El poder y la telaraña de la corrupción


Dardo Gasparre


Deslumbrados por convenientes teorías globales en boga, hace mucho que los políticos locales, y no sólo ellos sino también dirigentes de distintos ámbitos y niveles, han adoptado un complaciente paradigma: perseguir la obtención del poder por el poder mismo.

La teoría, como se sabrá, es muy simple: lo importante es conseguir el poder por cualquier medio reputado como legal, no con el afán de imponer algún ideal, alguna ideología o alguna concepción de organización social o económica sino simplemente para detentar – y ostentar – el poder.

Una vez en el poder, se supone, y generalmente ocurre así, que ello da primero más poder, luego riqueza, influencia, boato, privilegios, atractivo sexual y social, ojos celestes, ostentación, relaciones, obsecuencia, acceso a todas las ventajas y, finalmente, de nuevo poder.

Si el político vencedor está muy enfermo, también le da derecho a la venganza, a la destrucción de la sociedad, al insulto, al ninguneo y a la pulverización de todos los valores que lo molestan en algún recóndito lugar de su memoria infantiloide.

Esta teoría, que llamo maquiaveliana recordando la mediocridad espiritual del despreciable italiano, contiene por supuesto un corolario: una vez que se obtiene el poder, debe ser conservado a rajatabla.

Cuando resulten triunfantes, los gabinetes y esquema de colaboradores de esos políticos ya no serán constituidos en función de los planes o proyectos que se quieren implementar, que no existen, ni de acuerdo a ninguna pauta ni requisito de idoneidad, conocimiento o experiencia.  Salvo la lealtad, la obediencia, la obsecuencia y la capacidad de llevar adelante una orden o consigna a cualquier precio, hasta la incineración.

Las reuniones internas son escasas y en grupos muy pequeños, ya que se realizan para dar órdenes o recibir algún informe siempre secreto. No hay un plan ni un proyecto. Hay un modelo. Un modelo de negocios.

Jamás estos políticos tendrán un proyecto integral y orgánico que cubra seriamente una necesidad de la sociedad.  Si se compran vagones de trenes se hace seguramente porque se recibe alguna coima, o por algún  oportunismo político, o por algún favor. Lo mismo si se hacen casas o caminos. No importa que los caminos no vayan a ninguna parte, ni siquiera que se hagan. Importan el cartel, el retorno y la inauguración.

En tal esquema, el técnico, el experto serio, el especialista, el profesional, son obstáculos, ya que  tendrán reticencias para hacer lo que se les manda en cumplimiento de objetivos que no son técnicos y que no comprenden.

Otra característica notoria de esta concepción, es que no se explica, no se dialoga ni se negocia. La idea es: “Yo gané, ahora obedézcanme”. El poder por el poder mismo, impuesto como dogma de fe. La ciudadanía, equivocada por precariedad intelectual y también por miedo a no ser políticamente correcta, tiende a aceptar el razonamiento y hasta a defenderlo, creyendo que está defendiendo la democracia.

En las campañas electorales, suele notarse que ningún partido con posibilidades presenta algo parecido a una plataforma. La gente prefiere creer que “no dicen lo que van a hacer porque si no no los votarían”. Generoso pensamiento que supone que los postulantes tienen un plan preciso y mágico, pero doloroso, que tienen que ocultar a la sociedad como a un niño se lo engaña para que tome el jarabe con gusto a medicina para curarse.

Falso. No dicen lo que van a hacer porque no tienen intención de hacer algo concreto y explicable desde la teoría. Tratarán de conseguir el poder e “irán viendo”.  La gente se apasiona, se pelea, se agrede, se descalifica, y no advierte que está siendo víctima de una trampa montada por todos los actores, que le hacen creer que están en bandos opuestos, pero que luchan para conseguir el poder por el poder mismo.

Después se encargarán de disfrazar con palabras cada obra interminable, cada prebenda, cada rapiña, cada contrato, cada permiso mal dado. Y por eso se advierten tantas contradicciones, que sólo son tales para quien cree linealmente que los gobernantes han trazado un plan y no son coherentes con él.

En este Gobierno que agoniza por plazo y por desprecio a y de la sociedad, hemos asistido a miles de contradicciones. No se trata de errores. Son conveniencias circunstanciales que responden al único plan central: ordeñar y conservar el poder. Sólo son contradicciones para nosotros. No para ellos.

Nótese con cuánta facilidad se pasa del criterio del poder por el poder mismo al desprecio  por los valores republicanos, al desprecio por la eficiencia, al desprecio por la ley, al desprecio por la gente.

Y por supuesto, a un verdadero fraude a la democracia, que no supone en su esencia esta concepción egoísta, inhumana y cínica del poder que en definitiva es delegado temporaria y provisoriamente por el pueblo.

Y nótese lo coherente que es para ese modelo la idea de eternizarse en el poder, ya que el poder pasa a ser un bien propio que ha sido ganado con los votos, lo que incluye el derecho a defenderlo de todos los modos… para siempre.

El kirchnerismo es sólo el heredero natural  de esta concepción, a la que le dio brillo y amplió hasta la indignación.

En este esquema sin ideales, ni ideologías, sin proyecto, sin técnicos ni expertos, sólo con el poder obtenido por la gracia del voto, como antes los reyes lo obtenían por la gracia de Dios, se entronca naturalmente la corrupción.

La corrupción es añeja entre nosotros, pero a nuestros efectos, es importante comprender su funcionamiento.  Una telaraña de favores, órdenes, coimas grandes y chicas, amenazas, delaciones, lealtades, traiciones.

Una mafia que recuerda tanto a la obra de tejido del arácnido, como a su homónima virtual, la Web.  Un juez nombrado por alguien le hace un favor a un tercero a pedido de quien lo designó, y se hace acreedor a un favor.  Un empresario que le paga los estudios al hijo de algún funcionario para obtener contrapartidas futuras.

Favores e ingresos cruzados donde a veces el que se beneficia y el benefactor ni siquiera se conocen. “Dejámelo a mí, yo lo arreglo”, sería la frase clave. Plata negra, lavado, facturas truchas cuyo importe van directo al funcionario,  droga y plata de la droga,  pancheros y plata de los pancheros, colectiveros y plata de los colectiveros, manteros y plata de los manteros, villas y plata del cónsul, el narco repartiendo plata hacia arriba y los costados y protección mafiosa hacia abajo.

A esa telaraña se puede entrar por cualquier lado. Está interconectada como la Web, se paga con bitcoins manchados con sangre, o con desnutrición, o con contaminación, o con descerebrados por el paco.  En el centro de esa telaraña, tal vez hay una araña, pero no hace falta que esté. Ya la red es autónoma.

Necesitado de transformar su esquema de poder por el poder mismo en dinero, el sistema político desaforado necesita tener su propio sistema. Lo encuentra en la telaraña de corrupción. Él le permite transformar lo negro en blanco y viceversa, recibir y dar retornos, comprar apoyos para legitimar ese poder sin alma ni ideas, inclusive comprar votos, del pueblo y de legisladores.  De paso, le permite espiar a todos.

En esa tarea, el poder protege a la web de corrupción, y la telaraña le devuelve agilidad operativa y le monetiza el fruto de su poder al gobierno y a los políticos. El blanqueo delirante y aún viviente es una vergonzosa muestra de esa simbiosis fatídica.

Desde villas a cocina de drogas en los countries, desde monumentales “donaciones” de los importadores de efedrina a las tercerizaciones inexistentes que saquean los presupuestos, desde las fronteras indefensas al contrabando a las tierras arrasadas por la minería salvaje, desde el pacto con Irán a la muerte de un fiscal cuya custodia mira para otro lado cuando tiene que mirar para este lado.

Y agregue cada uno lo que quiera, que seguramente acierta. Esta unión entre el paradigma del poder por el poder mismo y la telaraña de corrupción, es un enemigo del bienestar de la sociedad, de la cohesión de la sociedad, y esencialmente, de la democracia, a la que ha violado impunemente y mantiene secuestrada para violarla cada día de nuevo.

El peronismo nuevamente, y todo el sistema político por detrás, están en el proceso, (que espero fervientemente que no sea sangriento), de elegir a los próximos usufructuarios que vendrán a apoderarse del poder y de la telaraña, a “empoderarse” para hacer lo que se le de la gana omnímodamente.  A decir: “Gané, ahora hagan lo que yo digo”

Con un sistema político cuyos protagonistas se han ocupado de amañar a su conveniencia, difícilmente la ciudadanía podrá votar bien. Tampoco discernir entre los discursos todos iguales, sin plan, sin compromiso, sin liderazgo, sin coraje y sin propuesta, y sospecho que sin gente capacitada para gobernar.

La política debe ser una propuesta unificadora, un proyecto que integre a la nación y a su gente, una idea, una concepción de país. Sobre eso hay que discutir, discrepar y negociar.  Mientras sigamos creyendo que la política es un mecanismo para obtener el poder y luego sacarle el jugo, habrá muchas Cristinas y muchas telarañas en nuestro futuro.

La democracia requiere de un ejercicio de humildad. De propuestas,  convicciones,  persuasión y compromiso. El poder prestado que se otorga a un político debe ser manejado con enorme cuidado, con eficacia, talento y mucha generosidad. Traspasar la nación deshecha, exangüe y ordeñada a un nuevo gobierno no es una viveza. Es una estafa a la sociedad.

Procurar el poder por el poder mismo no es democracia. No es república. No es generosidad. No es decente.

Tal vez algún candidato comprenda que puede ser rentable empezar a hablarle a la ciudadanía como si fuera mayor de edad.



Publicado por el Cronista el 17/2/94 Hace 21 años


Cavallo: no a los fundamentalistas


“Gente como Broda y como éstos a los que yo llamo fundamentalistas del
mercado que escriben en muchos medios, que aparecen en varias radios, no
ayudan para nada, no se engañe. Si usted analiza todo lo que ha venido
diciendo Broda y los fundamentalistas del mercado - digamos un Cachanosky,
Gasparré, Graziano - ellos permanentemente estuvieron desde la convertibilidad
en adelante manifestando su escepticismo, diciendo que esto iba a fracasar,
que teníamos más déficit que declarábamos. Incluso dijeron que estábamos
negociando mal la deuda externa, prácticamente todo lo que hacíamos estaba
mal“

Suponer que el gobierno argentino va a abrir la economía de la forma en que
nosotros la abrimos, bajando los aranceles y eliminando prácticamente toda
restricción a la importación y después se va a cruzar de brazos frente al
dumping o a las políticas de competencia desleal que hagan del exterior es
realmente no tener idea de lo que es gobernar

El que ha estado en la función pública y que sabe lo complejo que es
administrar un proceso de apertura económica no puede hablarle a la gente en
ese tono con que habló Broda esta mañana, como si él fuera el supremo
conocedor de la economía y algo así como un exégeta de toda la sabiduría
económica, ortodoxa acumulada hasta acá y que desde ahí juzga al presidente
Menem, al ministro Cavallo y nos condena diciendo que somos unos meros
copiadores de modelos o implementadores de ideas que vienen de otros

lugares"


N de la R. hoy: Los que hablan con Dios no suelen escuchar a nadie más.



Expropiación de la Confitería del Molino



El Congreso pasa de Escribanía
a Inmobiliaria.




            Unánimemente, (una abstención) como todas las grandes burradas argentinas, por ejemplo la Ley de Educación, Diputados  ha dado sanción a la Ley que expropia la confitería del Molino, de Avenidas Callao y Rivadavia, hace muchos años cerrada.

            No gastaré mucho tiempo en expresar mi opinión sobre este gasto superfluo, en un país con tantas necesidades sin atisbos de solución.

            Para los legisladores es posible que el lugar tenga un valor simbólico, ya que el café era el "Serpentario" donde tuvieron lugar tantas alianzas, cuando no tramoyas.

            Para algún anciano tendrá también un valor afectivo respetable, siempre que la expropiación se pague con su dinero y no con el nuestro, obvio.


            Pero la verdad es que se trata de un gran negocio inmobiliario de los dueños del edificio, que vienen bregando por encontrar un comprador hace muchos años.

            El primero candidato fue la Ciudad de Buenos Aires, luego de una campaña de prensa muy emotiva, un bombardeo que abarcó de 2006 a 2012 y del que CABA zafó, afortunadamente.

            La confitería tambaleó entre 1978, en que resucitó de una quiebra, hasta 1997, en que cerró definitivamente dejando un tendal, como suele ocurrir con todas las confiterías, atrapadas entre la AFIP, las cargas sociales y los juicios laborales.


            Una de las excusas del Presidente de la Cámara de Diputados fue que las quiebras se produjeron en períodos neoliberales de la economía,  que en la percepción del diputado Domínguez es un sistema que genera ese terrible efecto en las empresas.  


            Seguramente no pudo recurrir a la figura de Borges, Tuñón y Bioy concurriendo diariamente, porque a esta altura han sido usados para justificar el salvamento de tantos tugurios fallidos que no habrían tenido tiempo material de agregar un nuevo lugar a sus excursiones cafeteriles.

            La ley determina que el PE adquirirá el edificio y lo cederá gratuitamente al Congreso. Luego deberá ser restaurado y puesto en valor, y se otorgará una concesión para explotar la confitería, la panadería y la venta de comida.

            Para ponerlo con más contundencia, el Congreso acaba de aprobar un gasto gigantesco cuyo monto es desconocido.  Pero hay algo peor: no se puede comprar sólo la planta baja del edificio porque las escrituras y los reglamentos impiden que el edificio pueda ser dividido y vendido por piso.


            Esta cláusula, que no existía originalmente, obliga ahora al Estado a comprar todo el edificio, lo que los dueños de la propiedad vienen tratando de lograr desde 2006.


            El PE se encuentra ahora ante su especialidad: negociará mano a mano, (Con la bendición del Tribunal de Tasaciones) con los felices dueños de la propiedad y flamantes millonarios.

            Por supuesto que todo ha sido disimulado.  Los pisos superiores serán ocupados por dependencias especiales de las Cámaras, que mágicamente, no tenían lugar para hacerlo, como es evidente. Y el Congreso pasará a ser propietario de una confitería, con los futuros costos de juicios, laborales e impositivos que devendrán, ya que el emprendimiento comercial está condenado al fracaso a poco que se piense en el formato.

            Vamos ahora al punto central. La mayoría de los economistas y expertos  está de acuerdo en el enorme condicionamiento que pone el gasto del estado sobre toda la actividad económica y la presión inflacionaria o impositiva que genera su aumento.

            ¿Cuánto se gastará alegremente en este despropósito irresponsable?            


             Supongamos una cifra modesta entre compra, remodelación, equipamiento (sin contar los juicios que aparecerán por el pasado) de 50 millones de pesos. Es decir que en esta pequeña estupidez se gastará el sueldo de 300 empleados en un año. O puede ponerlo en dosis de vacunas, o reactivos, o lo que guste.

            A ello hay que agregarlo los costos mensuales de mantenimiento, impuestos, personal, servicios y demás que implica un edificio de estas características y los gastos contingentes de los negocios operados por terceros, que preveo finalizarán en desastre, con los juicios pertinentes, que por supuesto se perderán.

            ¿Cuántos casos como éste, y peores que éste, tenemos en nuestros presupuestos? Y esto, querido lector, es la constante del gasto del estado en la Argentina. 



            ¿Todavía cree que alguien lo bajará?
           



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¿De qué hablamos cuando

 hablamos de Educación?




Esta nota no intenta ser abarcativa, porque sería demasiado pretencioso y porque el autor no es experto en temas de educación.

Sí pondrá la mira en algunos lugares comunes, contrasentidos, contradicciones y preconceptos que impiden comprender el objetivo central de la educación, situaciones que se acepta que no son de exclusividad nacional.

Se habla de la educación como la solución a los problemas de la democracia, hasta de la violencia, y también como una manera de prepararse para conseguir trabajo, o posiciones laborales más retributivas. 

Tenemos una enorme vocación por los lugares comunes, lo políticamente correcto y lo que corresponde. Pero esa especie de inseguridad a veces nos equivoca y nos condena a la crítica o al insulto, sin saber exactamente lo que queremos.

 

Cuando se habla de la educación como base de la riqueza de las naciones, ¿de qué se habla?  Se habla de formar jóvenes que sean capaces de innovar, de inventar, de crear algo que se pueda vender o exportar con gran valor agregado. De modo que ya se presupone en el concepto que habrá ciertas carreras, ciertas disciplinas, cierto tipo de profesiones, que serán más necesarias que otras. Y que sus graduados lo serán luego de duras exigencias. 

 

Nuestra sociedad ha hecho un culto de pensar que cualquiera tiene derecho a estudiar lo que quiera, a costa del estado. FALSO. No le sirve a la sociedad ni al propio interesado. Nadie conseguirá trabajo abrazando carreras sin demanda laboral, o recibiéndose sin incorporar conocimientos que lo hagan valioso laboralmente.

La necesidad de reflejar éxitos numéricos y la costumbre de usar erróneamente las estadísticas, nos ha hecho creer que lo importante es graduarse, no importa cómo. FALSO. No le sirve a la sociedad ni al interesado.

 

 Las viejas constituciones garantizaban la oportunidad a la educación de todos los ciudadanos. El facilismo y el populismo, mundialmente, transformaron esas garantías de igualdad de oportunidades en derechos. En un paso posterior de autoritarismo, ejercer ese derecho, en vez de ser voluntario pasó a ser obligatorio. 

 

 Las constituciones no garantizan ya la igualdad de oportunidades. Obligan a los ciudadanos a usar sus derechos. Deben estudiar y recibirse Con eso conseguirán trabajo y mejorarán la sociedad. El paso siguiente en ese voluntarismo es reducir la exigencia para asegurar la obtención de esas ventajas. EQUIVOCADO, no le sirve ni a la sociedad ni a la gente.  

 

 Cuando se habla de educación, para estar seguros de que cumplirá los objetivos sociales e individuales que queremos, se debe hablar de educación de excelencia. Cualquier otra variante tendrá efectos frustrantes, costosos, y desintegrantes para la sociedad y el individuo. Repitencia, deserción, incompetencia, pobre formación. 

 

Este problema no es exclusivamente argentino, sino universal. Los países han tenido que elegir esencialmente entre dos paradigmas, con distintas características según el nivel educativo, pero entre dos paradigmas:

 

 La educación de excelencia o la educación igualadora - igualitaria. 

 

  En esa sencilla disyuntiva radica una buena parte del problema. Es obvio que si se nos pregunta lo que queremos, la respuesta esperada, correcta y fácil es elegir un sistema de educación igualitaria, sin duda. A nadie se le ocurriría negarle oportunidades a una enorme masa de gente, marginal o pobre, que por cualquier razón haya quedado fuera del sistema o atrasada. 

Aquí empieza el problema. Los países que han elegido el camino de la educación igualitaria, por ejemplo Estados Unidos, que intentó integrar a la población negra, han visto deteriorada la calidad de sus resultados, en términos del conocimiento impartido y de la formación de los alumnos. Los alumnos más adelantados se aburren y no progresan, y los atrasados, desertan, repiten o se vuelven salvajes y antisociales. 

 

Con su criterio empresario, EEUU decidió entre otros experimentos usar las pruebas tipo PISA como modo de evaluar (y remunerar) a los maestros y las escuelas. Sin embargo, las propias escuelas reaccionaron e inventaron varias trampas para eludir la evaluación. Entre otras, la de ahuyentar, con recursos a veces patéticos,  a los alumnos más atrasados, para obtener en la práctica mejores evaluaciones. 

   

Muchos expertos americanos están recomendando colocar a los dos grupos de alumnos en aulas y hasta en escuelas distintas, con maestros y profesores diferentes. En el caso de los alumnos con menor educación, sus profesores serían mejor remunerados y sus metas serían las de lograr ciertos coeficientes anuales de integración de sus grupos a los más avanzados. 

 

De ese modo, no se produce el efecto de desestimular a los más adelantados ni el de alejar a los atrasados, y no se evalúa negativamente a la ligera a maestros o profesores.

Pero esa idea choca con el preconcepto social de que dividir a los alumnos implica tratarlos como discapacitados, con lo que el sistema deja a los dos grupos juntos, empujando la igualación hacia abajo y aumentando la repitencia y la deserción. 

   

Eso es muy parecido a lo que pasa entre nosotros, que opinamos libremente para luego sorprendernos de las consecuencias de lo mismo que exigimos. 

 

Por ejemplo, cuando se habla de excelencia se debe comprender que  inexorablemente habrá restricciones al ingreso, y posteriormente deserciones, repitencias y fracasos. Sin embargo, parece sorprendernos cuando esto ocurre. Con lo que deberíamos preguntarnos qué queremos, qué objetivos deseamos que tenga nuestro sistema de educación y como lo lograremos.

 

 No son sólo los gobiernos lo tienen poco claro, sino que la sociedad parece no tener precisiones sobre lo que desea. Educación de excelencia es una buena frase, que parece ceder cuando nos conmovemos porque hay mucha repitencia o deserción.

   

La realidad, es que éste es el principio de ganadores y perdedores que tiene el liberalismo que solemos declamar, para luego asombrarnos cuando algunos ganan y otros pierden, en cuyo caso le echamos la culpa al estado, es decir volvemos a poner la decisión y la responsabilidad en manos del estado, que es lo menos liberal que existe. 

 

Volviendo a Estados Unidos, cuando se llega a la enseñanza universitaria el sistema es todo lo opuesto y allí se vuelve casi despiadado, produciendo en consecuencia la excelencia que se ve en ese nivel educativo. Como parte de ese sistema, las universidades tienden a concentrarse, como auténticos polos de conocimiento.

   

En nuestro caso, la política es diametralmente distinta, la universidad intenta también ser igualadora, tratando de compensar en poco tiempo los errores de toda una vida del alumno. El efecto es conocido. También la práctica de descentralizar y crear universidades como supermercados, para ponerlas en la esquina de la casa de cada uno, con lo que la calidad y el conocimiento también se dispersan.

Para resumir, el intento de este trabajo es empezar a cuestionarnos si la culpa de los problemas de la educación la tienen los gobiernos o la sociedad, que tampoco atina a tomar una línea y seguirla, aceptando sus ventajas y desventajas. 

 

Educación de excelencia para muchos, no es factible. Sí es posible una educación de calidad por niveles de capacidad, con límites dados por los atributos, por la selección y por el esfuerzo.

Si exigimos y esperamos educación para todos, de excelencia, igualitaria, con baja repitencia y poca deserción, eso requeriría casi un experimento masivo de biogenética, no una política educacional. 

 

 Las charlas de living tienen ese problema.

 

 

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