Lo que los uruguayos no quieren saber de su economía


Por Dardo Gasparré

            Los servicios son vitales en el sistema uruguayo, especialmente la exportación de ellos, por ser un complemento rápido y directo de su economía casi pastoril, dicho esto sin ninguna connotación peyorativa sino que meramente descriptiva. 


         Algunos de esos servicios, de los que Argentina era importante cliente en algunos casos, están sufriendo, se reducen o tienden a desaparecer. Cuando se les menciona a los uruguayos este hecho, tienden a desestimarlo, aunque la realidad es palpable y pronto se notará en los indicadores.


         El primero y más obvio es el negocio de los depósitos bancarios de argentinos. Este rubro ha sufrido no sólo por el tratado de intercambio de información con Argentina, (que era inevitable y además es bastante benévolo, por ahora) sino por el absurdo asalto judicial contra el Royal Bank of Canada, una aventura de Oyarbide y una jueza uruguaya rayana en lo sospechoso. 


La noticia de una horda de inspectores avasallando al banco y su personal, con embargo de computadoras hasta personales y de documentación no pertinente al caso investigado, fue un bombazo sobre la sensación de seguridad de los argentinos. Ni qué hablar de la instantánea decisión del banco de irse de Uruguay, (tomada de antemano, según muchos) con la consecuente pérdida de 40 empleos, y una descripción espeluznante de la discrecionalidad tanto uruguaya como argentina. La plaza uruguaya no es opción argenta. 


Pero hay un tema más grave, que afecta a toda la banca off shore, no sólo  la relacionada con Argentina. Al seguir la orden mundial de sancionar penalmente a los agentes financieros que no delatan a sus clientes, Uruguay no es más apetecible como base para la banca off shore, ya que los bancos serían responsables penalmente de la actuación de su personal. En tales condiciones, los bancos se marchan cada uno a su lugar, y desde allí te atienden, o mandan cada tanto algún funcionario de nivel medio. Inclusive está en duda si la Zona Franca ofrece algún blindaje en este punto, lo que dudan los viejos banqueros. Los bancos han comenzado a emigrar, y con ellos los empleos que ofrecían. Muchos de mis amigos están en la etapa de optar, (si los invitan a optar) o dedicarse a ser una suerte de brokers independientes con poca expectativa de vida. 


Este cambio es muy importante para la actividad  y el empleo. Tampoco parecen tener muchas ganas los orientales de darse por enterados del problema, pese a que ya es evidente. Tal vez porque hay una sorda lucha de los ex agentes o ex empleados para mantener a sus clientes, raro malabarismo que tiene patas cortas.


En términos personales, los grandes operadores de banca off shore están perdiendo su paraíso propio, no su paraíso fiscal. Acostumbrados a que sus bancos les pagasen por lo menos la mitad del alquiler, el colegio de los chicos, la inscripción carísima al Lawn Tennis  o al  Club de Golf, y sobre todo a los porcentajes de participación en los fees generados por su cartera de clientes, vagan ahora buscando alternativas o tratando al menos de radicarse en Miami o Suiza y mantener su clientela, algo muy complejo. 


El otro negocio que está sufriendo duramente es la inversión inmobiliaria. Los emprendimientos «desde el pozo« en Punta del Este y aún en Carrasco y Pocitos, ya antes difíciles de justificar por sus rendimientos, ahora sufren el efecto de la transparencia del tratado, de la pérdida de potenciales ocupantes financistas, y obviamente de las restricciones impositivas, bancarias y de todo tipo que surgieron como consecuencia del cepo, que los uruguayos interpretan como ataque directo de Cristina a ellos, sin comprender que el odio de Cristina es universal y no hace diferencias de raza, credo, preferencia sexual o nacionalidad. 


Las inmobiliarias han tenido duros sacudones por estas causas, ya que no son meros agentes de venta en muchas de estas obras, y suelen tomar muy en serio su responsabilidad en estos proyectos. También los inversores están sufriendo, por la parálisis en la venta y aún en los alquileres, frente a gastos de mantenimiento que en Carrasco pueden rondar los 2000 dólares mensuales entre expensas e impuestos.  Las inmobiliarias creen que habrá bajas importantes en los precios cuando alguna vez empiece a funcionar con cierta fluidez el mercado.


El último rubro en que se ha producido un fuerte parate, aunque es de esperar que más circunstancial, es el turismo. Aquí juegan múltiples factores. Uno temporal, pero no menor, es obviamente el cepo. Pero son más graves los factores permanentes o semipermanentes. Punta del Este, fuente importantísima de exportación de turismo y no menor en su importancia económica, ha cambiado su perfil en los últimos 20 años. Los uruguayos parecen no entender que una centuplicación de la capacidad habitacional de una zona balnearia obliga a una adecuación dramática de precios para atraer a una masa turística acorde. Una vieja costumbre local, casi una superstición, hace que les cueste mucho trabajo bajar los precios de los alquileres,  y las inmobiliarias no quieren nunca dar la mala noticia al propietario. El efecto es una baja ocupación y si bien este año fue muy grave, las dos últimas temporadas se pudieron ver las torres y nuevos complejos casi enteramente a oscuras en pleno enero. 


Dicen los locales que la Intendencia y las autoridades de turismo se han ingeniado para transformar una temporada de tres meses en una de quince días, refiriéndose a la costumbre inaugurada por los brasileños de vacacionar sólo 10 días para las fiestas. Es obvio que no hay inversión rentable ni siquiera sustentable con la actual organización turística. Fuera de declaraciones más o menos efectistas, no ha habido un gran despliegue de las autoridades, fuera de seguir transformando el perfil edilicio en una especie de Marbella. 


Las autoridades juraron que este año el turismo disminuyó solamente el 5%. No se lo digan a los comerciantes puntaesteños si no quieren sufrir un linchamiento. 


No hay que dejar pasar la inflación continua en dólares que tiene Uruguay, que se potencia con la inflación particular de Punta, que no hace falta explicar. Con un dólar quieto o en baja, la práctica de trasladar a sueldos y servicios la inflación del año anterior es demencial, y no sólo en el turismo.


Si bien anecdótico, no se puede pasar por alto el hábito de la casas de cambio, que se agrava en vacaciones, de marcar un spread de 33%  en la compraventa de pesos, que no sólo incide en los costos, sino que, junto a los precios «especiales» al turista, genera mucha bronca que se «factura» en la primera oportunidad.


A esta ensalada de sabor agrio, agréguese la inseguridad, que es mucho mayor de lo que el «relato« oficial acepta, que ha sorprendido y enojado a los argentinos que valoraban las casas sin cercas ni rejas. Uruguay es mucho más garantista que Argentina, dicho en el peor sentido.


Es entonces obvio que Uruguay debe buscar otras fuentes de empleo para no depender del agro, del impuesto y del subsidio, que, pese a una cierta solidaridad y entendimiento de los uruguayos, no son recursos infinitos, frente a necesidades siempre infinitas.


No es fácil pensar en una actividad industrial en un mercado con un consumo interno pequeño. (La industria automotriz es argentine style o peor, con protagonistas argentinos lo que es peor que peor). La rara pirueta seudo privatizadora de PLUNA, también operada por un argentino, terminó en quiebra y con el estado uruguayo pagando cash los aviones insólitamente comprados en vez de ser arrendados con un leasing. Todo mal. 


De modo que hay que empezar a pensar en apoyo internacional, en industrias o servicios de avanzada, con alto output, para lo que hay que mostrar primero la imagen de confiabilidad, seriedad y transparencia que Uruguay evidentemente tiene y que hace bien en hacer valer.  Esa tarea incluye la vital e imprescindible búsqueda de nuevos socios: El Mercosur no es el ámbito ideal para crear los Apple y Viagra del futuro. Esa es la misión que hoy emprende Mujica, a su manera. 


Aún así, hará falta mucho ingenio, mucha diplomacia, mucho talento para generar empleo auténtico y continuado. Cuando Tabaré Vázquez fue candidato por primera vez, decía en sus discursos que la pobreza obligaba a algunas naciones a sacrificar sus convicciones ambientalistas. Hablaba de la pastera.


La sociedad uruguaya es socialista. No enfermamente socialista. Simplemente socialista. Entiende el capitalismo, pero será difícil aplicar medidas de corte dramático, que de todos modos no solucionarán el problema. Tres millones de personas parecen poco. Pero para Uruguay es mucho y tiene que hacer el esfuerzo de darles trabajo auténtico. 


Cuando les hago estas reflexiones a mis amigos uruguayos, me dicen cosas muy duras, por ejemplo, que si no me gusta me vuelva a mi país. (Lo que prueba que no sólo Cristina es ciega a las opiniones que no le gustan, además de la xenofobia selectiva oriental). Les contesto que aprovechen el consejo gratuito, y que mientras yo tengo la opción de volverme, ellos no tienen otro lugar que éste, y harían bien en cuidarlo, cuidar sus virtudes y aprovechar sus oportunidades, que siguen siendo muchas. 





Pikete a las savings globales

¿De vuelta al ahorro en el colchón?
 
Por Dardo Gasparré




La idea de Thomas Piketty , que ya comentamos, de aplicar un impuesto al patrimonio global, no es de su creación. Desde el desastre de 2008 desde el gobierno de Obama, con el apoyo de varios billonarios y banqueros, se viene hablando de un  «impuesto a los ricos»
 
 
 De ahí a poner un impuesto global para tapar el agujero negro financiero que supieron conseguir los pibes brillantes de Wall Street, hay un pasito demasiado pequeño, sólo obstaculizado por el Partido Republicano americano, que ve pisoteado sus últimos principios capitalistas por la idea.




         Como sabemos, el término «impuesto a los ricos» es un prospecto de venta de nuevos impuestos: siempre los terminan pagando toda la gente. 

         La tentación al manotazo es evidente. Las leyes de lavado impulsadas (impuestas) por Estados Unidos en el mundo han arrasado con la confidencialidad del secreto bancario para bien y para mal. Si se le agrega a esto la digitalización de todos los mercados y sistemas financieros, los fondos de los ahorristas grandes y pequeños son un «sitting duck» a la espera del arrebato. 

Los ahorristas son hoy casi rehenes de sus bancos, que deciden si los aceptan o no como tales, lo que les cobran por cada mínimo movimiento, los infinitos requisitos de información y reporte, y crecientemente, los fees para mantenimiento anual de la cuenta. 
La idea de un impuesto global parece impracticable, y así lo están haciendo notar algunos de los críticos de la propuesta del economista francés, a veces sancionado con grandes cargas de ironía por su sesuda exhibición impresa de nadismo.

No me la jugaría. Desde que empezó lo que se denomina la lucha mundial antilavado de activos, Estados Unidos ha venido excomulgando a los «países de escasa o nula tributación», metiéndolos en el mismo mazo que a los paraísos fiscales. O sea, que si un país tiene un bajo gasto público, y consecuentemente no cobra muchos impuestos o lo hace con baja tasa, es anatema. (Uruguay fue presionado para aplicar sus actuales a las Rentas, Rentas Personales y Financieras)

En cristiano: el impuesto alto y generalizado reina. Y para evitar que los inversores fuguen sus tenencias a otras plazas, lo ideal sería, y tiende a ser, un mundo de impuestos iguales. ¡Viva Big Brother! como diría Orwell si viviera, antes de cortarse sus atributos. 


Con lo que se puede concluir que Piketty no es original ni liberal, pero ha elegido un bando poderoso para abogar por él. 

Y nunca creí que volvería estar de acuerdo en algo con el Partido Republicano. 





Un nuevo pikettero en el escenario económico mundial



No es una novedad para nadie que Estados Unidos está licuando su deuda, su déficit y su monumental  «pufo» financiero a costa de los ahorristas, vía emisión y un esquema estatista de tasa cero que aplica mediante la política de la Reserva Federal. 

Con ese mecanismo también está intentando reducir el desempleo a su tasa de neutralidad de 5 – 5,7%  y promover el crecimiento, otro modo de bajar la importancia relativa de su deuda, su gasto y su déficit.

En esta tarea cuenta con el beneplácito y apoyo de vastos sectores, comenzando por el financiero, que se ha visto beneficiado no sólo con la supervivencia al haberse consagrado el "moral hazard", sino también al haber zafado de la cárcel que muchos de sus ejecutivos merecían indubitablemente. Ni hablar de los grandes generadores de gasto, las industrias militares y sus senadores anexos. 

El prestigioso nóbel de economía y columnista del New York Times, Paul Krugman, viene abogando entusiastamente por la licuación vía emisión y hasta por la inflación como modo de reflotar las economías americana y mundial, sancionando por ignorante a cualquiera que se oponga a esa idea, incluyendo a varios líderes mundiales. (Una especie de cavallismo mediático descalificatorio)

Licuar la deuda implica licuar la riqueza acumulada privada, es decir el ahorro, la base indiscutible del capitalismo y baluarte insacrificable del sistema. 

Ahora un reputado economista francés aporta un modo más directo y sincero de confiscación de la riqueza acumulada, o sea del ahorro ajeno: la idea de un impuesto creciente y a ser  aplicado por todos los países. Una suerte de Impuesto a los Bienes Personales, o de impuesto a la herencia en cuotas.

Thomas Piketty,  el autor de «El Capital en el Siglo XXI» se ha especializado en el estudio de la desigualdad, y ahora ha decidido pasar a la acción y tratar de eliminarla con un sistema que él presenta como novedoso pero que es tan viejo como Diocleciano: sacarle a los que más tienen para darle a los que menos tienen. 

Su teoría parte de la idea de que cuando  la rentabilidad del ahorro (tasa de interés) es mayor que la tasa de crecimiento de los países, esa riqueza acumulada no contribuye a la generación de puestos de trabajo ni de mayor actividad económica. Consecuentemente, debe aplicársele un impuesto creciente, presuntamente para motivar a la inversión productiva.

La observación de que se ha acumulado mucha riqueza de modo a veces inmerecido o hasta ilegal, por la acción de grandes ejecutivos billonarios, con empresas sobrevaluadas, es válida, pero no es soporte argumental para la idea central. 

En la base de su argumento parece soslayarse el hecho técnico de que en la mayoría de los casos la tasa de interés no llega a compensar la inflación,  o apenas la compensa. De paso, niega el interés como método válido de remunerar el capital, con lo que excluye al ahorro como una decisión válida de consumo, lo que lo enfrenta a la teoría central del capitalismo y lo pone directamente en la vereda del marxismo, aunque Krugman jure que no es así.  

Atacar al ahorro es atacar al Capital, o combatirlo, como inmortalizara la marcha peronista. Y la utopía de gravar la riqueza acumulada para fomentar la inversión, por lo menos hasta este momento de la historia, no ha dado grandes resultados, cuando no ha producido el efecto contrario. Esta discusión luce repetida, aunque algunos se empecinen en creer que se trata de una propuesta teórica novedosa. 

Queda para la discusión académica, si Piketty piensa usar el impuesto recaudado para redistribuirlo, en cuyo caso auguramos que no le alcanzará ninguna tasa, o si espera recaudar muy poco ya que todos los ahorristas procederán a poner una fábrica para generar más empleo y distribución de riqueza. 

Sí es posible afirmar que la propuesta saca el ahorro, o sea el capital, de manos privadas y lo pone en manos del estado. El efecto es predecible. El círculo vicioso genialmente descripto por Ayn Rand permite vaticinar que, como el marxismo, produciría una espiral involucionante hasta cero. 

Por más que Krugman y otros voceros se empeñen, es difícil no advertir un estatismo rampante en esta construcción, que como siempre, presume de haber encontrado un mecanismo adecuado de redistribución de la riqueza y eliminación de la inequidad. Como sabemos, este tipo de soluciones tiende paradójicamente a eliminar la riqueza y aumentar la inequidad. 

La formulación pone en evidencia los efectos de la combinación de crecimiento incontrolado de la población  y la globalización, que no cambia el resultado de la ecuación mundial, pero sí obliga a compartir el problema de la inequidad y la pobreza a las naciones centrales. 

También es una solución desesperada a la escasez de trabajo, que ha demostrado no ser infinito como se pensaba en la economía clásica que podríamos llamar imperialista, donde el mercado eran los países centrales y el ajuste se daba por default en los países productores de materias primas. 

Puesto en pocas palabras es un redistribucionismo salvaje vía el estado. Si es marxismo o no, es irrelevante. Ciertamente no es capitalismo. 

Un respaldo teórico a la feroz y salvaje licuación de deuda pública y patrimonios privados que está haciendo EEUU vía la FED con el apoyo de todo su sistema financiero que quiere, más que redistribuir la riqueza, distribuir sus pérdidas.