Publicado en El Observador de Montevideo 04/08/2015



La apertura comercial, única fuente de empleo




Como vengo sosteniendo, es muy importante la discusión sobre la necesidad de una apertura de Uruguay al comercio internacional. No tengo claro aún si triunfarán las ideologías o las ideas en ese debate, pero es valioso que se esté apuntando a la esencia del crecimiento.

El cese del famoso viento de cola puede resultar una bendición para los países productores de commodities, que deberán enfrentarse a la necesidad de utilizar recursos más complejos, pero más sólidos, para crecer y mantener su bienestar.

Esto es especialmente cierto porque no parece prudente pensar en un nuevo auge de las commodities en lo inmediato, más bien a la inversa.

Cometo un error deliberado al hablar de un enfrentamiento entre la ideología y las ideas.  En verdad, como siempre, cualquier intento de apertura genera enormes resistencias de los intereses creados. Esto es porque no hay modo de que exista apertura en un solo sentido del fiel.

No existe la apertura sólo para exportar. La apertura implica la eliminación o reducción drástica de derechos de importación o de barreras equivalentes. Cuando ello ocurre, las industrias locales, generalmente protegidas e ineficientes, ponen en juego todos sus recursos para evitar perder sus prebendas. Pero la apertura nunca afecta a los países. Sólo a algunos poderosos con conexiones y poder de cabildeo.

Está demostrado mundialmente que la apertura comercial no reduce los puestos de trabajo. Del mismo modo que el proteccionismo industrial crea pocos puestos de trabajo y los que crea lo hace a un precio elevadísimo. El costo de un nuevo puesto de trabajo creado por los recargos y restricciones a la importación es como mínimo diez veces mayor por año que el salario de cada puesto.  Algo caro.

Para probar el aserto sobre la relación importación-empleo, esta gráfica de 45 años en Estados Unidos muestra que, con un breve intervalo en la gran recesión americana de 2008, no hay relación entre el desempleo y  las importaciones. (Fuente: FED)

                         


Menciono esto, que seguramente todos conocen, porque las disquisiciones sobre el TISA hacen pensar que muchos sectores piensan estos tratados como si fuera el viejo y minucioso COMECON soviético.  No sorprende, porque lo que la izquierda de la izquierda dice aquí es lo mismo que dicen todos los sectores protegidos de todos los países cada vez que se firma un tratado, desde el NAFTA para acá.

Sin embargo, ni una sola de las afirmaciones en contra de este tipo de apertura es cierta. Siempre se trata de intereses de unos pocos que ganan fortunas, y de grandes costos que, como se prorratean entre muchos, no se notan claramente.  Una vez que el proteccionismo anida en una industria o sector, es virtualmente imposible eliminarlo. (Vilfredo Pareto dixit)

El Mercosur, tan criticado, no es en definitiva sino una consecuencia del proteccionismo, que termina en un negocio para muy pocos y en un atraso para muchos.

Por una larga prédica interesada, y un largo resentimiento cultivado, el consumidor – trabajador no advierte que nada lo perjudica más que esa protección prebendaria a unos privilegiados, que le encarece la vida y sobre todo lo priva de exportar, que sí es una forma de mejorar calidad y cantidad de demanda laboral.

Nada mejora más el poder adquisitivo del salario que el comercio internacional. Y para los que creen que riqueza significa exportar y no importar,  como creía mi mamá, interesa mostrar cómo se han movido el comercio exterior de China, paradigma del crecimiento moderno.  (Fuente: IMF)





Este gráfico está dedicado a todos quienes diariamente tratan de persuadir de las ventajas del proteccionismo al gobierno del Presidente Vázquez.


Y si hay algo que fomenta la radicación de nuevas industrias aunque parezca paradójico, es la importación. (Dejo para una próxima nota el desarrollo teórico) En el caso de Uruguay, donde tantas actividades están a cargo del estado, no sólo las empresas privadas protegidas y millonarias luchan contra la apertura, sino que todo el sector estatal con cualquiera de sus ropajes obra como monopolio anti aperturista.  Sin embargo, el efecto para la economía y el consumidor es el mismo: toda apertura genera baja de precios, más competencia, más calidad, más empleo, mejores sueldos y más crecimiento.

Ante cualquier duda preguntarle a los comunistas chinos, a los capitalistas japoneses, a los delincuentes rusos, a los modernos singapurenses o a los atrasados indios.

¿La soberanía? Se defiende con buenos gobiernos, con el progreso, con el trabajo auténtico, con la educación y con la decencia.  El resto es siempre una asociación ilícita entre algunos políticos, los patrones públicos y privados y los sindicatos, que va en contra de la sociedad.





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Párrafos de una nota Publicada en El Cronista. 09/02/1994


El gasto, hace 20 años igual que hoy



La discusión sobre el nivel de gasto público, no es una simple disquisición teórica. Tiene que ver con la inflación, la exportación, la calidad de vida de la gente, y hasta con el éxito de este plan de convertibilidad.

El hecho de que la mayoría de las comparaciones oficiales se hagan en términos porcentuales del PBI, no permite ver con claridad el incremento de erogaciones producido en los últimos 4 años. A estos efectos, lo correcto es medir el gasto en valores absolutos en pesos corrientes, desde abril de 1991 en adelante.

Modo de analizar la validez del tipo de cambio. En ese rubro, no existen dudas técnicas en que el modo de medir el gasto, es en valor absoluto en dólares. Y Cavallo debe estar arrepintiéndose de haber dejado el punto tan claro en sus libros. También en esos términos, todos los presupuestos, nacional, provinciales y municipales, se han más que duplicado, por lo menos. Y tampoco caben dudas de que la moneda local está sobrevaluada.


Se debe recaudar crecientemente, para hacer frente a presupuestos muy altos, Como esa recaudación es equivalente a más impuestos…. el efecto es recesivo o de mayor peso sobre el costo argentino, lo que afecta las exportaciones. Es decir, que el gasto pega sobre el nivel de actividad total, o sobre la balanza de pagos. Y eso pone un límite al colchón de tiempo con el que se puede jugar antes de que se sientan los efectos negativos en la economía.


Esa gran eficiencia recaudatoria, al sacarle al Gobierno la presión del déficit, le ha dado comodidad para no tener que tomar las duras medidas de ajuste que para algunos, El Cronista entre ellos, todavía no se hicieron. Cuando se analizan las partidas presupuestarias en detalle, sin simplificaciones complacientes, se puede advertir la validez de este punto, que tiene relación con algunos resultados electorales demasiado espectaculares, aunque enfrente se tenga a un enemigo desorientado y sin propuestas.



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Publicada en El Observador de Montevideo 28/07/2015





Las barbas del vecino



Desde Macchiavello para acá la política trata cada vez menos de los derechos de la gente. Las discusiones y debates políticos tampoco contienen ideas de fondo, ni siquiera ideologías. Este es un fenómeno global.


Como corolario, los programas que se exhiben en las campañas electorales se componen meramente de una serie de eslóganes destinados a una masa anónima y sin cerebro, con la que nadie se identifica pero que al final parece imponerse sobre la voluntad de los individuos inteligentes.


El resultado es la pauperización del intelecto colectivo, y muchas veces, la adopción de políticas y caminos alejados de la racionalidad, de la buena praxis y hasta del bienestar que supuestamente se pretende.


Tengo la sensación, como un observador curioso, que este fenómeno se da mucho menos en Uruguay, donde la discusión política, independientemente de la posición y opinión de cada uno, respeta ciertos principios, ciertas reglas y ciertas lógicas.


Es innegable que en Argentina pasa todo lo contrario. Lo digo con tristeza.


Los dos candidatos con posibilidades despiertan expectativas sorprendentes y estrambóticas,  para no ser exagerado. Al menos en los sectores que calificamos de productivos. Es decir los que viven de su trabajo, de su empresa y de su esfuerzo en el sector privado.


Estos sectores han venido aguantando casi heroicamente los últimos años, que culminan en una sinusoide de desgracias y malas noticias internacionales, como si faltara algún condimento. Muchos no han cerrado sus empresas, o reducido su personal al mínimo, o dejado de ocuparse de sus campos, con la esperanza de que un nuevo gobierno con alguna cuota de sensatez y decencia, - únicos ingredientes que necesita Argentina para funcionar – volviera a poner la producción y la inversión en marcha.


Ese sector privado, pongámosle casi el cuarenta por ciento de la población, se encuentra ahora frente a dos candidatos que representan las dos opciones disponibles: el kirchnerismo o la racionalidad. Civilización  o barbarie, vida o muerte, cara o ceca. Como se quiera.


No es difícil suponer que en su gran mayoría ese conglomerado de voluntades - que es el que mantiene la economía funcionando – ya ha elegido a Mauricio Macri como su candidato.


Y también es fácil colegir que el otro sector – 7 millones de pensionados y jubilados más otro tanto en planes de desempleo y empleos públicos semi inútiles - mas prebendarios y afines, tenderá a preferir a Daniel Scioli.


Una pequeña porción del electorado, que tal vez defina la presidencia, elegirá por ideología, preferencias, cansancio del maltrato o resentimiento.


Mientras tanto, aquella masa productiva que favorece a Macri, también necesita creer que habrá un futuro aunque su preferido no gane las elecciones. Esto es inherente a la vocación de trabajo y de industriosidad que la caracteriza, y que caracteriza en cualquier parte del globo a estos sectores. Ese grupo necesita creer que con Scioli también habrá país.


En un mundo ahora mucho menos condescendiente que hasta ayer, Argentina necesita recrear un posicionamiento geopolítico y económico que se ha perdido casi criminalmente.


Pero los dos candidatos, fruto al fin del maquiavelismo y el concepto de lograr el poder por el poder mismo, han eludido explicar sus ideas, sus programas o sus políticas. 


Scioli lucha por parecerse a Cristina frente a los sectores duros del kirchnerismo y al mismo tiempo por diferenciarse de ella frente al resto.


Macri, para consumo de los progresistas, promete mantener los planes y subsidios, jura que hará eficiente a la indefendible Aerolíneas Argentinas y trasparente a la inescrutable YPF de contratos secretos con Chevron y PAE, y hasta se embandera con el emblemático Fútbol para Todos, - un escupitajo a la cara de los anti estatistas. De paso, reza que admira las banderas peronistas, para muchos el germen de la decadencia argentina.


Quienes esperan la cárcel para Cristina Fernández y un cambio drástico en el cepo, el gasto irresponsable y la emisión fatal, con un gran impulso al comercio exterior, temen que Scioli sea sólo el brazo largo – perdón- de la presidente, que continuará por lo menos un par de años reinando con la ayuda de su infiltrado maoísta Zannini y sus gremlins de La Cámpora sembrados en los tres poderes.  


Macri ciertamente no hará un gobierno liberal. Como máximo, hará un gobierno de centro, sin demasiado ajuste y con endeudamiento para generar crecimiento. Su idea de hacer eficiente las empresas del estado es un sueño que terminará en más gasto del estado.


Scioli pretende ser gradual, lo que quiere decir que tampoco cambiará mucho de la estructura del déficit. También endeudamiento y gasto. E incertidumbre.


Los dos cederán a las presiones de un grupo de empresas y empresarios proteccionistas y prebendarios. No les costará ello demasiado esfuerzo ideológico.


Entretanto, ese 40 por ciento o menos que constituye el país productivo, discurre entre dos sueños, uno de máxima y otro de mínima.


Que Macri esté mintiendo y que si gana, liberará la economía, bajará el gasto, limpiará el estado, hará un nuevo sistema impositivo y de coparticipación federal.


O que si en cambio gana Scioli, traicionará a Cristina y se volverá una especie de Menem liberal y privatista, y tal vez dejará actuar a la justicia contra su forzada mentora.


Lo bueno de la democracia es que detrás de sus males siempre queda la esperanza. Cualquier parecido con la caja de Pandora es pura coincidencia.




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Publicada en El Observador de Montevideo 21/07/2015


Los tratados más cortos del mundo



Para simplificar la conversación, querría reducir la economía a sólo dos aspectos. La cantidad de empleo y la calidad del salario. ¿Le parece lógico?


Hace algunos años, en un discurso de campaña, el actual Presidente Vázquez dijo, refiriéndose a la necesidad de crear empleos, que los países emergentes estaban a veces obligados a sacrificar la ecología en aras de crear nuevos puestos, y que eso debería ser una preocupación de todo el sistema, no de los países en desarrollo solamente.


Me pareció una reflexión trascendente y también una definición de la importancia que las sociedades deben darle a la creación de puestos de trabajo, no sólo por su valor económico inmediato y obvio, sino por todo el bagaje de inserción psicosocial que conlleva.


Entonces pongamos en el primer renglón de lo que los americanos llamarían Vision, a la generación de empleo.


Ahora viene el condicionamiento. Sin entrar aún a analizar la conveniencia o no de que el estado se ocupe de una serie de actividades, funciones y prestaciones, el empleo público debe hoy descartarse como generador de nuevos puestos de trabajo. Y eso es un cambio que debe empezar en las agrupaciones políticas, si son serias.


Esto es porque si se aumenta la cantidad de personal para hacer las mismas cosas, por un lado se generará más burocracia, ya bastante crecidita, y por el otro se necesitará aplicar más impuestos para pagar esos salarios, por definición improductivos.


Si además se pretende que esos empleos tengan una remuneración de calidad, la única alternativa es crear empleo privado, que era exactamente a lo que se refería el Presidente Vázquez en su discurso citado más arriba.


Porque el empleo público, o el subsidio permanente, tienen límites muy precisos, como ser la tolerancia del sistema económico a la carga fiscal. Esto no se ve tan claramente en los ciclos de abundancia, pero estalla en estabilidad o en recesión. Y es más evidente cuanto más se exagera la carga.


En el segundo renglón de nuestra carta a Papá Noel, pongamos la calidad de la remuneración. Entendemos por calidad la capacidad adquisitiva del salario, no su valor en pesos en dólares o en euros. Lo que puede comprar un salario.


Y ahí de nuevo, mirar para el lado del estado en este rubro también es iluso. El sistema de tributación creativa está agotado. Cada nuevo impuesto achica más al sector privado, que mal puede hacerse cargo ni siquiera de los mismos costos que antes.


A menos que se quiera llegar a un cien por ciento de economía estatal. O sea el viejo comunismo. Va a ser difícil ahí vivir de impuestos, claro. Es mejor seguir con el socialismo moderno, que mantiene una clase productiva y trabajadora privada, sojuzgada bajo la figura de la democracia y la va ordeñando hasta la escualidez, como los Massai a las vacas africanas.


De modo que el único empleo genuino con buenas remuneraciones  es el privado. Y el único modo actual de aumentar ese empleo es aumentando el intercambio comercial. Y ahí volvemos a la discusión de siempre.


Uruguay necesita imperiosamente establecer tratados de libre comercio que lo saquen del cepo del Mercosur, una ratonera en todo sentido.  Pero nadie entiende bien esto. Se escudriña renglón por renglón las posiciones arancelarias para que ni por error se vaya a bajar un recargo o permitir una actividad que no le convenga a alguien.


En esto están unidos los sindicatos, los políticos y las actividades empresarias protegidas. Y muchos funcionarios. Al paso que van, los tratados que se firmen serán solamente formales, para un grupo minúsculo de casos, sin relevancia alguna y sin capacidad de generar nuevos empleos.

El concepto teórico es muy simple. Un aumento de las importaciones de cualquier índole, genera un aumento de exportaciones por igual monto. De esa ecuación se beneficia doblemente el trabajador. Por un lado, porque hay mayor demanda laboral con mejores ingresos. Por el otro, por la baja en los precios que el mecanismo produce al aumentar la competencia.


Una conveniente y malévola conjunción entre los sindicatos y las empresas prebendarias protegidas con altos aranceles y otro tipo de restricciones a la importación, hace creer que abrir la importación reduce las fuentes de trabajo. Del mismo modo que logran que el estado aplique aranceles o restricciones cuando se instalan, con la promesa de crear puestos de trabajo.
        

Todos los estudios en todo el mundo muestran que es mucho más lo que se pierde en puestos de trabajo, calidad salarial y costo de vida que lo que se gana con el cierre de importaciones.


Los sectores más humildes, por otra parte, deberían pensar siempre como consumidores, antes que como trabajadores. No hay manera de que le convenga un sistema que les encarezca los productos que compran y restrinja la competencia.


Pero si no me cree, venga, lo invito a comer un asado en Argentina. Usted cree que Cristina es mala porque puso el cepo, no quiere importar, corta el turismo y correlativas, ¿no? ¿Sabe quién hizo eso? El proteccionismo industrial. Las empresas que con la excusa de crear trabajo suben los precios, impiden exportar, y terminan chupándose las reservas. Pero si le conviene, échele la culpa a Cristina y siga defendiendo su supuesta fuente de trabajo.


En términos más técnicos, la clásica simetría de Lerner, que dice que se termina exportando lo mismo que se importa, se cumple más rápidamente en economías relativamente pequeñas y con tipo de cambio libre. Uruguay debería bucear en ese modelo. Aunque la experiencia dice que cuando se entra en el modelo proteccionista, de contubernio sindical-empresario-prebendario-estado, la salida es casi imposible o es por caos.


Imagino con una sonrisa, pero también con dolor, a miles de burócratas, lobbystas y socialistas, revisando con lupa las partidas arancelarias, y tachando todo lo que puede significar un mínimo peligro para sus intereses.


Los tratados de libre comercio que se firmen pueden llegar a tener media carilla.




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