Mi pequeña reflexión diaria


Entre los mejores


- Los Pumas, o mejor el rugby argentino, nos han dado una lección que no debemos dejar pasar.

-Por haberse organizado institucionalmente para poder competir en las grandes ligas, sin perder su esencia.

-Por haber creado los sistemas de entrenamiento que posibilitaron prepararse física y espiritualmente para la alta competencia.

-Por haber desarrollado durante muchos años con su constancia, sus actitudes y su conducta las relaciones internacionales que les permitieron ingresar y participar en el grupo selecto de los grandes.

-Por haber aprendido. Por competir con valentía, humildad, espíritu de equipo y lealtad  y respetar las reglas.

-Por basar su éxito en la excelencia, en el trabajo, en el esfuerzo, en el fair play, en el aprendizaje.

-Por cambiar lo que hizo falta cambiar. Por hacer un equipo federal.

-Por no resentirse ni frustrarse ante el fracaso ni ante las injusticias.

-Por integrarse con el mundo, en vez de aislarse.

-Por la confianza en las propias fuerzas. Por creer que se podía. Por la garra.

- ¿Y si aplicáramos el mismo criterio para el país?




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Mi pequeña opinión diaria


Ahora quieren cambiar la vara



La opinión, en especial la opinión jurídica, no debería torcerse de acuerdo a los intereses o conveniencias.  Es un principio intelectual que debería ser inmutable.

Cuando esa opinión es sobre la Constitución Nacional, el tema es todavía más importante.

La discusión ahora es sobre el cálculo de los porcentajes para determinar si un candidato ha llegado o no a ganar en primera vuelta, o si se debe ir a ballotage.

La Constitución dice que se calculará sobre el “ total de votos afirmativos válidamente emitidos”. Es decir que excluye los votos nulos o impugnados.

La duda entonces es si los votos en blanco son afirmativos o no.  En este caso correspondería utilizar un viejo recurso interpretativo. Si los constituyentes hubieran querido que los porcentajes se calcularan sobre los votos positivos y en blanco, ¿para qué habría agregado el término “afirmativos”?

Si tal hubiera sido la intención, habría bastado con expresar que los porcentajes se debían calcular  sobre “el total de votos válidamente emitidos”. Al agregar el término “afirmativos” es evidente, aunque no nos guste ni convenga, que se están dividiendo los votos válidos en dos categorías, que no pueden ser otras que votos afirmativos y votos en blanco, ya que no existe otra posibilidad en la práctica.

Sostener que el término "afirmativos” es una redundancia, como parecen querer algunos expertos, es entrar en una exégesis contraria a la letra y al espíritu de ese punto de la Constitución.

Confrontados a un resultado electoral que les puede ser adverso, en vez de hurgar en los tratados y en la opinión de los constitucionalistas, los candidatos deberían hurgar en sus programas y escudriñar los mensajes que le envían a la ciudadanía.

La Constitución Nacional ya ha sido suficientemente manoseada.



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Mi pequeña reflexión diaria



Se acabó la globalización que conocíamos




Hace bastante tiempo que el impulso de globalización que parecía incontrolable en la última década del siglo XX ha evolucionado desde la apertura de comercio absoluta hasta variantes más o menos solapadas de proteccionismo.

En un comienzo, la Organización Mundial de Comercio había establecido y profundizado normas de bajas de recargos y otros mecanismos proteccionistas,  lo que generó una revolución mundial y un acceso al empleo de cientos de millones de personas.

El proceso significó la entrada al juego de grandes masas de población de países como China o India, olvidadas por sus propios gobernantes y por el mundo desarrollado. O imperialista, dirían algunos.

Todos felices. Hasta que Europa y Estados Unidos comenzaron a notar que la teoría clásica económica que funcionaba tan bien para medio mundo, tenía una falla si se aplicaba a toda la humanidad: en términos de empleo era un juego de suma cero.

La simetría de Lerner,  que mostraba que las exportaciones e importaciones de los países tendían a ser iguales debido a la nivelación automática del tipo de cambio, no era tan conveniente ni válida si todos los países hacían lo mismo y además manoseaban sus tipos de cambio.

Y descubrieron algo más: que el bienestar no era infinito. El empleo de unos era el desempleo de otros. No era tan fácil mantener los altos salarios, como está viendo hoy mismo Estados Unidos. El ingreso individual terminaba siendo un promedio entre Tailandia y Alemania.

La apertura comercial hace rato que viene parándose. Y del peor modo. Con mecanismos extra tarifarios.  Sin contar que las materias primas alimenticias nunca fueron beneficiadas con la libertad.

El TPP, cuya redacción final se aprobó ayer, es el resultado de una nueva concepción. La integración regional. O para ser más sinceros: la protección aduanera con alguna excusa, en este caso la pertenencia al Pacífico.

Lo que este tratado de libre comercio significa, como otros que están en proceso,  es que sus miembros se comprarán entre ellos, sobre todo porque, además de eliminar recargos, se han eliminado a aliviado las restricciones no tarifarias.  O más precisamente, dejarán de comprarles a otros para comprarse entre ellos.

También unifica una serie de reglas en la resolución de disputas, marcarias, medioambientales y para decirlo claro, expande el dominio comercial de EEUU sobre estos 11 países e impone normas unificadas, a cambio de asegurarles su mercado en muchos rubros. 

Argentina se queda afuera de estas posibilidades por varias razones:
a. No pertenece al Pacífico.
b. Su unión paralizante con el Mercosur. 
c. Las commodities alimenticias siguen expresamente excluidas de las reglas globales de libre comercio. 

Nos quedan China y Europa. Pero Europa es nuestro mayor enemigo (no dije competidor) en el comercio agropecuario.

Es el momento ideal para repensar nuestro posicionamiento geopolítico y también de política internacional.  El Mercosur, estúpidamente desviado a ser un monigote de politiquería interna barata, con un ridículo Parlasur, debe ser repensado o eliminado si no se puede transformar en un mecanismo útil de negociación e inserción mundial.

También es imprescindible abandonar la suicida política de confrontación con Estados Unidos, que sólo puede acabar en un aislacionismo incompatible con la realidad global.

El comercio mundial ahora empieza a pasar por las Cancillerías, no por los Ministerios de Economía.

El payasesco alicate de Timerman le ha costado y le costará muy caro al país.




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Mi pequeña reflexión diaria



La viuda negra y los hilos de su tela


En el incesante laberinto que urde Cristina para inmovilizar y destruir a la República que odia, dictará una ley que obliga, en toda renegociación de deuda, a aplicar las cláusulas de la declaración pertinente de la ONU.

La declaración parecía inocua e irrelevante, pero estampada en una ley no lo es, como algunos colegas sostienen.

Me concentraré en un solo punto: ¿con qué bonos pagaremos a los Hold Outs el juicio que ganaron?  ¿Con bonos emitidos en el país con ley nacional o con bonos similares a los que incumpliéramos, bajo ley y jurisdicción de New York?

No sólo el punto 6 de la resolución, puesto como ley interna, es complicado, sino que toda la interpretación del articulado lo es, en especial si lo que se quiere es prorrogar y eternizar el capricho.

Es evidente que los Hold Outs, con sentencia en firme y Argentina en desobediencia, no van a aceptar disminuir la calidad jurídica de los papeles que reciban en pago, sobre todo si provienen de un defaulteador serial, como acertadamente nos han calificado.

Con un Congreso dividido amebiásico, es decir que adoptará las formas más inverosímiles, será imposible que esta ley no se use para continuar la dilación en el arreglo, que es la razón misma de esta equiparación de una declaración de la ONU a un tratado internacional. 

Los dos candidatos con chances han dicho que acordarán con los odiados buitres, calificados como negros por CFK, con gran creatividad zoológica.  

Pero para lograr un acuerdo, además de derogar las leyes de canje, habría que derogar esta nueva estupidez legislativa.

El proceso tomará con suerte varios meses, en momentos en que se pueden perder muchas cosas, pero no tiempo.



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