Un nuevo pikettero en el escenario económico mundial



No es una novedad para nadie que Estados Unidos está licuando su deuda, su déficit y su monumental  «pufo» financiero a costa de los ahorristas, vía emisión y un esquema estatista de tasa cero que aplica mediante la política de la Reserva Federal. 

Con ese mecanismo también está intentando reducir el desempleo a su tasa de neutralidad de 5 – 5,7%  y promover el crecimiento, otro modo de bajar la importancia relativa de su deuda, su gasto y su déficit.

En esta tarea cuenta con el beneplácito y apoyo de vastos sectores, comenzando por el financiero, que se ha visto beneficiado no sólo con la supervivencia al haberse consagrado el "moral hazard", sino también al haber zafado de la cárcel que muchos de sus ejecutivos merecían indubitablemente. Ni hablar de los grandes generadores de gasto, las industrias militares y sus senadores anexos. 

El prestigioso nóbel de economía y columnista del New York Times, Paul Krugman, viene abogando entusiastamente por la licuación vía emisión y hasta por la inflación como modo de reflotar las economías americana y mundial, sancionando por ignorante a cualquiera que se oponga a esa idea, incluyendo a varios líderes mundiales. (Una especie de cavallismo mediático descalificatorio)

Licuar la deuda implica licuar la riqueza acumulada privada, es decir el ahorro, la base indiscutible del capitalismo y baluarte insacrificable del sistema. 

Ahora un reputado economista francés aporta un modo más directo y sincero de confiscación de la riqueza acumulada, o sea del ahorro ajeno: la idea de un impuesto creciente y a ser  aplicado por todos los países. Una suerte de Impuesto a los Bienes Personales, o de impuesto a la herencia en cuotas.

Thomas Piketty,  el autor de «El Capital en el Siglo XXI» se ha especializado en el estudio de la desigualdad, y ahora ha decidido pasar a la acción y tratar de eliminarla con un sistema que él presenta como novedoso pero que es tan viejo como Diocleciano: sacarle a los que más tienen para darle a los que menos tienen. 

Su teoría parte de la idea de que cuando  la rentabilidad del ahorro (tasa de interés) es mayor que la tasa de crecimiento de los países, esa riqueza acumulada no contribuye a la generación de puestos de trabajo ni de mayor actividad económica. Consecuentemente, debe aplicársele un impuesto creciente, presuntamente para motivar a la inversión productiva.

La observación de que se ha acumulado mucha riqueza de modo a veces inmerecido o hasta ilegal, por la acción de grandes ejecutivos billonarios, con empresas sobrevaluadas, es válida, pero no es soporte argumental para la idea central. 

En la base de su argumento parece soslayarse el hecho técnico de que en la mayoría de los casos la tasa de interés no llega a compensar la inflación,  o apenas la compensa. De paso, niega el interés como método válido de remunerar el capital, con lo que excluye al ahorro como una decisión válida de consumo, lo que lo enfrenta a la teoría central del capitalismo y lo pone directamente en la vereda del marxismo, aunque Krugman jure que no es así.  

Atacar al ahorro es atacar al Capital, o combatirlo, como inmortalizara la marcha peronista. Y la utopía de gravar la riqueza acumulada para fomentar la inversión, por lo menos hasta este momento de la historia, no ha dado grandes resultados, cuando no ha producido el efecto contrario. Esta discusión luce repetida, aunque algunos se empecinen en creer que se trata de una propuesta teórica novedosa. 

Queda para la discusión académica, si Piketty piensa usar el impuesto recaudado para redistribuirlo, en cuyo caso auguramos que no le alcanzará ninguna tasa, o si espera recaudar muy poco ya que todos los ahorristas procederán a poner una fábrica para generar más empleo y distribución de riqueza. 

Sí es posible afirmar que la propuesta saca el ahorro, o sea el capital, de manos privadas y lo pone en manos del estado. El efecto es predecible. El círculo vicioso genialmente descripto por Ayn Rand permite vaticinar que, como el marxismo, produciría una espiral involucionante hasta cero. 

Por más que Krugman y otros voceros se empeñen, es difícil no advertir un estatismo rampante en esta construcción, que como siempre, presume de haber encontrado un mecanismo adecuado de redistribución de la riqueza y eliminación de la inequidad. Como sabemos, este tipo de soluciones tiende paradójicamente a eliminar la riqueza y aumentar la inequidad. 

La formulación pone en evidencia los efectos de la combinación de crecimiento incontrolado de la población  y la globalización, que no cambia el resultado de la ecuación mundial, pero sí obliga a compartir el problema de la inequidad y la pobreza a las naciones centrales. 

También es una solución desesperada a la escasez de trabajo, que ha demostrado no ser infinito como se pensaba en la economía clásica que podríamos llamar imperialista, donde el mercado eran los países centrales y el ajuste se daba por default en los países productores de materias primas. 

Puesto en pocas palabras es un redistribucionismo salvaje vía el estado. Si es marxismo o no, es irrelevante. Ciertamente no es capitalismo. 

Un respaldo teórico a la feroz y salvaje licuación de deuda pública y patrimonios privados que está haciendo EEUU vía la FED con el apoyo de todo su sistema financiero que quiere, más que redistribuir la riqueza, distribuir sus pérdidas.


MI CARTA EN RESPUESTA A UN ARTÍCULO DE THE ECONOMIST EN 2004

 

 

YOUR ARTICLE: ARGENTINA, A SERIOUS COUNTRY?



The Economist: a serious newspaper?


 You are right:  Argentine should improve the offer to bondholders.



But you cannot neglect that while “ $20 billion were fleeing the country”, your newspaper did not report it, and, as in the rest of the decade, failed to understand and report the incompatibility of a currency-board scheme with a policy of growing deficit-debt. On the contrary, you praised it.



As a journalist that got in serious trouble for criticizing from its very beginning the crazy “convertibility” deception that ended in the foreseeable disaster, I resented, and resent, your omission.



 



Dardo Gasparré



Buenos Aires



                  Discurso del Gral. Eduardo Lonardi al asumir en 1955 después del golpe que derrocó a Perón

 

"Ha terminado el sistema de ocultación de la verdad, el país quiere conocerla, por más que sea dura y penosa. Diez años de irresponsabilidad y corrupción nos han llevado a la situación más desastrosa de nuestra historia económica. 

                    El país se ha empeñado en hacer lo que nadie puede cumplir: impulsado por una tremenda insensatez, ha tratado de consumir más de lo que producía y así ha gastado sus reservas monetarias"

 

 

SILENCIO

(Para cantar, si te quedan ganas, con la música de ese tango de Gardel)


Silencio en Olivos,

ya todo está en calma,

Chapa uno no viene,

la ambición no amaina. 


Un rugir se oye,

la gente cansada

de tantos afanos

les grita en la cara,

¡queremos la luz,

queremos el agua!


Silencio en Olivos,

ya nada se habla

La culpa es de otros,

la culpa es del paria.


Se cortan las calles,

Se roban las casas

Y al grito de todos

la ilusión se acaba

cubriendo de bronca

la vida cansada.


Silencio en Olivos

Silencio en la Patria.


VIVIR CON LO NUESTRO, SOBRE TODO

CON NUESTROS DÓLARES




El avión cae en picada, el piloto (¿la pilota?) no está, no sabe, no contesta, y la nave es conducida, aparentemente, por un azafato sin experiencia ni capacidad.

Entre los pasajeros hay algunos que saben pilotear aviones, pero para no comprometer su prestigio prefieren estrellarse para luego resurgir desde las cenizas como un ave fénix.

Esta podría ser una descripción breve de la realidad económica nacional. El país marcha hacia un ruinoso default que todos parecen creer que no los afectará gravemente, a la vez que esperan que la tragedia ocurra para «después» reconstruir desde las ruinas sin ser considerados responsables de ajustes, esfuerzos ni sacrificios.

Al analizar las opiniones de aquellos economistas y expertos que merecen mi respeto, encuentro que se resumen a pocos puntos, no siempre concordantes:

·       Se debe parar la pérdida de reservas.


·       Sería complicado desdoblar la paridad cambiaria, porque el nuevo valor sería inmediatamente superado por las expectativas, en una espiral infinita.


·       Si se liberara el cepo, el estado perdería todas las reservas instantáneamente ante la estampida de demanda. Por eso debería salirse gradualmente.


·       Un tipo de cambio alto generaría de inmediato más inflación.


·       Se debe arreglar con el Club de París, el Ciadi, Repsol, los holdouts y el FMI, y tomar nueva deuda.


·       La única solución es un plan integral de baja de gasto y control de inflación.


·       Se debe volver a estimular la inversión, para lo que deben cambiar los funcionarios, o directamente todo el gobierno.


Respondo con otro punteo.


·       La necesidad de parar la baja de reservas es una verdad perogrullesca, lo que debe discutirse es el cómo.


·       El desdoblamiento cambiario que parece ser la máxima concesión que harían algunos a la libertad cambiaria y de pensamiento, choca con la realidad de que el estado seguiría condenado a vender dólares a los tipos de cambio establecidos por él mismo. Esto genera miedo a perder más reservas. (Y a convalidar el fracaso de la política monetaria basada en la emisión desenfrenada.


·       Liberar el cepo y mantener la obligación autoimpuesta de que el estado debe seguir siendo el gran vendedor de dólares, efectivamente generaría una corrida para lo que se necesitaría un alto poder de fuego a fin de disuadirla, o sea muchos dólares que no tenemos. Esto si se sigue con la idea de que el estado debe ser el proveedor de dólares del sistema. Salir del cepo gradualmente, además de que nos lleva a un horizonte muy lejano, implica más intervención y controles.


·       Estamos contestes en solucionar las barbaridades que se han hecho con las vieja deuda y las nuevas que se han inventado por impericia o corrupción. Sin embargo debe incorporarse al análisis la imposibilidad psicológica de la máxima conducción del país de culminar una negociación, percibida siempre como una claudicación o muestra de debilidad. En tales condiciones, no es difícil imaginar que toda negociación avanzará aparentemente, pero terminará en un conflicto.  Mal se puede esperar que en un corto plazo se llegue a acuerdos que permitan salir a tomar nueva deuda para pagar la anterior.


·       Estamos totalmente de acuerdo con la idea de parar la emisión y el déficit, la inflación, la corrupción, la expulsión de la inversión y el ataque sobre el derecho privado y los derechos adquiridos. Inclusive venimos predicando sobre la necesidad de que se confeccionen desde cero el presupuesto nacional, los presupuestos nacionales y municipales, única manera de parar la corrupción y el despilfarro.  El punto es que creemos que ello no ocurrirá en el corto ni en el mediano plazo, no sólo porque los actuales gobernantes no lo harán, sino porque los futuros gobernantes no lo harán.


·       Compartimos en lo imperioso de restablecer la confianza interna y externa en el país, pero debe aceptarse que eso, en el mejor de los casos, ocurriría mucho después del colapso de las reservas y el default.


¿Entonces?

Una conclusión previa:  Para detener la pérdida de reservas hay que salir ya del cepo, lo que supongo no merecerá objeciones. No hay tiempo ni vocación de ningún político para planes integrales, y no se puede cambiar el gobierno ni cambiar al gobierno.


Mi propuesta es salir del cepo liberando totalmente el mercado de cambios. Esto significa que el estado NO VENDERÁ dólares para satisfacer la demanda, SINO QUE TODAS LAS TRANSACCIONES  SE HARÁN ENTRE PRIVADOS, y de ahí surgirá el precio de mercado de la divisa.


Tamaña medida tiene las siguientes ventajas:

·     No habría corrida contra las reservas, porque el BCRA no vendería dólares, sino que la divisa debería surgir de la puja entre compradores y vendedores.


·     Desaparecería de inmediato toda la maraña de controles, permisos, telefonazos, arbitrariedades, restricciones, prohibiciones, prebendas e inseguridad que ha paralizado la producción real nacional.


·     El gobierno no tomaría el riesgo de fijar tipo de cambio alguno, ni de convalidar ninguna implicación del tipo de cambio resultante, ni correría el riesgo de que se produjese un círculo vicioso.


·     Desaparecerían todas las restricciones al envío de dividendos, repatriación de capitales, autopréstamos para evitar invertir a un tipo de cambio claramente injusto, y todos los artificios que forzaron la desaparición de la inversión.


·     El mercado paralelo de cambios pasaría a ser efectivamente un mercado negro, marginal e intrascendente, y no un sistema para canalizar la desesperación de empresas  y particulares.


·     Se quitaría el estímulo a la triangulación, el contrabando y otras prácticas, que por ejemplo, ha transformado a Paraguay en gran exportador de carne.


·     La oferta de ese nuevo mercado libre sería todo el mercado exportador y cualquier inversión o préstamo que recibieran las empresas, lo que significaría un estímulo muy relevante en el ingreso de divisas y también en el ingreso del exportador, creando una genuina fuente de divisas.


·     La demanda en ese mercado sería toda la exportación, el pago de todas las deudas e intereses, la remisión de dividendos o capitales, las importaciones efectuadas por el estado y la compra de particulares con cualquier propósito.


·     No habría innovación, por ahora, en las reglamentaciones no cambiarias, como retenciones y otra multiplicidad de reglas. 



No es posible determinar cuál será el tipo de cambio resultante de ese mercado, ya por el efecto de tantas restricciones recientes, como por el hecho de que en 80 años no ha existido un mercado libre en el país.  Para ejemplificarlo, basta recordar que los dos supuestos liberales recalcitrantes, Martínez de Hoz y  Cavallo, crearon férreos sistemas de control de cambio, ambos con legislaciones que ignoraban la seguridad jurídica y el derecho de los ciudadanos.

Sin embargo, es posible calcular que el tipo de cambio resultante estará bastante más  abajo que el famoso blue, en especial en cuanto se logre un mínimo de fluidez.

Nos queda el punto de la influencia del tipo de cambio en el aumento de los precios, al elevarse el valor de compra de los importados y subir el valor que se percibe por los bienes exportables.  Es obvio que la industria automotriz y otras prebendarias similares despotricarán contra la libertad de cambios, que las priva de un colosal subsidio. Esta objeción es el más grave escollo de cualquier intento de liberar el mercado, ya que sobre el concepto del estado vendedor de dólares a precio preferencial se ha basado, hoy y siempre, este negocio que es presentado como vital para el empleo, pero que se chupa toda expectativa de crecimiento y progreso.

En la práctica, muchos precios están ya influidos por el dólar blue, y hasta contienen lógicas expectativas exageradas que crean desabastecimiento o inflación adicional. También es cierto que un aumento de importaciones obra siempre como un regulador  del nivel de precios, y que un aumento de la producción, como ocurrirá si desaparece la restricción cambiaria, también colabora a la baja de precios.


No quiere decir esto que no siga siendo imprescindible parar la emisión y hasta retirar circulante del mercado, bajar el gasto de modo serio, reestablecer la confianza y la seguridad jurídica, adecuar la tasa de interés a criterios profesionales y ortodoxos, y todos los cambios hacia la seriedad que deben producirse. 

Sí, en cambio, sostengo que no hace falta todo ello para salir del cepo cambiario mediante un mercado libre, donde el estado no sea el vendedor de última instancia, cuyo tipo de cambio por supuesto reflejará rápidamente todas las estupideces que hagan los gobiernos, lo que sería un termómetro bastante útil.


Usted, economista, experto o lego, puede pensar que esta idea es inaplicable, o que nunca habrá voluntad de aplicarla, que no dará resultados, que es una locura, que estos tipos no harán eso nunca, o lo que quiera. 


Espero comentarios técnicos y específicos. No frases o insultos al gobierno.


          También puede seguir sosteniendo que lo que hay que hacer es un plan integral que se hará alguna vez, por alguien que no sabemos quién es, ni cómo se hará.

          Y puede decir que lo que quiere es que esto estalle para que el gobierno no quede impune y sea claramente culpable del fracaso.

          O puede insistir en que hay que esperar al próximo gobierno para ahí empezar a reconstruir.


Por mi parte, sostengo que el sistema que propongo, que no es exactamente invento mío, es el que permite un cambio más rápido y efectivo para dejar de perder reservas, (que son menores a las que se declaran) y para dar aire de inmediato a la producción, en especial Pyme.


El avión sigue cayendo en picada, conducido en el mejor de los casos por un piloto ciego.  Cuando se estrelle habrá pocas aves Fénix que resuciten.



Dardo Gasparré