le permita subsistir. Y el país no tiene una opción muy distinta, salvo la de bajar impuestos que alguien tendrá que pagar, con toda injusticia. Por eso los gremios ya han anticipado su lucha frontal contra el acuerdo con la empresa belga, porque más allá de todas las críticas a la negociación contractual, los amenaza con perder puestos de trabajo al mejorar en los papeles la tecnificación. La relación costo laboral vs. empleo es inexorable. Por eso los gremios necesitan al estado para que se haga cargo de la diferencia y la oculte en la maraña de gastos que paga la sociedad y así pase desapercibido el daño que se ocasiona a todos: “empleo estatal”.

 

Es otro foco conflictivo que inexorablemente estallará y que complica notablemente el vital comercio exterior. Un análisis postergado, un ocultar la cabeza en un agujero que campea sobre la economía oriental desde hace dos décadas al menos. El alto costo laboral y las rigideces contractuales conspiran contra el volumen. O sea, contra la exportación y el crecimiento. Las conquistas sociales se negocian y defienden después de eso, no antes. Eso es más notorio en el caso de los puertos. Por eso pocas actividades laborales son más libres que las portuarias, al menos en el mundo del progreso y el bienestar. 

 

Se gesta una tormenta perfecta. Buen momento para templar convicciones y calibrar el rumbo. No por remanido es menos cierto que quien no sabe adónde va, nunca encuentra buen puerto. 








Publicado en El Observador, 16/03/2021

Para llegar a buen puerto

 

El acuerdo con Katoen Natie tras un tanteo inocente y banal de partida de truco es un error político insostenible que debe ser enmendado y expuesto claramente

 


















La columna advierte sobre su total incompetencia para analizar el manejo y la operación portuarias, junto a otra vasta cantidad de temas, por lo que no intentará opinar sobre ellos.  En cambio, reclama el título de experta en corrupción, para lo que exhibe sus pergaminos obtenidos en Argentina a su propio altísimo costo fiscal, y declama su propósito de aportar esos conocimientos sobre tan triste especialidad para que Uruguay no copie ninguna de las prácticas que son las responsables exclusivas de la decadencia y caída del vecino y querido país. Varias de esas prácticas se acumulan en el reciente acuerdo con la belga Kaoten Natie por la prórroga del contrato en la terminal TCP.

 

Habrá que comenzar por ponerse de acuerdo en una perogrullada: una concesión o prórroga de concesión o contrato de operación de cualquier tipo o formato otorgada por el estado, debe hacerse por medio de una licitación formal y pública. Si ello no está estipulado, o no está suficientemente claro, debería estarlo. El plazo, las condiciones, las contraprestaciones, es otro tema para otra discusión. 

 

Argentina ofrece aquí un brillante ejemplo: las privatizaciones realizadas por el presidente Menem a principios de los años 90 fueron realizadas mediante licitaciones públicas. Pero a su vencimiento, fueron todas renovadas mediante negociaciones privadas mano a mano con los interesados, por gobiernos diversos. El resultado fue que al renovarse se transformaron en monopolios, y todas terminaron con litigios o arreglos de litigios sospechados, sospechosos y ruinosos para el país. 

 

El CIADI tiene hoy casi un departamento dedicado a los juicios contra Argentina, originados en esos arreglos y en especial en el accionar de gobiernos posteriores que ejercieron su pragmatismo adjudicatorio y terminaron pagando varias veces lo que valían las empresas en cuestión. El caso YPF-Repsol, de triste fama y que terminará costando a Argentina innecesariamente el equivalente a 20% de un PIB uruguayo, es el resultado lineal de esas prácticas de negociaciones directas. - Uruguay es distinto. - Dicen los que aún no han podido explicar el agujero de ANCAP. Habrá que creerles. Pero por las dudas no copiar los métodos. 

 

Otra perogrullada sobre la que se debería acordar: las amenazas de juicios no son un precedente jurídico sobre el que basar una excepción presupuestaria o de procedimiento. (Esto también vale para una partida de truco) mucho menos la aceptación de un fallo en contra de antemano y peor, tomar una decisión que supone saber y aceptar el monto de la sentencia de un litigio que ni empezó. Además, hay mecanismos técnicos legales por los que se puede llegar al mismo resultado. (Por ejemplo, cuando se estipula que los participantes en una licitación renuncian a cualquier reclamo previo que tengan contra el estado, cláusula que se puede leer en tantos pliegos)

 

Argentina ofrece en su infinito catálogo de trucos indios corruptos otro ejemplo: el famoso Caso de los cuadernos, un extenso censo de los empresarios argentinos que se enriquecieron corrompiendo al estado. Haciendo negocios contra el estado, no con el estado. Todos los confesos que ahí figuran, sin excepción, (algunos mimados orientales también) han usado profusa y preferentemente la práctica de hacer juicios contra el país para obtener ganancias superiores al valor de sus propios contratos, o amenazar con dichos juicios o canjearlos por prórrogas. Muchos, por décadas, usaron el recurso de ganar licitaciones a pérdida, para luego lograr que la burocracia, en su infinita bondad, cometiera alguna torpeza, deliberada o no, para justificar un juicio que el estado argentino se especializó en perder, a veces dejando caer los plazos, injustificable en una administración que tiene miles de abogados dedicados solamente a esa tarea. 

Seguramente Uruguay es distinto. Pero por aquello de la mujer del César, bien vale acordar que no se pueden negociar privadamente los juicios contra el país. 

 

Y se puede ampliar. Un acuerdo privado del estado (inviable hasta idiomáticamente) impide conocer quiénes fueron los responsables de firmar un contrato débil y quiénes lo incumplieron, y sancionarlos política o penalmente) Si no está prohibido, debería estarlo y ser nulo de toda nulidad. Volviendo a las bases, Néstor Kirchner y varios de sus gobernadores cancelaron de prepo varias concesiones, (¿adrede?) que fueron directamente al CIADI y que costaron mucho más caro que su cancelación contractual legal. 

 

Si hicieran falta similitudes, vale la pena analizar la discusión en la legislatura de Chubut sobre la prórroga sin licitación alguna que el gobernador Das Neves y Néstor Kirchner otorgaron al petrolero Bulgheroni sobre su concesión vigente para la explotación de gas y petróleo de Cerro Largo, por 40 años. Sorprenderán los parecidos en la argumentación oficial, al igual que su superficialidad y pobreza. 

 

El otro argumento que se esgrime, que arguye que no es posible llamar a una licitación cuando la concesión aún no ha vencido, carece de seriedad y es insostenible, cuando se está prorrogando la misma antes de vencer y aceptando la coerción o chantaje de la contraparte, criterios que tampoco deben figurar en los procedimientos.

 

Y para volver a la metodología comprensible de un partido de truco, cabe una pregunta que ya se ha insinuado en estas páginas y que produce un escalofrío: ¿cuál será la actitud cuando también Montecon amenace con un juicio? 

 

El gobierno de la Coalición tiene un desafío de fondo. Mostrar que el resultado electoral no versa tan solo sobre quién conduce el estado. Sino sobre el estilo y los procedimientos que se usan en la tarea. Tal vez ese resulte su gran legado. Es importante recordárselo. 








Publicada en El Observador  09/03/2021



La tentación de la carne

 

El nuevo negocio de Gates con sus gusanos proteicos enfrenta a Uruguay a un 

competidor desleal, con muchos recursos para repartir. Pero no es invencible 

ni infalible



 

 
















Una cierta resignación que se advierte en los sectores más destacados del pensamiento oriental ante el ataque a la ganadería obliga a volver sobre temas ya tratados aquí. Habrá que insistir con la tozudez de Voltaire, aunque no con su sapiencia, lamentablemente. 

 

Para abordar el tema es fundamental comprender que a la principal actividad uruguaya le ha surgido un competidor formidable, como bien se sostiene. Un competidor que se llama Bill Gates, nada menos. Pero para completar la definición, se debe usar un aditamento: un competidor desleal. 

 

Cabe aclarar que si los consumidores, y aún los gobiernos de ciertos países, deciden alimentarse del modo que les de la gana o comer o beber lo que les parezca, tal decisión no es más que el ejercicio de sus libertades. Comercialmente cabe buscar la manera de convencerlos de lo contrario apelando a las diferentes opciones de que se disponen en ese terreno, acciones de comercio y política internacional cuando corresponda.  

 

No es ese el caso. Gates intenta transformar a la carne en enemiga de la humanidad, borrarla por decreto de toda ingesta voluntaria u optativa y eliminarla de todas las dietas y las canastas alimentarias, como si fuera veneno. El argumento que usa es el cambio climático, que – con argumentos todavía en discusión - se produciría por el calentamiento global, más precisamente por la acumulación excesiva de CO2. Acostumbrado a posiciones de dominancia en sus negocios, que le aseguraron siempre el control del mercado y el dominio sobre el sistema y sobre sus clientes, no busca competir con la carne, sino tomar todo ese mercado y reemplazarlo por productos de su propia elaboración mediante el ucase de las organizaciones internacionales y/o la presión sobre los gobiernos de cada país.

 

Debe tenerse presente que el dueño de Microsoft (o su fundación, da lo mismo) es hoy el principal inversor de Beyond Meat, que cotiza en Wall Street con el nic BYND, que ha septuplicado su valor y crecerá más aún, según los pronósticos. Esa empresa se dedica a fabricar la falsa carne producida mediante la cría de moscas que digieren gusanos y los transforman en una pasta proteica que supuestamente alimentará a toda la humanidad y, sobre todo, reemplazará a la carne bovina, caprina y ovina, culpables, según las organizaciones internacionales financiadas por Gates, del 9% de la emisión de CO2,culpable a su vez del fin del mundo que será causado por el calentamiento global a más tardar en 2050.

 

Ante este panorama las reacciones locales parecen dividirse en dos líneas: una es resignarse a que tarde o temprano los grandes países dejarán de comprar carne y alimentarán a su población con ese suplemento proteico (no muy diferente a comer gatos, perros, ratas, murciélagos y otros animalitos que hasta hace un minuto repugnaban a la civilización). La otra línea es la convicción de que, actuando individualmente, Uruguay podrá diferenciarse del resto de los productores mundiales y convencer a la humanidad de que las vacas uruguayas son impolutas y no cambiarán el clima debido a la bondad de su crianza. 

 

En la percepción de esta columna, ambos conceptos tienen una cuota de inocencia y también de omisión del comportamiento de los mercados globales. El tipo de campaña financiada por Gates no hará distinción en el origen de la carne, que será escarnecida, valga el juego de palabras. Y el precio será un factor determinante para la decisión de muchos países. De modo que más que salir a convencer en soledad al mundo de las bondades de las vacas no gaseadoras uruguayas, habrá que pensar en nuevas propuestas que abaraten y/o enriquezcan el producto final y ofrezcan opciones cárneas al puré de gusanos. 

 

La alianza con otros países productores de carnes es fundamental. Hacen falta recursos costosos y de alta sofisticación comunicacional y política para librar esta guerra finalmente comercial, aunque aparente ser una hemorragia de altruismo. La OPEC es un ejemplo que molesta cuando se es consumidor, pero sirve cuando se es productor.

 

Por eso es plausible la actitud del Senador Da Silva, que forzó a retirar un tuit del ministerio del ramo hablando de “carne sintética”, que marca la primera lucha a librar en la OMC, que es lograr la prohibición del uso de la palabra carne con cualquier aditamento para designar al suplemento proteico que produce BYND. Simétrico a la prohibición de usar el término “champagne” o “gruyere” que sufren entre otros los productores uruguayos, a quienes se les prohíbe usarlos, pese a que se producen del mismo modo que en sus países de origen. 

 

La lucha no es sencilla. La fundación de Gates  es la principal aportante a la OMS, por encima de la propia Alemania. La FAO, la FIDA, el PMA y el foro EAT, que convocan ahora mediante la ONU a la Cumbre de sistemas alimentarios, son financiadas por la fundación del billonario, y la ONU ha designado a la doctora Agnes Kalibata para que dirija la crucial cumbre. La Doctora Kalibata preside el programa AGRA de Bill, que fracasó y se estrelló con la Revolución Verde en África, donde produjo una parva de tragedias con sus planes agrícolas fantasiosos, mas denuncias por estafas y corrupción. 

 

“No hay que enojarse con Bill, hace su negocio” – Dice el pensamiento especializado. Tampoco hay que resignarse, ni jugar en soledad - dice la columna. Habrá que empezar por designar un equipo específico a cargo de defender este mercado crucial. Pero que entienda cómo funciona el mundo del comercio y la competencia internacional. El riesgo es terminar en el estereotipo caribeño, vendiendo a precio de regalo el aceite de copra. 

 

Y habrá que rogar que Bill no descubra que los seres humanos también expelen CO2.




 



La hipocresía sindical de la educación

 

Quienes debieran defender la tarea formativa de los niños y jóvenes son quienes se ocupan de sabotearla


 




No debe haber país en el mundo que no destaque la importancia de la educación como elemento diferencial primordial para que su población tenga oportunidades de inserción económica y de desarrollo personal y espiritual en una sociedad global que está entrando en una espiral rabiosa e impredecible de cambio. Tampoco hay voces que se opongan a tal criterio, en ningún país y con ningún formato de gobierno. Los derechos universales del niño y los jóvenes consagran ese principio in límine y junto al respeto por la vida y la libertad; la formación escolar completa el tridente básico de los derechos humanos reconocidos universalmente. Hasta sería posible sostener que sin una educación integral sólida no hay ni vida digna ni libertad. Y tampoco futuro ni económico ni de cualquier tipo para las naciones. Ni democracia, cabe agregar. La educación es el verdadero cuarto poder. 

 

Hasta que entran en escena los gremios docentes. Algo que ocurre donde y cuando se les permite creer que están en condiciones de determinar los currículums, el modo en que se imparten las asignaturas, o en que no se imparten, alterar o anular los contenidos e inventar las distorsiones que se enseñan en cada aula, y donde imponen desde su posición dominante ante el alumno su ideología, que curiosamente es casi siempre trotskista o de izquierda extrema, no importa si se trata de Estados Unidos, Argentina o Uruguay. Especial mención merecería la idea de no calificar ni encuestar, la negación misma del mérito y el estímulo. 

 

Esos gremios se adueñan de la potestad de diseñar las políticas, los contenidos, los objetivos, los modos y las técnicas. Hasta de la potestad de adoctrinar y aun de deseducar, supuesto básico del gramscismo, evolución corregida del estalinismo que necesitó y necesita de masas torpes y sin pensamiento que cumplan consignas y nunca analicen lo que se les impone en defensa de quién sabe qué soberanía, de quién sabe qué patria, en la lucha contra quién sabe qué enemigo. 

 

En esa línea, hablan de esencialidad cuando se trata de reclamar remuneraciones y aumentos de presupuesto que nunca serán suficientes porque también se encargan de saturar el sistema de ineficiencias y ausencias, pero rechazan esa misma esencialidad cuando se les exige que cumplan su tarea y que no transformen el derecho a defender sus supuestas conquistas en el derecho a tomar de rehenes a los alumnos y su formación. 

 

Pese a todas las declamaciones, y a los esfuerzos reales y actuados que se han hecho, la educación pública oriental – otrora un orgullo nacional - se ha deteriorado notoriamente en los últimos años. La pandemia agudizó no solamente esa deseducación sino también la desigualdad con quienes pueden recibir una educación privada. Los que vocean coeficientes de Gini siempre inútiles para hacer comparaciones cuando se trata de datos económicos, no parecen preocuparse de esa inequidad de fondo que muchas veces ellos mismos colaboran a crear. Al contrario. La única respuesta del sindicalismo a este planteo ha sido tratar de captar de prepo a los docentes privados para meterlos bajo su dominio y así sabotear también la educación privada. Nada nuevo en quienes propugnan manotear el patrimonio de los que tienen más para regalárselo a los que tienen menos, una solución cortoplacista y fracasada. La única igualdad sostenible y solidaria en la educación, primero, pero también en cualquier otro aspecto de la sociedad, es hacia arriba. 

 

El mérito, el esfuerzo previo, la disciplina, la seriedad, el ahorro, el compromiso, la vocación, el trabajo y el estudio son las herramientas de la igualdad. La capacidad de autoportarse, la confianza en las propias fuerzas, la libertad, la solidaridad bien entendida, la grandeza de espíritu, la conducta, la honestidad y la ética son los valores esenciales para trasmitir, no la defensa de supuestas conquistas que pagan los demás con ignorancia y espíritu mendicante y sumiso. 

 

No es posible omitir que estos gremios son los que se oponen sistemáticamente a la formación universitaria de los docentes, un elemento que cumple la doble función de jerarquizar en serio la tarea de los maestros y profesores, y de encarar la dificilísima, casi imposible doble misión de lograr inclusión con excelencia. También a la idea de remunerar mejor a los maestros que se especialicen en ayudar a superar las desigualdades, una condena fatal a los postergados y menos favorecidos. 

 

Cuando se habla del éxito socioeconómico de muchos países emergentes que salieron de la pobreza y la desigualdad, se suele omitir el impulso que esos exitosos han dado a la educación, sin concesión alguna y sin excepción. Como se sabe, las evidencias se niegan siempre que entra la ideología en escena. 

 

Ayer era un día de gran trascendencia para los orientales. Porque se comenzaba formalmente el plan de vacunación, luego de un año durísimo, de miedo, incertidumbre, aislamiento y duras consecuencias de todo tipo. También porque los chicos empezaban a pleno su año escolar, símbolo de esperanza y oportunidades, y se comenzaba a transitar el camino de la recuperación de la desigualdad educativa adicional que volvió a restar oportunidades a los más pobres. 

 

En ese contexto, la decisión del paro nacional de la Federación Nacional de Profesores de Educación Secundaria (Fenapes), más allá de los motivos y excusas, es un símbolo, un sabotaje, un escupitajo cruel y mezquino en la cara de la sociedad uruguaya, cualquiera fuera la ideología o la posición política de cada uno. 



 

 

 




Publicado en El Observador  23/02/2021



Pantalla azul para la carne

 

La defensa de la actividad pecuaria oriental frente al ataque de la interesada filantropía de Bill Gates es un tema de estado que no permite simplificaciones

 

 














Es justificada la preocupación que se nota en los medios sobre el ataque mundial orquestado contra el consumo de carne, ahora personificado en la figura de Bill Gates, que parece disfrutar de su nuevo rol de Nostradamus universal prediciendo el fin del mundo en diversas formas. 

 

Frente a la amenaza real para una tarea clave como la ganadería, es obvio que Uruguay debe adoptar una política de estado inteligente y proactiva, que impida que su vital comercio sea crucificado en aras de una hipersensibilidad global fomentada. Eso implica no seguir líneas o planteos de una cierta inocencia, como tratar de explicarle al mundo que las vacas uruguayas son diferenciales, bucólicas y con tecnología impoluta, distinto a los rumiantes extranjeros que engordan quién sabe por qué métodos y en qué condiciones. Cabe aquí recordar el ejemplo de los tapados de piel: los piquetes, rentados o no, que escupían a las damas que usaban esos abrigos, no averiguaban si los animales sacrificados para su confección eran de criadero o habían sido depredados cruelmente en su hábitat natural en algún valle nevado de Vermont. 

 

¿Es muy arriesgado imaginar hordas incentivadas escupiendo las hamburguesas o los T-bone steaks en los restaurantes americanos o europeos? No será fácil explicarles las diferencias en la cría y faena en esos momentos. Por cosas así, sin descartar la defensa de la singularidad local, se deben explorar las alianzas y las relaciones públicas que se requieren para no sufrir los embates de quienes hasta ayer execraban a los orientales de ojos rasgados porque tomaban sopa de murciélago o comían alimañas, gatos o perros, y ahora están dispuestos a comer en público un compost de gusanos procesado en una impresora 3D o a tomar agua extraída de excrementos humanos, como hace Gates. 

 

Nueva Zelanda y Australia y aún EEUU deben ser aliados naturales en esta pugna, que además de mucho dinero requiere una organización profesional y una revisión y planificación medulosas para oponerse a un enemigo de alto poder de fuego y que se arroga la defensa de la vida del planeta y la salvación del ser humano. No muy distinto a las pandemias que también pronostica este moderno Pecos Bill -recuérdese al héroe ficcional texano. No sea que se termine como con el Covid-19, donde el remedio terminó en muchos casos siendo peor que la enfermedad. 

 

Uno de los temas de las relaciones públicas y de la política internacional será impedir que se llame “carne” a una pasta sintética elaborada con proteínas obtenidas con métosdos repugnantes y saborizada con cualquier recurso, mientras los productores uruguayos padecen todo tipo de discriminaciones por no etiquetar hasta la histeria los ingredientes de sus productos, y no pueden llamar champagne o gruyere a sus vinos o sus quesos. 

 

La carne ya fue acusada de todos los males del universo, desde la hipertensión al colesterol y la gordura, teorías que luego fueron refutadas. Muy parecido al COVID, o a tantas otras teorías. Por eso hace falta una alianza internacional y mucha inversión en lobby, investigación y relaciones públicas para encarar la batalla, a la vez que una sólida política exterior que no puede encararse en soledad. 

 

Párrafo aparte merece la filantropía del señor Gates. Como otros billonarios, ha creado su fundación, que le permite eludir un monto colosal de impuestos, y destina algunos recursos a la beneficencia, cosa que es loable, aunque a veces sería más saludable eximirlo de demostrar la verosimilitud de la figura que ha creado. Agrega un gran presupuesto destinado a ensalzar su imagen, como se ve en el documental de Netflix, con exageraciones pagas que mueven un poco a la vergüenza ajena. Faltó que le ganara una partida de ajedrez rápido a Magnus Carlsen. 

 

Sin ánimo de descalificar al exitoso Bill, hay que recordar que es conocido por sus predicciones fallidas - o lo era antes de limpiar los datos en la Web - muchas relacionadas con sus intereses y expectativas empresarias. En los años 80 predijo que el OS/2, que había desarrollado para IBM recientemente, sería el sistema operativo más importante de la historia. Pasó sin pena ni gloria, y el mismo filántropo se ocupó de destrozarlo terminada su alianza con IBM, primero con los fallidos Windows 1 y 2, en el que usó de cobayos a todos sus usuarios, y luego con la exitosa versión 3.0.  Un poco más espectacular fue su bolazo-premonición en su keynote en la exposición COMDEX 1994, en Las Vegas, a la que asistió este columnista, donde aseveró que no veía un gran desarrollo comercial futuro para Internet, cosa que refirmó en su libro The road ahead, para tener que retractarse poco después urgido por sus propios técnicos y ejecutivos. También fracasó cuando predijo que el mundo digital sería acaparado por su Explorer, o cuando juró que el spam desaparecería en dos años, como es evidente que no ocurrió. 

 

Nada de esto le quita importancia a su campaña para salvar a la humanidad del calentamiento global y del consumo de carne verdadera, que debe tomarse muy en serio, sobre todo por su capacidad de producir efectos devastadores en la vital ganadería, con una sociedad global proclive a las profecías y conspiraciones.

Tan amenazante como la proverbial, temida y cancelatorina pantalla azul de su Windows. Algo parecido a la permanente amenaza de nuevas pandemias, que vienen ocurriendo desde siempre y usándose del mismo modo aterrorizante. (Ver Éxodo)

 

Para no encontrarse de golpe con una desagradable pantalla azul como los usuarios de Windows, el gobierno, y también la oposición, deben habilitar su Zoom no para abuenar a Gates, sino para reunirse con sus colegas productores mundiales de carnes y orquestar una acción común, tanto en la mejora de estándares genéticos y de métodos como de relaciones públicas y comerciales.




Publicado en El Observador  16/02/2021


La resurrección de Carlos Menem

 

















La hipocresía del gobierno de Cristina Kirchner otra vez monopoliza un velatorio reivindicativo y épico

 

Rescatado por la necrofilia egipcia esencial del peronismo y la necesidad imperiosa del kirchnerismo de tener alguna bandera para agitar, Carlos Saúl Menem resucitó el domingo como líder político y recuperó la categoría de muerto ilustre del movimiento. Cristina Kirchner, que un día celebró la broma de su tragicómico esposo de estrujarse sus intimidades para conjurar el estigma de jetattore que acarreaba el riojano, ejerció ante el féretro la hipocresía que le aflora con naturalidad y con la que engaña sólo a sus aplaudidores. 

 

Ningún parecido entre los dos líderes. Salvo en haber capitaneado las dos mayores bandas de delincuentes que conoció Argentina. Partiendo de que el ex patilludo mandatario fue el único candidato en la historia del peronismo en haber sido ungido por elección directa de las bases, sistema impensable para la hoy doble dictadora, en su país y en el movimiento multiuso al que pertenece, o que le pertenece. 

 

No se parecen en la empatía personal, como es harto evidente, ni en la tolerancia democrática, la libertad de prensa, el derecho de propiedad, ni en el odio, el revanchismo, ni en la sicopatía, ni aun en el hubris y menos en el respeto por la libertad sin aditamentos. Tampoco en el criterio de inserción internacional, ni en el tratamiento de graves atentados: mientras la DAIA critica duramente al muerto por no haber colaborado con la investigación de los ataques contra la embajada de Israel y la AMIA, la viuda de Kirchner eligió signar un pacto de impunidad con Irán, acusar a una conspiración del judaísmo de la voladura de la embajada, y tiene para siempre pendiente sobre su cabeza la muerte del fiscal Nisman. (Es de suponer que si alguna vez muere será duramente criticada por eso) 

 

También difieren diametralmente en la concepción sobre la producción, en las ideas y en las cifras. En el caso kirchnerista es evidente y final. En el caso menemista, no había otra alternativa que la apertura económica, además. Y toda apertura económica, con cualquier formato, siempre origina la transformación, conversión o desaparición de cadenas productivas, tanto en Argentina como en China o EEUU. Esto es bueno que lo entienda Uruguay, que a veces parece creer en alternativas que no existen. 

 

La venta de armas a Croacia y Ecuador, (además una traición a Perú, único país que puso sus Mirage a disposición en la guerra de Malvinas) culmina con la voladura de la fábrica militar de Río Tercero. No es posible creer que el entonces presidente lo ignorara.  Un baldón en su vida. La actitud de la ciudad cordobesa de no adherir al duelo nacional decretado en homenaje al carismático exmandatario es de toda justicia. Aunque los politizados lo vean como desacato al decreto de Alberto Fernández.

 

La política de privatizaciones del gobierno menemista, tan criticada ideológicamente y con tanta corrupción, fue, sin embargo, imprescindible. El país sufría una crisis energética terminal, a la que no era ajena la transa sindical-política que manejaba el negocio energético. Las comunicaciones eran inexistentes, también destrozadas por el sistema de coimas y no inversión de Entel. Cualquier crítica que se haga hoy es injusta porque se hace después de haberse resuelto el problema insoluble. 

 

La primera privatización impecable de YPF, no la segunda,  que fue un modo de generar fondos, cortó un negocio sindical-estatal-empresario-prebendario y le costó la vida al dirigente sindical Diego Ibáñez, con esos bueyes se araba entonces. El sucio negocio fue reinventado por Néstor Kirchner en complicidad con Repsol, a quien le sacrificó la acción de oro al pactar con los españoles (segundo de Argentina en corrupción) que le regalarían el 25% accionario a Eskenazi, lo que seguramente también será criticado duramente en 2060, cuando el cadáver a juicio sea el de su esposa Cristina, que pagó un disparate por el también cadáver de la petrolera. 

 

El gobierno menemista tenía dos cajeros que repartían con un Excel todos los ingresos de la corrupción. En eso era más ordenados que el kirchnerismo, con mucho mayor cuentapropismo.  Aun así, eso no invalida la tarea privatista, de la que debe recordarse algo que no se quiere mencionar: las privatizaciones se hicieron mediante licitación y preveían que al cabo de 10 años caducaba el monopolio de los adquirentes. En el gobierno de De la Rúa, se renovaron las concesiones sin licitación alguna y se olvidó la cesación del monopolio. Silenciosamente. 

 

La convertibilidad fue útil mientras se pudo mantener la disciplina fiscal, que es lo único que hace perdurar cualquier política monetaria. Cuando Menem comete el error fatal de forzar el Pacto de Olivos (del que su ministro Beliz diría al renunciar que no se podía gobernar con valijas llenas de dinero) y reelegirse, ya no fue posible aguantar la presión del endeudamiento combinado originado en la defensa del tipo de cambio y el déficit acumulado para satisfacer a gobernadores y punteros. Los 4 años adicionales fueron fatales para el extinto y para el país. Luego, De la Rúa hizo un gobierno blando y fofo, signado por el progresismo ineficiente de su alianza y de sus propias ideas. Y cometió el error terminal de volver a llamar a Cavallo, que sólo se preocupó por salvar del default a algunos banqueros que habían confiado en él, como Rockefeller. Para eso inventó el Megacanje y el Blindaje, que recuerdan al préstamo del FMI a Macri y a la reciente “salida del default” pactada con los Fondos. 

 

Carlos Menem representó una oportunidad para la democratización de su partido. También una oportunidad para Argentina de volver a un rumbo de crecimiento, productividad e inserción internacional. Ambas se desperdiciaron. Su mérito y su culpa.  Hoy cabe preguntarse si no fueron las últimas.